La mat¨® porque era suya
O al menos eso cre¨ªa, cuando nadie tiene derecho a destruir algo aunque crea que le pertenece. Es algo muy hisp¨¢nico creer que las personas son propiedad de alguien, que puede disponer de su vida. El 25 de octubre de 2003 el PNV ha decidido rescindir el pacto de convivencia pol¨ªtica y enterrar el Estatuto de Autonom¨ªa, el marco pol¨ªtico (el primero y ¨²nico) que mayor perfil de identidad pol¨ªtica hab¨ªa otorgado al pueblo vasco y en cuya elaboraci¨®n cupieron nacionalistas y no nacionalistas. Se abre as¨ª, sin contar con los no nacionalistas -y precisamente por ello-, una crisis en el seno de la sociedad vasca que alcanza, como no pod¨ªa ser de otra manera, al sistema constitucional y puede alterar el actual modelo de descentralizaci¨®n del Estado si ¨¦ste no reacciona.
Pero sigue la mentira, el Gobierno vasco no aprob¨® nada, lo que se presenta a Atutxa es una comunicaci¨®n de Ibarretxe. No hay proyecto de ley, que a efectos pol¨ªticos es lo mismo pero que a efectos legales supone que a Atutxa, ya procesado, se le vuelve a cargar con el muerto.
Aunque haya sido un entierro oficiado tan s¨®lo por el nacionalismo, con IU de monaguillo, es evidente que el marco de convivencia ha sido volado, por mucho inter¨¦s que tengan las formaciones constitucionalistas -hoy las ¨²nicas estatutarias- en apuntalarlo. Le corresponde al Gobierno tripartito la enorme responsabilidad de acabar con un marco pol¨ªtico con la enajenada pretensi¨®n de imponer otro de imposible realizaci¨®n ante la legalidad espa?ola, la internacional, y, especialmente, la europea, todas ellas coherentemente imbricadas. Y la europea muy sensible tras su enorme responsabilidad por su pasividad ante la tragedia yugoslava.
Lo que se propone como alternativa al Estatuto no tiene la adhesi¨®n que logr¨® ¨¦ste hace 24 a?os -la de todos los partidos, excepto HB-, ni cuenta con el respaldo de las Cortes Generales. La actual propuesta, al carecer del apoyo necesario de los partidos nacionalista y de las Cortes Generales, adquiere en su presentaci¨®n por el nacionalismo m¨¢s un estilo de oferta preb¨¦lica que de marco para la convivencia. Sin lograr m¨¢s apoyos que los que ya ten¨ªa cuando puso en marcha su propuesta, el lehendakari no deb¨ªa haber forzado el proceso dando un paso adelante.
Sin embargo, como protagonistas de una tragedia escrita por el nacionalismo, sus personajes han seguido el gui¨®n conducidos por una angustia provocada ante acontecimientos pr¨®ximos: el fatal desenlace de ETA, su desaparici¨®n, y el cierre de cualquier pretensi¨®n hacia la independencia, m¨¢s all¨¢ del Estatuto, ante la pr¨®xima consolidaci¨®n europea con su Constituci¨®n plebiscitada por todos sus ciudadanos. El voluntarismo exacerbado asumido por el PNV de ETA durante el Pacto de Estella nos ha arrastrado a todos a este vac¨ªo. Un vac¨ªo facilitado porque la sociedad vasca no fue capaz de desligitimar pol¨ªticamente a ETA y a HB durante estos 24, ni al PNV, tras el bienio negro, en las elecciones del 13 de mayo de 2001. Ha tenido que ser la legalidad vigente la que realizara esta tarea.
Es evidente que corresponde a los dem¨®cratas desautorizar con argumentaciones racionales trazadas desde la Ilustraci¨®n la propuesta de nuevo sistema pol¨ªtico reci¨¦n presentado por los nacionalistas, pero no me cabe la menor duda de que los razonamientos no van a hacer la menor mella en un movimiento fundamentalmente emotivo, cargado de la enorme energ¨ªa que proporciona su primitiva ideolog¨ªa, basada en el milenarismo de un pueblo elegido con soberan¨ªa originaria, llamado a desprenderse de la supuesta opresi¨®n ejercida contra ¨¦l por todo lo espa?ol e, incluso, por la Rep¨²blica Francesa, sujeto de tanto agravio, v¨ªctima de la injusticia de no poder ser ¨¦l mismo, etc.
La experiencia ante los nacionalismo del siglo pasado, y la m¨¢s reciente extra¨ªda, de la crisis yugoslava, permite suponer la inmunidad del nacionalismo ante las argumentaciones de quienes considera sus genocidas, herederos del franquismo, o traidores. Se observa hist¨®ricamente que la capacidad de reflexi¨®n de las sociedades que los siguieron se produjo solamente cuando se vieron realmente derrotadas. Maldito el consuelo de los dem¨®cratas alemanes exclamando "ya lo dec¨ªa yo".
Quiz¨¢s lo importante sea considerar que el proceso abierto no tiene soluci¨®n, que las pretensiones nacionalistas van a chocar con el Estado y que este enfrentamiento va provocar un trauma de imprevisibles consecuencias. Digo imprevisibles porque bien podr¨ªa generar mayor rebeld¨ªa nacionalista, favoreciendo el renacer de ETA o, m¨¢s probablemente, la reacci¨®n de este nacionalismo privilegiado, acostumbrado al bienestar y a rentas altas, que con el shock quiz¨¢ se despierte de la enajenaci¨®n voluntarista y asuma de nuevo, hasta la siguiente, el statu quo espa?ol, europeo e internacional.
Porque, al fin y al cabo, todas las insurrecciones hist¨®ricas habidas en el Pa¨ªs Vasco no han sido por causas end¨®genas sino de ¨¢mbito espa?ol: carlismo frente a liberalismo, rebeli¨®n conservadora frente al Gobierno vasco republicano. S¨®lo ETA tiene label vasco de insurrecci¨®n armada, y no est¨¢ en sus mejores momentos. Los ¨®rdagos se responden con serenidad.
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