Adi¨®s a la ONU
Sin duda, el pasado 17 de octubre EE UU logr¨® una espectacular victoria en la ONU, al conseguir la aprobaci¨®n un¨¢nime en el Consejo de Seguridad de su propuesta de resoluci¨®n sobre Irak, ahora conocida como la 1.511. La citada resoluci¨®n, que atribuye plenos poderes a EE UU en Irak y relega a la ONU a un papel secundario, fue calificada por el presidente Bush como un gran triunfo, y los representantes de los gobiernos de Reino Unido, Camer¨²n y Espa?a que secundaron tal iniciativa, han calificado la misma como una "victoria para el pueblo iraqu¨ª (?pobre pueblo de Irak!), el Consejo de Seguridad y la ONU". En el fragor de tan sospechosas celebraciones, el presidente Aznar ha vuelto a lanzar un nuevo y provocador ¨®rdago a la oposici¨®n espa?ola, pregunt¨¢ndole p¨²blicamente si "ahora que ya no hay discusi¨®n -aunque para ¨¦l nunca la hubo-, rectificar¨¢ su posici¨®n sobre Irak, como lo han hecho otros".
La arrogancia del presidente del Gobierno Espa?ol no tiene l¨ªmites; y desde luego confirma que en esta macabra partida sobre el pueblo de Irak, quien va de farol gana el juego; al menos por ahora. Claro que es c¨®modo ir de farol, cuando te cubre las espaldas el amo de la partida. Y es que, lamentablemente, ya no hay discusi¨®n; y cualquier tipo de duda ha quedado despejada sobre el resultado final del juego. Pero no en los t¨¦rminos que proclaman los ganadores. Por que, con la resoluci¨®n 1.511 del Consejo de Seguridad, la ONU, si bien no legitima la invasi¨®n de Irak -nunca la barbarie ni el terror podr¨¢n ser leg¨ªtimos-; nadie puede dudar de que ha dado su visto bueno a la situaci¨®n provocada por los invasores. Pero al mismo tiempo, con esta resoluci¨®n la ONU se carga todo el Derecho Internacional y se entierra definitivamente a si misma. As¨ª, lo testimoniaban los corresponsales de EL PA?S, que tras la votaci¨®n de la resoluci¨®n, recog¨ªan en estas p¨¢ginas la perplejidad de algunos embajadores all¨ª presentes; quienes al margen de las instrucciones o consignas recibidas, no pod¨ªan ocultar su asombro, afirmando incluso que se hab¨ªa producido "el suicidio del Consejo de Seguridad", y con ¨¦l, a?adimos aqu¨ª, la muerte cl¨ªnica de toda la organizaci¨®n.
Si un pa¨ªs o grupo de pa¨ªses poderosos puede invadir a otro, adem¨¢s pobre e indefenso, y masacrar a miles de inocentes entre los invadidos; para que a continuaci¨®n la ONU, en representaci¨®n de la Comunidad Internacional, otorgue su benepl¨¢cito a la situaci¨®n pol¨ªtica derivada de tal invasi¨®n; algo que no hab¨ªa sucedido nunca; la ONU no s¨®lo se declara a s¨ª misma irrelevante; sino que reniega expresamente de su propia naturaleza, de su propia esencia y de su propia finalidad, definidas en la Carta Magna que le dio la vida. Y quien renuncia a su propia esencia o a su propia vida, se suicida o simplemente certifica su propia defunci¨®n. Ya no cabe ni tan siquiera decir que el Derecho Internacional es s¨®lo papel mojado o que la ONU ha fracasado o se encuentra en crisis; porque eso presupone reconocer alg¨²n tipo de virtualidad a dicha organizaci¨®n. Ya no cabe proponer una reforma global de la ONU, como hasta hoy ven¨ªamos proponiendo algunos desde hace ya tiempo; por que de poco o nada sirve tratar de acabar con el derecho de veto o con la soberan¨ªa absoluta de los Estados, si la fuerza y la coacci¨®n son las razones ¨²ltimas de la legalidad ahora vigente. Porque no se olvide que sobre tales argumentos se sustenta la idea de la guerra preventiva o de los "ataques anticipativos", en la deplorable versi¨®n del Presidente del Gobierno Espa?ol.
Si hay esperanza; si hay alg¨²n camino, ya no caben parches ni apa?os. El derecho internacional de ma?ana ha de ser diferente, nuevo y justo; porque lo que pueda pasar a partir de ese ma?ana, tambi¨¦n ha de ser necesariamente nuevo. Y habr¨¢ que empezar a construir ya ese futuro, o no lo habr¨¢ para nadie. Lo dec¨ªa el Nobel norteamericano Joseph E. Stigliz hace unos d¨ªas (EL PA?S, 17 de octubre) razonando su no a Bush: "Para lograr que el mundo sea pol¨ªticamente m¨¢s seguro y econ¨®micamente m¨¢s estable y pr¨®spero, la globalizaci¨®n pol¨ªtica deber¨¢ coger el ritmo de la globalizaci¨®n econ¨®mica; hay que extender m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales los principios de la democracia, la justicia social, la solidaridad social y el Estado de Derecho". Y para conseguir la vigencia a nivel mundial de estos principios y traducirlos en derechos, es necesaria una nueva organizaci¨®n mundial que adem¨¢s d¨¦ soluci¨®n a los problemas globales. Una nueva organizaci¨®n que recogiendo la rebeld¨ªa de Canc¨²n, expresada por los pa¨ªses menos desarrollados, y la sensatez y solidaridad de quienes desde los m¨¢s desarrollados, afirmamos nuestro compromiso con un mundo justo, propicie una verdadera refundaci¨®n de la ONU e incluso cambie su nombre. Por que ya no basta la idea de unidad. Es necesario algo m¨¢s fuerte; quiz¨¢ el compromiso con la justicia que refleja la idea de la solidaridad. Hay que ponerse a ello y reescribir entre todos el reto de la construcci¨®n de un verdadero orden internacional basado en la defensa de una paz justa, y en el que el derecho se alce como garant¨ªa del respeto, igualdad y solidaridad entre los Estados. Aplaudimos la iniciativa reformadora de Kofi Anan; pero quiz¨¢ llegue tarde.
Pero que nadie piense que el objetivo de conseguir una Organizaci¨®n Mundial de Naciones Solidarias, es algo ajeno a nuestras capacidades y responsabilidades. Si hoy decimos adi¨®s, a la ONU, es porque sus socios m¨¢s poderosos han decidido certificar su defunci¨®n en beneficio de pol¨ªticas aislacionistas y unilaterales; y si estos socios o Estados prepotentes, o sus gobiernos, pueden definir esta clase de pol¨ªtica, es porque nosotros, sus ciudadanos, apoyamos y bendecimos con nuestro voto y con nuestro silencio la misma. Y aunque parezca que no, en nuestra mano est¨¢ cambiar de pol¨ªtica y de gobierno, para tambi¨¦n cambiar el mundo.
Jos¨¦ Ram¨®n Ju¨¢niz. Abogados del Mundo.
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