El Estado, el PP y los valencianos
Durante siglos el Estado fue algo ancho y ajeno para los valencianos, y acaso para m¨¢s gentes de esta entra?able y anchurosa pen¨ªnsula. Ahora se le quiere reducir, menguar, achicar en sus componentes solidarios. Al Estado, me refiero. A la vez que algunos anacr¨®nicos se aprestan a afilar sus aristas m¨¢s feroces, las residuales. De la mano de la derecha montaraz y asilvestrada, que es la ¨²nica que alumbraron siglos de intolerancia.
Ancho y ajeno el Estado, cuando se resum¨ªa en el servicio militar obligatorio, en las cuotas y dem¨¢s sevicias que soportaron nuestros ancestros. O en el resumen oprobioso de la Fiscal¨ªa de Tasas, no tan antigua como para borrar la memoria. O las licencias de exportaci¨®n, objeto de un tr¨¢fico tan lucrativo como bestia. Y las "contribuciones", sobrevenidas en las espaldas de pecheros de siglos antiguos, incluido el pasado, el XX. Estado ancho y ajeno, hasta en la lengua con que se trataba de comunicar desde el inicio del siglo XVIII con los contribuyentes, sujetos pasivos siempre.
"La 'convergencia' con la media estatal se aleja, m¨¢s y m¨¢s, del horizonte valenciano"
Luego est¨¢ el otro Estado, el breve y republicano con sus afectos locales en un primer intento de contribuir a la solidaridad com¨²n. O las formulaciones, tras el largo par¨¦ntesis igual de bestia, de un Estado equitativo que diera paso a la secuencia ciudadano-contribuyente-usuario, y a la solidaridad entre los territorios o entre las generaciones. Esto es, el Estado que realmente debiera existir, garante de los derechos y de las igualdades entre todos sus ciudadanos. Un Estado que acogiera la pluralidad realmente existente, y capaz de garantizar a todos sus ciudadanos el acceso igual a los servicios, a la distribuci¨®n del esfuerzo entre los segmentos de la poblaci¨®n y entre los territorios que lo componen. El estado que edificaron, al amparo de la Constituci¨®n y los Estatutos, los gobiernos socialistas.
Hace unos d¨ªas vimos la atenci¨®n que presta este Gobierno neocon -de neoconservador de privilegios antiguos-. Proyectos que duermen el sue?o injusto para una ciudadan¨ªa que los reclama, lo que no es obst¨¢culo para su reedici¨®n anual en los Presupuestos Generales del Estado, y su publicitaci¨®n ad nauseam por parte de los altavoces partidarios y medi¨¢ticos. Es decir, ninguna atenci¨®n. Con el desprecio, adem¨¢s, a la capacidad de razonar y a la inteligencia de la ciudadan¨ªa.
No viene de un a?o, si se nos permite la expresi¨®n. Viene de la ausencia reiterada de identificaci¨®n de esta ciudadan¨ªa con un Estado que a lo sumo la halag¨® cuando las vacas eran m¨¢s que flacas, y que la despreci¨® en todo caso por la aceptaci¨®n de un car¨¢cter subalterno, sucursal, de parte de sus ¨¦lites, econ¨®micas en primer lugar, culturales casi siempre, y pol¨ªticas las m¨¢s de las veces.
As¨ª seguimos alimentando enemigos vecinales, tal los catala¨²nicos invasores, por cierto uno de nuestros or¨ªgenes, y no hincamos el diente en quienes, a lo largo de una historia que ahora quiere reescribirse, responden con sus recortes y amenazas a lo que es un esfuerzo tenaz de un pa¨ªs ¨¢spero y sin recursos, abocado a la emigraci¨®n salvaje -a Argelia, a Francia, que no hace tanto tiempo- y que sin embargo ha construido un tejido industrial, de actividad econ¨®mica que nos hace aparecer en ventaja relativa. Pag¨¢ndola. Que de eso van los Presupuestos de un estado que se nos aleja.
Sobre una superficie que no supera el 4,5% de la del Estado, sobrevive algo m¨¢s del 10% de su poblaci¨®n, en una composici¨®n que refleja, por fuerza, las dimensiones de todos los ¨¦xodos interiores. Con imaginaci¨®n y dedicaci¨®n, aportan casi el 10% del PIB, y, aunque menguando un 13% de las exportaciones del susodicho Estado. Artima?as contables de por medio, el saldo fiscal, esto es, lo que pagamos por lo que recibimos, parece que no se ha correspondido jam¨¢s con el esfuerzo de estas gentes. Y hay que preguntarse, si el descenso en las participaciones no tiene que ver con la desatenci¨®n de este Estado en cuanto a infraestructuras para la competencia. Tiempo habr¨¢ para responder a esta y otras preguntas.
Los n¨²meros no son los hechos, como les gustar¨ªa a m¨¢s de uno de los tecn¨®cratas de ayer o de hoy. A lo sumo alcanzan a permitirnos comprender algo mejor la realidad. As¨ª los Presupuestos del Estado, cada vez m¨¢s ajeno y sin embargo m¨¢s feroz en sus expresiones residuales. El gr¨¢fico lo ilustra, pero los indicadores de la VII Legislatura que comienza en 2000 son elocuentes: 3,75% en 2001, 5,5% en 2002, 8,22% en 2003..., de lo presupuestado. Ning¨²n esfuerzo continuado para suplir las carencias, desde el corredor mediterr¨¢neo a la movilidad urbana. Lo que unido al crecimiento de los dem¨¢s puede contribuir a explicar nuestro retroceso en la participaci¨®n en el PIB o la ca¨ªda de competitividad de esta tierra.
El desprecio por la inteligencia de la ciudadan¨ªa comienza con el an¨¢lisis de la ejecuci¨®n real de las cifras presupuestadas. Tuve ocasi¨®n de referirme a ello (EL PA?S Comunidad Valenciana, 5 de octubre de 2003). Un enga?o. Como el que ahora nos proponen para 2004.
Esto es, los ciudadanos y ciudadanas de la Comunidad Valenciana, merced a los ¨ªmprobos esfuerzos "populares" seguimos avanzando con energ¨ªa... hacia la retaguardia. Acaso porque contamos con m¨¢s kil¨®metros de autov¨ªas gratuitas, o AVES en desbandada acudiendo a nuestro litoral. Tanto como se comprueba en la convergencia territorial que nos anuncian los Presupuestos m¨¢s incre¨ªbles de la historia reciente del pa¨ªs com¨²n.
Resulta clara la prioridad del Partido Popular. La pol¨ªtica, claro est¨¢, de inauguraciones virtuales, y la secundaria para su Gobierno, sus gobiernos, el de aqu¨ª tambi¨¦n. La "convergencia" con la media estatal se aleja, m¨¢s y m¨¢s, del horizonte valenciano. Se deduce un esfuerzo solidario que desde luego no se corresponde con las invectivas con que somos obsequiados los ciudadanos de Morella a Elx, y que los datos que se exponen ilustran con independencia de la circunstancia provincial. Esta Comunidad Valenciana, no cuenta en las cuentas del Estado, como intu¨ªan una y otra vez sus moradores a lo largo de la historia.
Tiempo habr¨¢, tambi¨¦n, para ilustrar nuestras contribuciones fiscales, incluidas las compensaciones interterritoriales o las aportaciones europeas. La cuesti¨®n dista de estar cerrada. Y acaso merecer¨ªa la atenci¨®n para encarar reformas del Estatuto m¨¢s all¨¢ de los maquillajes del poder "popular". Por ejemplo, de un cierto federalismo fiscal, solidario, en que un Senado mortuorio se convirtiera en c¨¢mara territorial.
Es lo malo que tienen las cifras, que contribuyen a entender los hechos, no a sustituirlos.
Desde luego el aznarato, y su vicar¨ªa zaplanista, no han contribuido, a la luz de los hechos, a la mejora de la autoestima ind¨ªgena. Si la ejecuci¨®n presupuestaria ya nos provocaba la hilaridad, las propuestas para 2004 se nos antojan irrisorias, mero escarnio... sucesivo al desprecio acumulado, por supuesto.
Si un d¨ªa nos pudo resultar ancho y ajeno el Estado, ahora, de la mano de la derecha, adem¨¢s se nos va. Precisamente cuando esta derecha enfatiza m¨¢s los residuos del estado.
Ricard P¨¦rez Casado es diputado socialista por Valencia.
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