Ni Ibarretxe ni Aguirre votan en Catalu?a
"Pensando en marzo, para nosotros era fundamental ganar Madrid. En Catalu?a, pase lo que pase, ser¨¢ malo para el PSOE. Si el PSC pierde es, obviamente, un desastre. Si gana y se al¨ªa con Esquerra, vamos a ir a saco. Y esto les har¨¢ mucho da?o ante el electorado e incluso provocar¨¢ que salga alguna voz cr¨ªtica dentro del propio PSOE". Lo dice un ministro del PP. En este curso tan cargado de elecciones los caminos se cruzan. Mientras Catalu?a sigue en estado de interminable vigilia electoral, en otros lugares de Espa?a han pasado cosas importantes. Ibarretxe ha presentado su plan -propuesta es el nombre t¨¦cnico correcto para protegerle de recursos precipitados- al Parlamento vasco. Y el PP ha recuperado la Comunidad de Madrid, que hab¨ªa perdido en mayo. ?Cabe esperar que estos dos acontecimientos influyan en las elecciones catalanas? Muy poco. Son dos noticias que llegan ya muy amortizadas. Del plan Ibarretxe se viene hablando -y peleando- desde hace meses. ?Qu¨¦ puede ocurrir en las tres semanas que quedan? ?Que el PP capitalice su fervor constitucionalista y robe alg¨²n voto a CiU por un lado o al PSC por otro? ?Que Carod obtenga alg¨²n beneficio por haber defendido siempre el plan Ibarretxe? En cualquier caso, ser¨ªa todo bastante marginal, aunque nada es despreciable en unas elecciones cuya decisi¨®n final puede venir de una suma de peque?os detalles. M¨¢s amortizada est¨¢ todav¨ªa la crisis de la Comunidad de Madrid. La derrota del PSOE se daba por descontada y, en cualquier caso, el momento de verg¨¹enza fue la fuga de los tr¨¢nsfugas y la mala gesti¨®n que de ella se hizo. Pero esto fue antes del verano y, en principio, ya deber¨ªa estar contabilizado. Se equivocar¨ªan el PP y CiU si dieran mucha cuerda a este episodio: dada la sensibilidad antipepera de los catalanes, Maragall a¨²n podr¨ªa sacar alg¨²n peque?o r¨¦dito de las desgracias del PSOE.
Si el impacto electoral en Catalu?a de estos dos acontecimientos parece ser escaso, no lo van a ser en absoluto las consecuencias de futuro. La iniciativa de Ibarretxe es m¨¢s grave por el contexto que por el texto. El texto en s¨ª -cuidadosamente maquillado respecto de borradores anteriores- desborda la legalidad vigente, en su pretensi¨®n de imponer la decisi¨®n de una parte sobre el todo, pero es relativamente moderado en su contenido. La m¨²sica general est¨¢ inspirada en algo que produce escalofr¨ªo: la distinci¨®n entre ciudadan¨ªa y nacionalidad, un artefacto legal que confirma la atracci¨®n del nacionalismo vasco por el etnicismo y que pretende visualizar la dualidad de la sociedad vasca. Es una idea tenebrosa pero perfectamente coherente con un pre¨¢mbulo que repasa, muy deprisa, toda la mitolog¨ªa tradicional de los derechos hist¨®ricos del pueblo vasco, su identidad propia y su condici¨®n de depositario de un patrimonio hist¨®rico, social y cultural singular como modo de fundamentar lo democr¨¢tico en lo predemocr¨¢tico. Con todo, el problema no est¨¢ tanto en la letra como en el contexto. Ibarretxe rompe el principio aceptado por todas las fuerzas pol¨ªticas de que cualquier cambio institucional de envergadura se har¨¢ por consenso. Como dice Kepa Aulestia, "Ibarretxe juega esta carta sabiendo que lleva a la frustraci¨®n jur¨ªdica pero que le da la victoria pol¨ªtica". Es decir, el lehendakari no cifra sus objetivos en la ley, sino en los hechos. Y ¨¦sta es una ruptura completa del pacto democr¨¢tico. A los partidos catalanes corresponder¨¢ garantizar que la presi¨®n que el proceso vasco pueda hacer sobre sectores nacionalistas no rompa la l¨®gica de consenso compartida desde el inicio de la transici¨®n. No hay reforma estatutaria sin amplio consenso.
Sobre las elecciones de Madrid, un dato que deber¨ªa hacernos reflexionar como catalanes: la participaci¨®n -a pesar de tratarse de una repetici¨®n- ha sido cinco puntos superior a la de las elecciones auton¨®micas catalanas de 1999. Por lo dem¨¢s, el PSOE ha vuelto a ver c¨®mo se esfumaban aquellas decenas de miles de votos que marcan la diferencia entre ganar y perder. Y esto significa que no ha conseguido recuperar la confianza necesaria para gobernar. Era dif¨ªcil confiar con un cabeza de lista que llev¨® dos tr¨¢nsfugas en su cartel. Pero el PSOE se empecin¨® en asumir el papel de v¨ªctima y de gastar todas las energ¨ªas en denunciar una trama que nunca consigui¨® probar, de modo que se olvid¨® de asumir las propias responsabilidades. Con la alcald¨ªa y la Comunidad de Madrid en sus manos, el PP tiene mucho poder para conservar el feudo de la capital. Madrid y Valencia han sido los trampolines del PP hacia el poder absoluto y los obst¨¢culos que acabaron mandando al PSOE a la oposici¨®n. Y mientras el PSOE no rompa la muralla popular en estos dos territorios, sus expectativas ser¨¢n limitadas. El resultado, previsto pero algo m¨¢s apretado de lo que dec¨ªan las encuestas, servir¨¢ para que Simancas se parapete en la FSM y la imprescindible limpieza de este lodazal se siga aplazando. El mill¨®n de votos conseguido en Madrid no deber¨ªa deslumbrar a Zapatero. La cifra ser¨ªa buena sin el fiasco de mayo. Pero de momento, a lo sumo, le garantiza un digno segundo puesto en marzo. Y no creo que sea ¨¦ste su objetivo. Por tanto, las consecuencias del resultado de Madrid son importantes para el d¨ªa siguiente de las elecciones catalanas, en la medida en que acercan al PP a un nuevo ¨¦xito en marzo. Lo cual alejar¨ªa cualquier posibilidad de reforma estatutaria. Y podr¨ªa comprometer seriamente alianzas futuras, por ejemplo, entre Esquerra y CiU.
Consecuencias electorales, pocas; consecuencias de futuro, varias. As¨ª puede entenderse el impacto en Catalu?a de estos dos hechos sonados: el nuevo paso hacia delante del plan Ibarretxe y la victoria de Esperanza Aguirre. Unas elecciones catalanas tienen suficientes claves internas como para que los cantos que vienen del norte y del centro lleguen bastante atenuados. Las letras de las canciones eran demasiado conocidas como para provocar grandes sobresaltos.
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