Heterodoxa expansi¨®n
La econom¨ªa de Estados Unidos vuelve a ser la locomotora del mundo. A su Administraci¨®n no le han dolido prendas para utilizar todas las medidas de est¨ªmulo a su alcance, dejando a un lado prejuicios y restricciones como las vigentes hoy en la eurozona. Se trata, ante todo, de que el clima econ¨®mico vigente en las elecciones presidenciales que tendr¨¢n lugar en noviembre de 2004 sea m¨¢s propicio para la reelecci¨®n que el que impidi¨® al padre del actual presidente conseguir la suya.
Poco importa si para ello se ha de recurrir a controvertidas reducciones de impuestos y aumentos del gasto que alejen el d¨¦ficit p¨²blico de cualquier referencia considerada razonable; muy distante, en todo caso, del super¨¢vit que le legaron los dem¨®cratas. O si, para compensar las p¨¦rdidas de competitividad de algunos sectores y aumentar el empleo, es preciso echar mano de medidas igualmente contrarias a la apertura y libre juego de los mercados, incluidos los de divisas.
La concesi¨®n a los manufactureros de EE UU para reducir la competitividad de los productos orientales no es probable que depare los efectos deseados
Los antecedentes no son precisamente los propios de un gobierno empe?ado en extender la cultura del libre comercio. A las actuaciones manifiestamente proteccionistas en el sector del acero o de la agricultura le ha sucedido un comportamiento en la Conferencia Ministerial de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC) en Canc¨²n (en este caso, con la activa complicidad de la UE) impropio de cualquier moderado partidario de la globalizaci¨®n que se supone han de defender las grandes econom¨ªas. Invitaciones todas ellas a la introspecci¨®n comercial, a la marginaci¨®n del multilateralismo, a la que se le ha a?adido ahora el abandono de la confianza en el funcionamiento de los mercados de divisas, y la consiguiente reclamaci¨®n a chinos y japoneses para que dejen apreciar el tipo de cambio de sus monedas frente a la americana.
El abandono de la pol¨ªtica de d¨®lar fuerte, mantenida por la anterior Administraci¨®n, y su recambio por una abierta disposici¨®n favorable a la depreciaci¨®n del tipo de cambio, es el ¨²ltimo de esos episodios que, de haber sido generados por alg¨²n pa¨ªs europeo, habr¨ªan suscitado todo tipo de admoniciones y censuras ideol¨®gicas.
Lo peor es que, adem¨¢s, esa cesi¨®n a las presiones de los empresarios manufactureros estadounidenses para reducir de cualquier forma la competitividad de los productos orientales, y muy particularmente de China, no es probable que depare los efectos deseados. Es cierto que desde mediada la pasada d¨¦cada las exportaciones chinas a EE UU se han m¨¢s que triplicado, mientras que las ventas en direcci¨®n contraria han crecido de forma mucho m¨¢s moderada, ampliando considerablemente el d¨¦ficit comercial estadounidense con ese pa¨ªs. Es menos cierto, sin embargo, que eso haya sido gracias a la impermeabilidad a las importaciones de la econom¨ªa china. En realidad, las importaciones chinas no han dejado de crecer; incluso han llegado a superar las que realiza una econom¨ªa como la japonesa.
Ocurre, adem¨¢s, que una parte significativa de esas exportaciones chinas a EE UU las llevan a cabo empresas precisamente americanas, a las que se les ha dado todo tipo de facilidades para realizar inversiones directas en aquel pa¨ªs con el fin de aprovechar sus ventajas competitivas. Entre los 40 principales exportadores chinos, 10 son empresas estadounidenses.
Dada la mayoritaria composici¨®n de las reservas exteriores de China en bonos del Tesoro estadounidense, una revaluaci¨®n excesiva del yuan no s¨®lo atentar¨ªa contra la salud de algunas de las m¨¢s internacionalizadas empresas americanas y de otros pa¨ªses industrializados ( y de sus bases de inversores), sino que dificultar¨ªa igualmente la financiaci¨®n del abultad¨ªsimo d¨¦ficit fiscal americano. Ello propiciar¨ªa una indeseable elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s de los bonos p¨²blicos, sobre los que, recu¨¦rdese, est¨¢n referenciadas las hipotecas de los ciudadanos estadounidenses.
Razones hay, por tanto, para que al temor por esos ramalazos proteccionistas de la primera econom¨ªa del mundo se a?ada el escepticismo sobre la eficacia para que la expansi¨®n en ciernes, adem¨¢s de duradera, sea verdaderamente global.
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