La verborrea de un buf¨®n
Giorgio Manganelli (1922-1990) es lo que suele llamarse un "escritor experimentalista". Naci¨® un a?o antes que Italo Calvino, que lo apreciaba verdaderamente, pero as¨ª como Calvino tuvo varias fases de escritura (neorrealismo, alegor¨ªas al estilo dieciochesco, realismo burlesco, experimentalismo, literaturismo...), Manganelli permaneci¨® invariablemente fiel a su experimentalismo. Este libro es un ejemplo mod¨¦lico de esa escritura dirigida a una ¨¦lite, lejos del gusto general y, sobre todo, lejos, lej¨ªsimos del naturalismo que exige una buena historia bien organizada por el orden de sus acontecimientos. Muy pronto marca sus intenciones, al comienzo del libro: "Digamos que lo que hago es divagar s¨®lo cuando tengo algo esencial que decir". La paradoja es una declaraci¨®n de principios.
ENCOMIO DEL TIRANO
Giorgio Manganelli
Traducci¨®n de Carlos Gumpert
Siruela. Madrid, 2003
128 p¨¢ginas. 15 euros
En la literatura de Manganelli existe el deseo de provocar tan caracter¨ªstico de los vanguardismos, pero, sobre todo, la idea dominante de que la literatura es un artificio; no menor, eso s¨ª, que la vida misma. La diferencia est¨¢ en que en el artificio que un autor como ¨¦l construye hay una libertad de movimientos de los que la vida carece. Libertad, pero no finalidad: "La obra literaria es un artefacto de incierta e ir¨®nicamente fatal finalidad". La vida no es un artefacto, no es artificio construido por la mano del hombre (artificio como opuesto a naturaleza), sino una naturaleza incomprensible por la que s¨®lo por medio de la risa se puede transitar. Pero ambas, obra y vida, realidad y artificio que constituye otra realidad con la complicidad del lector, son ciertamente inciertas. Y en este punto es donde se encuentran las dos figuras centrales de Encomio del tirano: el buf¨®n y el tirano.
El resto del mundo est¨¢ ah¨ª,
como a sus pies, apenas entrevisto y consignado, pues se entiende que el buf¨®n habla al tirano en su palacio. Son estas dos figuras las que se disputan el espacio literario aunque s¨®lo la primera habla, porque para eso es el buf¨®n, y la segunda escucha, porque para eso es el tirano. Y en este aspecto, est¨¢n solos: "Pero he aqu¨ª algo que explica por qu¨¦ estamos tan fatalmente unidos, porque yo ¨ªnfimo y usted supremo estamos, perd¨®neseme, emparentados; es la soledad". Sin embargo, la voz del buf¨®n no se queda en los o¨ªdos del tirano sino que invade el espacio para hacerse realmente o¨ªr: "Pero el tirano no es s¨®lo el destinatario de las ocurrencias, sino el espacio, c¨®mo podr¨ªa decirlo, en cuyos confines las ocurrencias pueden sonar con su sonido m¨¢s agudo". Y como ese espacio donde suenan m¨¢s agudo es consecuci¨®n de la escritura misma, buf¨®n y tirano toman tambi¨¦n la forma epis¨®dica de escritor y editor. Estamos, pues, en un artificio eminentemente literario que carece de historia, mas no de voz.
"Una historia no debe acabar porque una historia s¨®lo es tolerable en sue?os". Desde este punto de vista, s¨®lo deben escribirse los sue?os o bien optar por la verborrea del buf¨®n. Entonces el lector empieza a sospechar que ¨¦l tambi¨¦n forma parte de la personalidad del tirano y comprende que la voz que se dirige a ¨¦l es la del escritor proponi¨¦ndole un no-libro: "No escribo porque no quiero disipar las potenciales historias que toda historia encierra en s¨ª". Llegados a este punto, no dejo de pensar en una novela, El desorden de tu nombre, de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, que utiliza con verdadero ingenio el sistema de las historias inacabadas para acabar una historia. Lo que sucede es que esta ¨²ltima novela est¨¢ tan anclada en la realidad como desasida la de Manganelli, empe?ada en su circularidad. Y el caso es que Manganelli acaba utilizando historias en forma de proyectos comentados para cerrar de alg¨²n modo su libro. Se aplica lo que el buf¨®n llama la "ley de continuidad de los relatos", a saber: "Desde cualquier punto de un relato puede comenzar otro relato; es esto lo que hace que exista una gigantesca red de relatos tal que pueda sostener el mundo entero, es m¨¢s, el mundo no es m¨¢s que esa red de relatos, que s¨®lo el Creador puede recorrer en todas direcciones". ?No es una exposici¨®n realmente sugerente? El problema de Manganelli como el de tantos otros experimentalistas es, en mi modesta opini¨®n, que esa red de relatos se convierte a menudo en una red-trampa y la ara?a se acaba comiendo al experimentalista.
Pero ?y la cantidad de lugares ignotos que han pisado y descubierto mientras tanto? La escritura de Manganelli est¨¢ llena de ideas, sugerencias y una insobornable y jocosa fe en s¨ª mismo y en el poder de la literatura.
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