Catch.-22
En la tribu de analistas hay ya pocas dudas de que la econom¨ªa mundial est¨¢ en recuperaci¨®n. El consenso de previsiones apunta a que en el tercer trimestre de este a?o la econom¨ªa americana crecer¨¢ el 4,8% sobre el trimestre anterior, y en promedio del a?o un 2,7% frente al 2,4% registrado en 2002. Aunque los indicadores de la vieja Europa y de Jap¨®n son menos estimulantes -crecimientos anuales en torno al 1%-, la actividad tambi¨¦n ha mejorado en los pa¨ªses emergentes de Asia y Europa, y en el mercado tambi¨¦n existe una percepci¨®n m¨¢s positiva del balance que presentar¨¢ Am¨¦rica Latina.
El balance global es, pues, implacable: la econom¨ªa mundial est¨¢ de nuevo creciendo a tasas por encima del 3%. La buena nueva no ha conseguido que economistas y autoridades econ¨®micas echaran las campanas al vuelo. Todo lo contrario. En la intimidad, los analistas m¨¢s bien prefieren cubrir sus apuestas se?alando las vulnerabilidades de la reactivaci¨®n y suscribiendo el ¨¢cido comentario que sobre la calidad de la recuperaci¨®n hizo en Dubai el que todav¨ªa entonces era el economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff: "Tenemos la mejor recuperaci¨®n que el dinero puede comprar".
Hasta despu¨¦s de las elecciones presidenciales americanas lo m¨¢s probable es que, por muchos que sean los desequilibrios, sigamos creciendo
Las razones de esta tibieza de esp¨ªritu no son nada misteriosas. Basta consultar las estad¨ªsticas para comprobar que el 50% del crecimiento mundial registrado desde el inicio del a?o 2001 se debe al empuje de Estados Unidos y China, y que el 93% del crecimiento norteamericano lo explica el consumo privado, lo que equivale a decir que un tercio del crecimiento mundial se asienta sobre el consumo de unas familias americanas que ahorran muy poco -apenas el 3,8% de su renta-, est¨¢n muy endeudadas -115% de su renta disponible- y tienen una riqueza neta fuertemente dependiente de la revalorizaci¨®n de su patrimonio inmobiliario.
Lo que en la intimidad se considera ins¨®lito es que esta recuperaci¨®n de la econom¨ªa americana no est¨¦ creando empleo, algo que en los ¨²ltimos cincuenta a?os tan s¨®lo ocurri¨® en los inicios de la reactivaci¨®n que presidi¨® el padre del actual presidente de EE UU. La gran capacidad pedag¨®gica que se atribuye a las derrotas electorales y la inquebrantable voluntad de los hijos de no seguir las huellas de los padres probablemente expliquen por qu¨¦, en esta ocasi¨®n, se han puesto en marcha pol¨ªticas econ¨®micas que, pese a la no creaci¨®n de empleo, est¨¦n consiguiendo que la renta disponible de las familias americanas crezca: los muy bajos tipos de inter¨¦s mantienen el servicio de la deuda privada en el mismo nivel que cuando aquella supon¨ªa el 70% de su renta, y las reducciones de impuestos, el aumento de las transferencias y el crecimiento de los salarios p¨²blicos explican por s¨ª solos el 60% del crecimiento de la capacidad de gasto de los consumidores norteamericanos. La contrapartida de todas estas pol¨ªticas es que, seg¨²n la OCDE, el d¨¦ficit p¨²blico americano rozar¨¢ en 2003 el 5,4% del PIB, an¨¢logo al de los peores a?os de Reagan. Es mucho dinero. Y buena parte lo est¨¢n aportando los inversores internacionales que financian la contrapartida de todo lo anterior: un d¨¦ficit de balanza por cuenta corriente que este a?o oscilar¨¢ entre el 5% y el 6% del PIB. La mayor parte de ese ahorro externo se capta a trav¨¦s de la emisi¨®n de bonos privados y p¨²blicos en los mercados internacionales, mayoritariamente suscritos por Europa y, m¨¢s recientemente, por Jap¨®n y China, pa¨ªses que tratan de evitar que sus super¨¢vit comerciales conduzcan a la apreciaci¨®n de sus monedas. Para ello intervienen en los mercados de divisas y acumulan reservas que invierten en bonos del Tesoro americano.
No es un mal arreglo. Lo que est¨¢ por ver es que pueda sostenerse indefinidamente. Para crear empleo, EE UU necesita que sus empresas recuperen cuota de mercado interno, algo que a muy corto plazo s¨®lo se puede conseguir con crecimientos vertiginosos de la productividad, medidas proteccionistas o con la apreciaci¨®n de las monedas de sus proveedores externos, algo que, si llegara a ocurrir, har¨ªa que los pa¨ªses con super¨¢vit comercial dispusieran de menos reservas internacionales para seguir comprando el papel americano. En ese escenario, o bien los tipos de inter¨¦s a largo plazo americanos tendr¨ªan que subir, o bien las familias tendr¨ªan que gastar menos. En definitiva, un apasionante Catch.-22, una elecci¨®n en la que cualquier soluci¨®n tiene costes. Hasta despu¨¦s de las elecciones presidenciales americanas, lo m¨¢s probable es que, por muchos que sean los desequilibrios, sigamos creciendo. O, como dir¨ªamos en La Mancha, que ni cenemos, ni se muera padre.
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