Robert Wilson elogia la quietud y la serenidad en la escena con la ¨®pera 'Osud'
El director tejano monta la obra de Jan¨¢cek para el Real y ataca la pol¨ªtica de Bush
Su intenci¨®n no es provocadora, pero el resultado de muchas de sus obras s¨ª. Porque Robert Wilson (Waco, Tejas, 1944) despierta pasiones con su visi¨®n del teatro lleno de lentitud, paz y b¨²squeda interior en una ¨¦poca hist¨¦rica. "Muchas personas no digieren bien esa manera de presentar las cosas, pero yo creo que la quietud est¨¢ llena de m¨²sica", afirma este director de escena, uno de los mejores del mundo, que ha montado para el Teatro Real de Madrid la ¨®pera Osud (El destino), de Leos Jan¨¢cek. El espect¨¢culo se estrena hoy con direcci¨®n musical de Jos¨¦ Ram¨®n Encinar y un reparto de cantantes checos.
"En un pa¨ªs donde el 60% de los congresistas no tienen pasaporte, qu¨¦ podemos esperar"
Ha llegado a Madrid algo griposo, pero con ganas de contar su visi¨®n del teatro y la vida. "Mi escuela durante m¨¢s de 35 a?os ha sido la calle", se presenta Bob Wilson, referente del teatro mundial, agitador de conciencias, creador de un estilo propio, gran renovador de la escena en todo el mundo, que ayer present¨® su montaje de Osud, una ¨®pera poco explorada de Jan¨¢cek, que el Real coproduce con el Teatro Nacional de Praga y que estar¨¢ en escena desde hoy hasta el 19 de noviembre.
No se dej¨® nada en el tintero Wilson en su presentaci¨®n de ayer. Habl¨® durante dos horas y media, salvo algunas intervenciones del maestro Encinar, que present¨® el montaje a su lado y que luego qued¨® tambi¨¦n hipnotizado por el discurso de este artista estadounidense provocador y predicador. No era para menos, porque Wilson cont¨® su visi¨®n f¨ªsica y arquitect¨®nica de la escena, sus trucos para relajar a los espectadores, "que entran al teatro desde la vor¨¢gine y la velocidad", dice, para que se tranquilicen con la luz y una acci¨®n medida; relat¨® sus experiencias como educador de ni?os de la calle y disminuidos ps¨ªquicos en Nueva York; su huida de la Am¨¦rica profunda, aquella en la que "ir al teatro era pecado"; confes¨® abiertamente c¨®mo su condici¨®n homosexual le da "coraje" para la vida, y remat¨® con una cr¨ªtica feroz a la pol¨ªtica de su paisano George W. Bush.
La belicosidad de su Gobierno no casa con la paz que Wilson busca y trata de mostrar en su trabajo: "Es una verg¨¹enza, es monstruoso. Yo le entiendo, soy de Tejas, y en Tejas todo es ley y orden, blanco y negro, indios y vaqueros, como dec¨ªa mi padre. Pero un presidente de Estados Unidos que no haya viajado, que s¨®lo haya salido de su pa¨ªs antes de tomar el cargo para ir a M¨¦xico es imposible de admitir". Y sigui¨®: "No viajamos.Bush fue a Francia un d¨ªa y entender a los franceses, que son muy especiales, lleva tiempo. Y ah¨ª se present¨® este Bugs Bunny tejano". Pero es producto del entorno: "En un pa¨ªs donde el 60% de los miembros del Congreso no tienen pasaporte, qu¨¦ podemos esperar. Cuando invadimos Granada, a la gente le daba igual que fuera Groenlandia. Y luego esa forma que tiene de dirigirse a la gente. Habla al p¨²blico, no con el p¨²blico".
Todo an¨¢lisis de una actuaci¨®n y un comportamiento le sirve. Lo mismo para sus montajes de musicales vanguardistas, como fue aquel primer ¨¦xito suyo de Einstein on the beach, que para las ¨®peras abstractas que hizo con Philip Glass, con quien as¨ª mismo mont¨® Corvo branco en el Real en 1998; incluso tambi¨¦n para sus incursiones en los repertorios cl¨¢sicos, su Hamlet en teatro o su Aida, de Verdi, y su Madama Butterfly, de Puccini, en ¨®pera. Estas ¨²ltimas han sido peque?as traiciones a s¨ª mismo y a su desprecio al realismo. "Odio el realismo, me resulta artificial, pero decid¨ª probarlo porque hago los proyectos que muchas veces creo que no debo hacer", asegura.
El caso es que siempre se mete a fondo en ellos fiel a su estilo, como un cruzado de una est¨¦tica y una visi¨®n del mundo muy propias y que ha mamado de todas partes, de su formaci¨®n de empresario, jurista, arquitecto, pintor, m¨²sico, profesor, psic¨®logo, un c¨®ctel inmenso que es el magma de su creatividad. ?stas son algunas de sus recetas: "La escena para m¨ª es arquitectura. En ellas hay que cruzar tiempo y espacio. El tiempo es una l¨ªnea que va al centro del mundo. Luego est¨¢n la horizontalidad y la verticalidad, con ellas se construye la arquitectura de la escena, que es una m¨¢scara. Cada espacio aguanta lo suyo y luego ah¨ª se debe interiorizar el sentido musical".
?sa es la clave: crear un espacio para que la m¨²sica penetre con toda la fuerza. "Cuando escucho m¨²sica cierro los ojos y me concentro plenamente en lo que escucho. Mis espect¨¢culos buscan crear un espacio en el que se pueda escuchar la m¨²sica con la misma intensidad que nos llega cuando cerramos los ojos", afirma.
Un mundo m¨¢gico en cada apuesta, un viaje, un sue?o donde se penetra en las contradicciones del sonido y el movimiento: "La quietud es movimiento y el silencio es sonido", afirma. Buscar ese movimiento enclaustrado en una estatua, escuchar el silencio, es la ambici¨®n m¨¢xima de Wilson.
Lo contaba ayer de pie, con gritos, con sonidos guturales, al tiempo que impart¨ªa sus teor¨ªas sobre el cuerpo y las orejas. "No se escucha con las orejas, se escucha con el cuerpo. El cuerpo oye", dice Wilson, y lo tiene comprobado con Raymond. A Raymond lo encontr¨® Wilson en las calles de Harlem, en Nueva York. "Ten¨ªa 13 a?os, era sordo y no ten¨ªa futuro. Todos me dec¨ªan que jam¨¢s me dar¨ªan su custodia. Pero lo adopt¨¦ despu¨¦s de convencer a un juez dici¨¦ndole que, si no me lo daban, acabar¨ªa en la c¨¢rcel y eso le iba a costar un mont¨®n de dinero al Estado de Nueva Jersey".
Con Raymond, Wilson explor¨® un mont¨®n de experiencias teatrales. "Una vez le grit¨¦ y no me contestaba, ten¨ªa que tocar el suelo para que le llegaran las vibraciones. Pero un d¨ªa imit¨¦ su voz de sordomudo, se dio la vuelta y me sonri¨® porque me hab¨ªa o¨ªdo. Su cuerpo hab¨ªa captado mi sonido, que era como su propio lenguaje, y me contest¨® como sorprendido pensando: vaya, por fin uno que habla el mismo idioma que yo". Raymond se salv¨® del trullo, pero debi¨® de acabar harto de sus experimentos de escena: "Ahora es un t¨ªo serio, tiene una novia, un buen trabajo, un Buick estupendo y no le interesa nada el teatro", zanja Wilson.
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