El gran fest¨ªn cultural de Tur¨ªn en oto?o
'?frica: obras maestras de un continente', la joya de las exposiciones que se celebran en la ciudad

A Tur¨ªn siempre se ha ido fundamentalmente por cuatro tipos de razones: comerciales (Fiat y dem¨¢s empresas), futbol¨ªsticas (Juve), gastron¨®micas (vino, trufas y un largo etc¨¦tera) y religioso-esot¨¦ricas (la llamada S¨¢bana Santa y la tradici¨®n local de magia, arcanos y sociedades secretas). Pero el turismo convencional apenas se acerca. La ciudad, burguesa, m¨¢s suiza que italiana, carece de ruinas romanas y palacios renacentistas, queda al margen de las rutas y tiene un clima alpino. Cuando se vuelca en manifestaciones culturales, como este oto?o, lo hace de forma masiva pero apacible.
La exposici¨®n africana del Museo C¨ªvico de Arte Moderno y Contempor¨¢neo constituye la gran sorpresa. Lo fue incluso para su principal promotor, el arquitecto Ferdinando Fagnola, coleccionista de arte africano. "Esto se hizo a la italiana", explica, "y sali¨® bien por una suma de casualidades", una confluencia de muestras y colecciones coronada con el patrimonio de Nigeria, el mejor del continente.
Renzo Piano presenta el experimento 'El instante fugaz entre la fotograf¨ªa y el cine'
El tesoro escult¨®rico del Estado nigeriano, que se pase¨® por los principales museos del mundo en la segunda mitad de los a?os ochenta, hab¨ªa vuelto a Lagos, y en Roma se quer¨ªa recuperarlo para una nueva muestra en la capital. Pero las cartas enviadas a Omotoso Eluyemi, gran patr¨®n de los museos nigerianos, no recib¨ªan respuesta. Mientras tanto, Fagnola conectaba desde Tur¨ªn con museos de Europa y Estados Unidos para recabar piezas. En pleno proceso, una expedici¨®n turinesa viaj¨® a Nigeria para pedir personalmente a Eluyemi que les prestara su patrimonio. "Eluyemi se port¨® como un gran jefe; nos mir¨® y nos dijo: ll¨¦venselo", cuenta Ferdinando Fagnola. La renuncia al proyecto de Roma y las aportaciones de Nueva York, Bruselas, Berl¨ªn y otros grandes centros, sumadas al tesoro de Omotoso Eluyemi y a una serie de pr¨¦stamos de colecciones particulares (entre ellas, la del propio arquitecto Fagnola), compusieron el prodigio.
Las piezas reunidas en el Museo C¨ªvico abarcan m¨¢s de 25 siglos y permiten seguir la evoluci¨®n de un arte extraordinario, mal conocido por la ausencia de documentaci¨®n hist¨®rica (no se sabe de sus autores ni, hasta la irrupci¨®n europea del siglo XV, de las civilizaciones en que surgieron) y desconcertante. Las obras m¨¢s antiguas, como las terracotas de Nok (Nigeria), de los siglos V y IV antes de Cristo, son estilizadas y expresivas. Entre los siglos XII y XV, la cultura de Ife (que en la tradici¨®n oral africana se identifica con la creaci¨®n del mundo) produjo sin embargo cabezas y objetos de un absoluto clasicismo, siguiendo un canon griego que no pod¨ªan conocer y utilizando t¨¦cnicas de fundici¨®n del bronce hoy desaparecidas. Los jarros y recipientes de Igbo-Ukwu (hacia el siglo X) son bronces refinad¨ªsimos, perfectos.
La llegada de los portugueses al rico reino de Benin, en el siglo XV, provoc¨® una brusca escisi¨®n en las tradiciones art¨ªsticas de la zona occidental del continente. En Benin, junto a la costa, se profundiz¨® en el preciosismo y se empez¨® a trabajar para una clientela europea, que compraba marfiles labrados y esculturas lujosas con materiales preciosos. Quienes rehuyeron el contacto con el exterior, que implicaba una relaci¨®n de alto riesgo con los esclavistas europeos y ¨¢rabes, se refugiaron en zonas inaccesibles y se dedicaron a trabajar materiales pobres de forma cada vez m¨¢s estilizada hasta alcanzar, con la civilizaci¨®n dogona (a partir del siglo XVI) una abstracci¨®n absoluta.
El consejo asesor de la muestra de Tur¨ªn est¨¢ compuesto por los curadores de todos los museos del mundo con colecciones africanas de importancia, desde el Metropolitan de Nueva York al Louvre de Par¨ªs (este ¨²ltimo es el ¨²nico que no aporta piezas, porque est¨¢n en mudanza hacia el nuevo Museo del Quai Branly), y la diversidad del material permite seguir paso a paso la evoluci¨®n africana desde la composici¨®n naturalista hasta un cubismo largamente precursor del europeo. Como colof¨®n, se incluyen piezas de Picasso, Brancusi y otros artistas de la modernidad occidental, que a partir de los a?os veinte descubrieron, y copiaron, las obras maestras de ?frica.
Lo que se exhibe en el Museo Nacional del Cine es algo muy distinto. Estos d¨ªas aloja, adem¨¢s de su gran colecci¨®n permanente de obras y artilugios precinematogr¨¢ficos y de otras exposiciones, un experimento del arquitecto Renzo Piano titulado El instante fugaz entre la fotograf¨ªa y el cine. A partir de la ¨²ltima escena de la pel¨ªcula Zabriskie point, de Michelangelo Antonioni, que muestra una explosi¨®n a varias velocidades, Piano ha compuesto una colecci¨®n de fotograf¨ªas "con movimiento", desde las secuencias del siglo XIX hasta la gota de leche de Edgerton, pasando por el miliciano de Capa.
El problema de cualquier exposici¨®n en el Museo Nacional del Cine es, desde que se abri¨® en julio de 2000, que debe medirse con el escenario: el edificio resulta tan espectacular que el continente abruma al contenido. La Mole Antonelliana es una de las cosas m¨¢s extravagantes y atractivas que puedan verse. El arquitecto Alessandro Antonelli empez¨® a construirla en 1863, como Gran Sinagoga para la comunidad jud¨ªa. Pero Antonelli fue ampliando el edificio, los fondos se acabaron y en pleno centro de Tur¨ªn qued¨® una mole (nunca nadie la ha llamado de otra forma) hueca, con una fachada rabiosamente fea y una c¨²pula gigantesca, suspendida a 50 metros de altura.
Tras una larga serie de desgracias, utilizaciones err¨¢ticas y reparaciones de emergencia, el Ayuntamiento turin¨¦s tom¨® una decisi¨®n audaz: dedicarla al cine, como sede de la colecci¨®n privada de Maria Adriana Prolo, pero manteniendo el hueco interno y la semipenumbra de un cine. No hay pisos, s¨®lo una vertiginosa rampa que sube en espiral pegada a las paredes, y un ascensor de metacrilato que asciende hasta la terraza de la c¨²pula. Es un espacio extraordinario.
El inter¨¦s de Tur¨ªn por el arte contempor¨¢neo, que arranca de forma gen¨¦rica del gusto y el sentido inversor de una burgues¨ªa seriamente rica, y de forma concreta se basa en el tesoro acumulado por la familia Agnelli (Fiat), permite a la poblaci¨®n local prescindir de la tradicional ?o?ez de las iluminaciones navide?as convencionales. En su lugar, se celebra la temporada con arte luminoso.
Cada a?o, desde hace seis, se instalan en las calles c¨¦ntricas y ante los edificios m¨¢s representativos las "luces de artista", obras de creadores invitados a inventar y exponer composiciones de luz. Desde la semana pasada, Jenny Holzer crea efectos en la plaza y la fachada del palacio de Carignano con un foco de xenon de 6.000 vatios; Francesco Casorati simula una bandada de p¨¢jaros de colores sobre las calles Pietro Micca y Cernaia; Carmelo Giammello dise?a una imaginaria c¨²pula de planetario sobre la calle Roma; Enrica Borgui construye gigantescos copos de nieve, hechos con botellas de pl¨¢stico y bombillas min¨²sculas, en la calle Lagrange; Daniel Buren tiende una "alfombra voladora" hecha de cables de colores y l¨¢mparas sobre la plaza Molino. Y as¨ª, hasta 16 iluminaciones "de artista".
Estas muestras coinciden con la del Archivo de Estado, que acoge la colecci¨®n personal de Vittorio Alfieri (1749-1803), un arist¨®crata viajero, enemigo tanto de las monarqu¨ªas como de las revoluciones, que asisti¨® a la ca¨ªda del Antiguo R¨¦gimen mientras acaparaba arte (compr¨® piezas de Durero, Gainsborough, David y muchos otros) y escrib¨ªa un diario. En el Archivo de Estado est¨¢n sus reflexiones y su colecci¨®n.
En la Biblioteca Real (Tur¨ªn fue sede de la Casa de los Saboya y durante algunos a?os capital de Italia), como guinda del oto?o, se exhiben tres maravillas celeb¨¦rrimas: Autorretrato, de Leonardo da Vinci, C¨®dice de las Bellas Horas, de los Van Eyck, y Retrato de desconocido, de Antonello da Messina.


Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.