El fin de una era
A principios del siglo XX, el petr¨®leo apenas representaba el 3% del consumo mundial de energ¨ªa primaria. Sin embargo, a medida que el sector de automoci¨®n iniciaba su desarrollo, su participaci¨®n comenz¨® a incrementarse en un contexto en el que el carb¨®n era la principal fuente de energ¨ªa y la materia prima m¨¢s utilizada en la industria qu¨ªmica. Fue en la d¨¦cada de los sesenta, una vez superadas las secuelas de la II Guerra Mundial, cuando la demanda de petr¨®leo impulsada por su bajo precio, del orden de 1,20 d¨®lares/barril, y por el fuerte crecimiento de la econom¨ªa mundial, registr¨® un gran incremento.
En Espa?a, este cambio fue espectacular. As¨ª, entre 1960 y 1973 la demanda de energ¨ªa primaria y la de petr¨®leo evolucionaron desde el bajo consumo de crudo en 1960 (5,9 millones de toneladas, equivalentes al 29% del consumo de energ¨ªa primaria) hasta su r¨¢pido crecimiento a tasas anuales y acumulativas del 15%, mientras que el consumo de energ¨ªa primaria lo hac¨ªa a tasas del 8% y la econom¨ªa al 7%. De este modo, en 1973 el petr¨®leo representaba el 67% del consumo de energ¨ªa primaria. Esta evoluci¨®n del panorama energ¨¦tico mundial y espa?ol parec¨ªa imparable: petr¨®leo barato y abundante que impulsaba la sustituci¨®n de las dem¨¢s fuentes de energ¨ªa.
En la primera mitad de 1973 las cosas empezaron a cambiar. La OPEP se consolidaba y el precio del petr¨®leo comenzaba a incrementarse de manera moderada en valor absoluto y m¨¢s importante en valor relativo, situ¨¢ndose por encima de los dos d¨®lares por barril. Esta evoluci¨®n produc¨ªa una cierta inquietud en los pa¨ªses industrializados, en los que, pese a ello, se pensaba que era un ajuste hasta cierto punto razonable.
La guerra ¨¢rabe-israel¨ª iniciada el 6 de octubre de 1973 alter¨® profundamente este escenario. Los pa¨ªses ¨¢rabes, conscientes de la dependencia irreversible a corto plazo del petr¨®leo, incrementaron considerablemente su precio y, adicionalmente, algunos de ellos pretendieron utilizarlo como arma pol¨ªtica, prohibiendo su exportaci¨®n a pa¨ªses y compa?¨ªas que ten¨ªan relaciones econ¨®micas con el Estado de Israel. Esta medida, que fue temporalmente aplicada a una empresa espa?ola, tuvo en la pr¨¢ctica una incidencia limitada dado que exist¨ªa en el mercado petr¨®leo suficiente procedente de otros or¨ªgenes. El incremento de precio del petr¨®leo fue espectacular, superando los 12 d¨®lares por barril, equivalentes a cerca de 40 d¨®lares actuales.
A este incremento de precio del petr¨®leo se sum¨® el producido en la segunda crisis iniciada en 1979, en la que el petr¨®leo se cotizaba a m¨¢s de 30 d¨®lares por barril, equivalentes a cerca de 80 d¨®lares actuales. Naturalmente, tan desmesurado y brusco incremento de precio tuvo como consecuencia una desaceleraci¨®n econ¨®mica considerable tanto a nivel mundial como en Espa?a. El crecimiento econ¨®mico mundial descendi¨® hasta el 0,4% en 1982 y el espa?ol fue negativo en un 0,1% en 1981. Por otra parte, los nuevos precios impulsaron planes de sustituci¨®n del petr¨®leo por otras fuentes de energ¨ªa, especialmente el carb¨®n y la energ¨ªa nuclear, que pas¨® a desempe?ar un importante papel en la generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica. En Espa?a, la demanda de petr¨®leo se mantuvo casi estabilizada entre 1973 y 1986 y su participaci¨®n en el consumo de energ¨ªa primaria descendi¨® del 67% al 54%. El desarrollo de otras fuentes de energ¨ªa y la creciente oferta de petr¨®leo por parte de pa¨ªses no incluidos en la OPEP hizo que la cuota de mercado de esta organizaci¨®n bajase desde el 53% en 1973 al 29% en 1985.
En 1986, los pa¨ªses de la OPEP trataron de recuperar cuota de mercado a base de una pol¨ªtica agresiva de precios. ?stos llegaron a situarse en torno a los 10 d¨®lares por barril. La lecci¨®n de lo ocurrido durante este periodo turbulento (1973-1984) ha sido aprendida por los pa¨ªses productores. No es posible incrementar ilimitadamente el precio del petr¨®leo ni puede ser usado como arma pol¨ªtica. La estrategia actual de situar los precios entre 22 y 28 d¨®lares por barril, salvo en momentos puntuales de corta duraci¨®n, es mucho m¨¢s razonable. Estos precios son suficientes para estimular la b¨²squeda de nuevas reservas y no producen perturbaciones graves en las econom¨ªas de los pa¨ªses consumidores.
?C¨®mo vivi¨® Espa?a la crisis de 1973? La guerra ¨¢rabe-israel¨ª se inici¨® el primer fin de semana de octubre de 1973. Con car¨¢cter inmediato, los ministerios de Industria y de Comercio coordinaron sus actuaciones para controlar los movimientos especulativos en relaci¨®n con los productos petrol¨ªferos. En particular se decidi¨® que las autorizaciones de exportaci¨®n de estos productos deb¨ªan requerir un informe favorable del Ministerio de Industria, que solamente se conceder¨ªa en el caso de tener suficientes reservas. En segundo lugar, se fueron adoptando una serie de medidas para moderar en lo posible el consumo de derivados del petr¨®leo: cambio de horarios, limitaciones en la velocidad de los veh¨ªculos, en el consumo de gas¨®leo de calefacci¨®n, etc¨¦tera. Y, por ¨²ltimo, se foment¨® el desarrollo de energ¨ªas alternativas al petr¨®leo, especialmente nuclear y carb¨®n nacional.
En 1980 se consider¨® la posibilidad de volver a la explotaci¨®n de las pizarras bituminosas de Puertollano, posibilidad que fue desechada porque el nivel de rentabilidad s¨®lo se alcanzaba a partir de un precio del petr¨®leo superior a 50 d¨®lares por barril. En suma, las medidas adoptadas fueron similares a las puestas en pr¨¢cticamente por todos los pa¨ªses de nuestro entorno, con las solas excepciones de Francia en un extremo, que llev¨® a la pr¨¢ctica un programa nuclear muy ambicioso que abastece cerca del 80% de su mercado el¨¦ctrico, y de Italia en el opuesto, que renunci¨® a la energ¨ªa nuclear y depende en un 94% de las energ¨ªas f¨®siles.
Jos¨¦ Luis D¨ªaz Fern¨¢ndez es presidente de la Fundaci¨®n Repsol YPF y en 1973 era director general de Energ¨ªa.
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