Entre el romanticismo y el surrealismo
Cuando apareci¨® La destrucci¨®n o el amor (Signo, 1935), cierta cr¨ªtica literaria coincidi¨® en reiterar que, dentro de la evoluci¨®n innovadora de la poes¨ªa de entonces -la de la generaci¨®n del 27-, ese libro de Vicente Aleixandre supon¨ªa una aportaci¨®n esencial. El juicio es categ¨®rico y quiz¨¢ precise de algunas matizaciones, justamente cuando se cumplen dos tercios de siglo de aquella primera edici¨®n. Releer ahora La destrucci¨®n o el
amor, con todos sus complejos y sugerentes aparejos expresivos, favorece efectivamente la impresi¨®n de que el tiempo transcurrido desde que apareci¨® ha afectado de modo sustancial a su sistema de se?ales. Pero ?qu¨¦ se ha ido desvaneciendo y qu¨¦ conserva su presunta vitalidad en ese primer tramo de la obra po¨¦tica de Aleixandre?
Habr¨¢ que empezar por situarse en aquellos a?os previos a la Guerra Civil, cuando lo que se entiende por vanguardias art¨ªsticas continuaba proporcionando un notable est¨ªmulo a aquellos pertinentes virajes de la poes¨ªa espa?ola. Ya hab¨ªan circulado o estaban a punto de hacerlo algunos libros can¨®nicos en este sentido: C¨¢ntico (1928), Romancero gitano (1929) y Poeta en Nueva York (fragmentariamente publicado en 1929), Sobre los ¨¢ngeles (1929), La voz a ti debida (1934) y La realidad y el deseo (1936). La poes¨ªa de Aleixandre participa de algunas de las innovaciones e indagaciones tramitadas en esos textos memorables. Pero hay algo que la dota de cierta inconfundible tonalidad, referida sobre todo a los recursos comunicativos, a la conducta art¨ªstica del poema. Aparte de lo que podr¨ªa ser un natural contagio ambiental, una decantaci¨®n del gusto a partir de dispositivos est¨¦ticos comunes, no hay demasiadas afinidades entre la lengua po¨¦tica usada por Aleixandre y la de sus compa?eros de generaci¨®n. Ni el l¨¦xico ni la sintaxis coinciden m¨¢s que en una subalterna voluntad expresiva, naturalmente opuesta a toda implicaci¨®n coloquial de la l¨®gica.
En La destrucci¨®n o el amor se fusionan los dos m¨¢s notorios rasgos de esa inicial etapa po¨¦tica de Aleixandre: el neorrom¨¢ntico y el surrealista. Aunque parezca una alianza imposible, es cierto que el surrealismo puede consistir en una resultante desmesurada del romanticismo, en su m¨¢s arriesgada vecindad con una situaci¨®n l¨ªmite. As¨ª comparece, al menos, en no pocos reductos de esta poes¨ªa. El aliento rom¨¢ntico de una tem¨¢tica preferentemente amorosa queda supeditado a una dicci¨®n de cu?o surrealista, o que aprovecha ciertas pautas formales del surrealismo, especialmente -ya se ha se?alado- a trav¨¦s de los mon¨®logos dram¨¢ticos de Lautr¨¦amont. El desbordamiento verbal, la elocuencia barroca, se contradice entonces con la contenci¨®n imaginativa; el apasionamiento tiende a desentenderse del control de la raz¨®n. Lo cual contribuye a que a veces se note como un desajuste entre esos dos singulares artificios ret¨®ricos, como si el poeta quisiera expresarse por medio de una lengua de tradici¨®n figurativa y su misma exuberancia estil¨ªstica lo inclinara al informalismo.
Hay una vertiente argumental en La destrucci¨®n o el amor que destaca de modo espec¨ªfico y que remite a ciertos matices de bestiario. En efecto, la referencia a una fauna concreta -tigre, le¨®n, elefante, perro, p¨¢jaros, peces, insectos...- resulta m¨¢s bien llamativa, pero es que adem¨¢s el poeta dedica sendos poemas a la cobra, al escarabajo, al ¨¢guila y al pez espada, lo que ya parece responder a una perseverante preocupaci¨®n por buscar v¨ªnculos, interferencias aleg¨®ricas entre el mundo irracional de los animales y el racional del hombre. Por supuesto que no se produce el menor desv¨ªo conceptual hacia la f¨¢bula propiamente dicha. Se trata sin m¨¢s de un pretexto metaf¨®rico para articular -estilizar- una serie de im¨¢genes en torno a cierta pesimista noci¨®n de la experiencia vivida: la del poeta inmerso en una realidad hostil con la que se siente sensiblemente enemistado.
Escrib¨ªa Aleixandre en la Confidencia literaria que figura en la segunda edici¨®n de La destrucci¨®n o el amor (Alhambra, 1945) que "vida y obra son, qui¨¦rase o no, en cierto tipo de poeta al menos, inseparables e indivisibles". Es muy probable. Pero resulta dif¨ªcil rastrear esa conexi¨®n, aunque sea por tanteos, en el lujurioso entramado po¨¦tico de Aleixandre. Es como si el consabido pante¨ªsmo que fluye desde la interioridad de esta poes¨ªa no dejase ver m¨¢s all¨¢ de su pura belleza ornamental. La denodada b¨²squeda de equivalencias entre la realidad vivida y la realidad generada en el poema no siempre se produce sin alguna complicidad irracionalista. Y eso condiciona en cierto modo el equilibrio comunicativo, a?ade alguna deliberada opacidad a la seductora gesti¨®n po¨¦tica del lenguaje.
Parece ser que, hoy por hoy, la poes¨ªa de Aleixandre ha atenuado su significaci¨®n como modelo literario. Pero a¨²n persevera el encanto de unas maneras po¨¦ticas -de una escritura art¨ªstica- que contin¨²a otorgando a La destrucci¨®n o el amor una primorosa ejemplaridad al margen de las leyes que regulan las modas literarias.
Babelia
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