El factor independencia
La independencia atrae. Entre los confusos movimientos de intenci¨®n de voto de las ¨²ltimas semanas, un dato destaca en las encuestas del Instituto Opina: un 30% de los encuestados se muestran favorables a la independencia de Catalu?a. Es una proporci¨®n muy relevante, casi el doble de la que hab¨ªan dado encuestas anteriores: 17%.
La apuesta por la independencia desborda por tanto el espacio electoral de Esquerra Republicana de Catalunya, el ¨²nico partido que lleva el independentismo como bandera. ?Crece el independentismo, crece la insatisfacci¨®n con el modelo auton¨®mico o crece el descontento con el trato del Gobierno popular a Catalu?a? Probablemente, las tres cosas. Sin duda, muchos de los que ahora contemplan la independencia como una opci¨®n deseable no lo hacen desde un compromiso ideol¨®gico firme, sino desde el malestar por una situaci¨®n -la de Catalu?a en el marco espa?ol- que parece encallada. Las propias encuestas del CIS demostraban meses atr¨¢s que desde que el PP est¨¢ en el poder ha aumentado hasta duplicarse el n¨²mero de los que piensan que el Estatuto es insuficiente y hay que renovarlo. Desde hace un par de a?os, desde diversas instituciones de la llamada sociedad civil, se han o¨ªdo pronunciamientos sobre las limitaciones de Catalu?a para poder aspirar a un lugar relevante en el mundo globalizado. Este malestar, que pod¨ªa parecer que s¨®lo resid¨ªa en las ¨¦lites econ¨®micas, intelectuales y pol¨ªticas, se est¨¢ extendiendo. Empieza a cundir la idea de que la pertenencia a Espa?a es un mal negocio para Catalu?a. Y en este mundo posmoderno, en el que s¨®lo vale la cuenta de resultados, lo peor que le puede ocurrir a cualquier instituci¨®n -en este caso, el Estado de las autonom¨ªas- es que se la considere ineficiente. El PP lleg¨® con la bandera de la unidad de Espa?a y se encuentra con que tanto en el Norte como en el Este el independentismo tiene m¨¢s adeptos que nunca. ?Qu¨¦ ha pasado?
Catalu?a vive un final de etapa con cierta confusi¨®n. Los dos principales partidos -PSC y CiU- est¨¢n a la baja, los tres peque?os -PP, Esquerra, IC- han dejado de serlo en la medida en que los dos grandes ya no se bastan para decidir qui¨¦n gobernar¨¢. El PP -el m¨¢s fuerte fuera de Catalu?a- es el peor colocado, porque aunque crezca parece condenado a un papel parlamentario marginal. El final del pujolismo coincide con cierta sensaci¨®n de estancamiento, sin duda agudizada por el agresivo triunfalismo aznarista. La sensaci¨®n de que el pujolismo deja a Catalu?a consolidada en lo simb¨®lico -que el catal¨¢n sea la lengua de estatus es probablemente el mayor ¨¦xito de Pujol-, pero con d¨¦ficit muy serios en las infraestructuras b¨¢sicas y en los instrumentos necesarios -educaci¨®n e investigaci¨®n- para la creaci¨®n de valor a?adido, coincide con la impresi¨®n creciente de que el Gobierno espa?ol encadena los obst¨¢culos para limitar la capacidad de decisi¨®n de Catalu?a y de que ¨¦sta figura siempre en un lugar secundario -y subordinado a Madrid- a la hora de las inversiones b¨¢sicas de futuro. Y en este punto crece el malestar.
Sin duda, desde Madrid se se?alar¨¢ a los dirigentes econ¨®micos y pol¨ªticos catalanes como responsables de alimentar este malestar y se insistir¨¢ en que el PP ha invertido m¨¢s que cualquier otro gobierno en Catalu?a. La ciudadan¨ªa ve el aeropuerto, ve el AVE, ve los peajes que paga y otras cosas m¨¢s que, por muchas cifras que se aporten, hacen dif¨ªcil de rebatir la sensaci¨®n de agravio comparativo. Pero hay adem¨¢s dos factores pol¨ªticos que tienen que ver con el hecho de que Catalu?a se distancie de modo creciente de una Espa?a en la que se siente inc¨®moda: la estrategia aznarista de la tensi¨®n y el modelo de Ibarretxe.
Jordi Pujol orden¨® un tipo muy particular de relaci¨®n entre Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco: mirar hacia el Norte de reojo. Nunca ha querido entrar a fondo en la cuesti¨®n vasca. Tanto ¨¦l como Mas han evitado pronunciarse sobre el plan Ibarretxe. Es una estrategia temerosa, dictada por un miedo razonable a que el modelo vasco contaminara al catal¨¢n. Pero en pol¨ªtica, como en la vida, las cosas que no se afrontan abiertamente acaban produciendo quistes y disgustos. El plan Ibarretxe puede despertar algunas expectativas por mimetismo en Catalu?a. Sin embargo, ser¨ªa fundamentalmente en territorios ya conquistados por el independentismo y, por tanto, con poca relevancia para explicar el crecimiento espectacular del inter¨¦s por la independencia.
El factor pol¨ªtico m¨¢s relevante para el desencadenamiento de voluntades centr¨ªfugas en Catalu?a es la estrategia de la tensi¨®n que ha guiado la acci¨®n pol¨ªtica de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Fue en 1993, si mal no recuerdo, cuando Pedro Arriola, el principal asesor de c¨¢mara de Aznar, desarroll¨® la tesis de que en Espa?a la estrategia de la tensi¨®n siempre beneficiar¨ªa a la derecha, y Aznar la ha aplicado al pie de la letra sin reparar en gastos. Ya en el mismo 1993, al perder las elecciones, el PP se permiti¨® poner en duda los resultados en una escena lamentable del balc¨®n de G¨¦nova que oblig¨® a intervenir a la misma Zarzuela. La tensi¨®n fue la estrategia escogida para ganar en 1996. La tensi¨®n ha sido la estrategia seguida contra el nacionalismo vasco. La tensi¨®n ha sido la estrategia con la que se han abordado los momentos cr¨ªticos que el PP ha pasado en la ¨²ltima legislatura, desde la huelga general hasta el Prestige, desde la guerra de Irak hasta las elecciones municipales. La tensi¨®n tiene acu?ada una vieja f¨®rmula: la Espa?a una contra la coalici¨®n social-comunista-separatista. Estrategia que, como todo el mundo sabe, ser¨¢ la base de la campa?a electoral del PP para marzo pr¨®ximo si Maragall gobierna con Esquerra e IC. Esta estrategia de la tensi¨®n ha ahondado la fractura entre Catalu?a y Espa?a y es la causa principal de que en este momento la independencia crezca como opci¨®n plausible para muchos catalanes.
Felipe Gonz¨¢lez ha acudido inmediatamente al quite: "Hay que votar a Maragall para evitar que el PP disgregue Espa?a". Es un respaldo a la apuesta de Maragall, pero es tambi¨¦n un mensaje para motivar a la parte m¨¢s resistente del electorado socialista. Porque hay un 30% que piensa en la independencia, pero hay un 40% que ni siquiera piensa en las elecciones catalanas, y se queda en casa.
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