?pica publicitaria
Los expertos confirman lo que ya sab¨ªamos, ?cielos!, la publicidad y los millones que cuesta -una cifra que, en algunos casos, nunca conoceremos- son un gasto tan in¨²til como imprescindible. Un derroche, si es cierto que s¨®lo el 20% no tiene claro que Maragall no es Mas, ni Carod es Saura, ni Saura es Piqu¨¦, o todo lo contrario. La buena noticia es que el resto de catalanes tiene criterio propio al margen de la campa?a: a lo largo del tiempo, han sabido observar lo que sucede. En este caso, la publicidad muestra dos opciones: o bien refuerza sus ganas de votar a quienes lo ten¨ªan ya decidido o bien se las quita. O sea, que ese gasto monumental de im¨¢genes y palabras repetidas es un arma de, al menos, triple filo.
En la cultura de la imagen parece que la publicidad es todo y a veces s¨®lo subraya lo obvio, lo in¨²til o, directamente, lo perjudicial. Por ejemplo, esa supersenyera, tan monumental como la bandera espa?ola que exhibi¨® Trillo en Madrid, que enmarca el m¨¢s repetido -insistente- anuncio electoral de Artur Mas. ?Era necesario que la senyera fuera tan enorme que la masa de gente que la acompa?a quedara empeque?ecida hasta casi desaparecer? La ¨¦pica por la ¨¦pica -masas diminutas + senyera gigante- es, a estas alturas, una caricatura despiadada de un mensaje evidente: la bandera, no la gente, lo justifica todo. Si a eso le sigue algo tan vago, obvio y gratuito como "S¨ª a Catalunya", la intenci¨®n aparece di¨¢fana: vamos a M¨¢s, Catalu?a es nuestra herencia.
No es que dude de la buena intenci¨®n, simplemente constato el hecho de que, sin Pujol, la bandera crece. Una lectura freudiana ver¨ªa en el gigantismo ¨¦pico del anuncio de Mas un s¨ªndrome de orfandad y un inquietante s¨ªntoma de pujolismo sin Pujol. A otros, en cambio, la cosa puede traspasarles directamente el coraz¨®n.
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