Yo no soy racista, pero...
Est¨¢ claro que la exclusi¨®n -como, por lo dem¨¢s, tantas otras cosas del orden del pensamiento- se dice de muchas maneras. Pero esta par¨¢frasis aristot¨¦lica no significa ¨²nicamente que presente diversos rostros, sino tambi¨¦n que nos referimos a ella de muy variadas formas, algunas incluso contrapuestas. Los dos libros que comentaremos a continuaci¨®n tratan de una espec¨ªfica forma de intentar justificar la exclusi¨®n, el racismo, forma a trav¨¦s de la cual podemos percibir, en un doloroso contraluz, la naturaleza de la ¨¦poca que nos ha tocado vivir, los trazos mayores que dibujan el particular perfil de nuestro mundo.
El concepto de exclusi¨®n suele utilizarse para describir la situaci¨®n de determinados grupos o sectores sociales que no consiguen integrarse en las sociedades occidentales de capitalismo avanzado, en el sentido de que ni encuentran acomodo estable en su red institucional ni tienen apenas posibilidades de alcanzarlo. El concepto, por tanto, va m¨¢s all¨¢ del de pobreza material y hace referencia a la ausencia de relaciones y de recursos disponibles como un rasgo caracter¨ªstico de los excluidos, a los cuales en ese sentido les definir¨ªa su extremada vulnerabilidad, vulnerabilidad derivada de su nulo peso pol¨ªtico y de la falta de reconocimiento social.
RACISMO Y DISCURSO DE LAS ?LITES / DOMINACI?N ?TNICA Y RACISMO DISCURSIVO EN ESPA?A Y AM?RICA LATINA
Teun A. van Dijk
Traducci¨®n de Montse Bast¨¦
Gedisa. Barcelona, 2003
334 y 205 p¨¢ginas. 19,13 y 9,90 euros, respectivamente
Por supuesto que, sin rebajar para nada su gravedad, conviene apresurarse a puntualizar que los procesos de exclusi¨®n no han venido a sustituir a otros procesos, asimismo muy caracter¨ªsticos de las sociedades modernas, sino que se han superpuesto, cuando no articulado, con ellos. El ¨¦nfasis en los peligros de la exclusi¨®n no debiera hacerse al precio de olvidar o considerar menos graves otras realidades, como la de la explotaci¨®n, la de la dominaci¨®n o la de la opresi¨®n. Todas ellas deben ser pensadas como procesos -de naturaleza heterog¨¦nea: econ¨®mica, pol¨ªtica, sexual u otra- que pueden darse simult¨¢neamente, y cuya compleja articulaci¨®n necesita ser analizada a la luz de las profundas transformaciones que en el mundo se han producido recientemente.
Teun A. van Dijk, antiguo titular de la c¨¢tedra de Estudios del Discurso en la Universidad de Amsterdam y en la actualidad profesor en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, es un ling¨¹ista con una notable trayectoria acad¨¦mica a sus espaldas.
El lector en lengua castella-
na pod¨ªa conocer sus anteriores La ciencia del texto, Discurso y literatura, La noticia como discurso, Ideolog¨ªa, Texto y contexto o Racismo y an¨¢lisis cr¨ªtico de los medios, am¨¦n de las compilaciones El discurso como interacci¨®n social y El discurso como estructura y proceso, obras todas ellas publicadas en distintas editoriales de nuestro pa¨ªs. La mera secuencia de estos t¨ªtulos resulta ya suficientemente indicativa del signo de su evoluci¨®n intelectual. De una atenci¨®n inicial hacia las dimensiones formales de la ling¨¹¨ªstica, hacia la gram¨¢tica, hacia la comprensi¨®n del discurso, etc¨¦tera, Van Dijk ha pasado a interesarse por los aspectos m¨¢s comprometidos de su saber, esto es, por la dimensi¨®n social de los discursos.
Dicho giro no debe entenderse como una fractura, sino m¨¢s bien como un proceso en el que el autor ha ido aplicando buena parte del instrumental categorial elaborado en sus primeros textos -aquella ciencia del texto entendida como disciplina transversal y plural- al an¨¢lisis de unos fen¨®menos colectivos, ante cuyo espectacular crecimiento no ha podido permanecer impasible. Van Dijk ha hecho referencia en alguna ocasi¨®n al a?o 1985 como el momento en el que las autoridades holandesas cambiaron radicalmente su actitud hacia la inmigraci¨®n, abandonando la antigua consideraci¨®n paternalista en la que el inmigrante era visto como un elemento ex¨®tico pero simp¨¢tico en su rareza, y sustituy¨¦ndola por un discurso en el que los tamils de Sri Lanka eran presentados como gentes interesadas y ego¨ªstas que, por a?adidura, pon¨ªan en peligro el Estado del bienestar.
Este modo concreto en que se da el pistoletazo de salida a un racismo m¨¢s expl¨ªcito no constituye un detalle irrelevante. Frente al t¨®pico que atribuye casi en exclusiva el surgimiento de tales actitudes a los propios sectores populares, afectados directamente por la competencia (laboral, en el uso de los servicios p¨²blicos, etc¨¦tera) de los reci¨¦n llegados, en Racismo y discurso..., Van Dijk pone el acento en la responsabilidad de las ¨¦lites. Son en particular las ¨¦lites que controlan los medios de comunicaci¨®n (y no s¨®lo en Holanda, por supuesto: en el otro libro que estamos comentando, Dominaci¨®n ¨¦tnica y racismo discursivo en Espa?a y Am¨¦rica Latina, se demuestra con creces que en el mundo hispano viene a ocurrir, con las variantes correspondientes, lo mismo) las que proporcionan a los sectores sociales m¨¢s sensibles la munici¨®n argumentativa para justificar su racismo. En el fondo, es l¨®gico que as¨ª sea: ellas conocen los mecanismos discursivos que permiten al racista potencial salvar la cara, a base de tirar la piedra y esconder la mano. O, dicho con algo m¨¢s de propiedad, le permiten una autopresentaci¨®n positiva que culmine en una presentaci¨®n negativa del otro. Es el caso, por poner s¨®lo un ejemplo, de lo que Van Dijk denomina disclaimers, esas frases acu?adas del tipo "yo no tengo nada contra los clientes negros, pero mis otros clientes...", "yo comprendo los problemas de los inmigrantes, pero...", "yo mismo tengo buenos amigos magreb¨ªes, pero hay que reconocer que, por su cultura, el moro...", que consiguen cumplimentar el requisito de lo pol¨ªticamente correcto sin por ello perder un ¨¢pice de su contenido objetivamente racista y excluyente. Porque de eso se trata, a fin de cuentas: de disponer de un procedimiento discursivo que legitime en la esfera de lo imaginario una particular forma de exclusi¨®n en el plano de lo real. Una coartada, en definitiva, no para evitar el mal, sino para perpetuarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.