Deshielo
CIERTAMENTE, EL r¨¦gimen espa?ol es una monarqu¨ªa parlamentaria. Pero los reg¨ªmenes pol¨ªticos van tomando cuerpo con la pr¨¢ctica cotidiana, de modo que, a veces, el roce con la realidad modifica o difumina los enfoques te¨®ricos. Un pa¨ªs que ven¨ªa de una larga dictadura es l¨®gico que haya tendido a buscar l¨ªderes que llenen la pantalla y que concentren la autoridad. La evoluci¨®n del sistema hacia el bipartidismo imperfecto ha posibilitado mayor¨ªas amplias -a menudo absolutas- que han reforzado la idea intuitiva de que el que gana las elecciones -es decir, el que llega en primer lugar- gobierna. La tendencia de los distintos gobernantes a minimizar el papel del Parlamento ha contribuido a que la ciudadan¨ªa no valorara la importancia del Legislativo -central en un sistema parlamentario- y centrara su atenci¨®n en el Ejecutivo. Las complejidades del parlamentarismo han empezado a emerger en algunas comunidades aut¨®nomas, donde el partido m¨¢s votado -el PP en las Baleares la pasada legislatura o en Cantabria la presente, por ejemplo- se ha quedado sin gobernar.
Catalu?a, bajo la hegemon¨ªa de Jordi Pujol, hab¨ªa escondido su multipartidismo de fondo en cierto bipartidismo de hecho, aunque siempre decantado del mismo lado. En estas elecciones, los partidos peque?os han crecido sensiblemente, mientras los grandes menguaban en proporci¨®n parecida. Y el parlamentarismo ha salido del armario. Puede que acabe teniendo la presidencia el partido con m¨¢s esca?os -la CiU de Artur Mas-, pero tambi¨¦n puede ser que no sea as¨ª -que la tenga el PSC de Maragall- e incluso podr¨ªa darse la novedosa experiencia de que el presidente no fuera ninguno de los cabezas de lista porque en el juego de los pactos se produjera el sacrificio de los n¨²meros uno. Cualquiera de estas posibilidades ser¨ªa perfectamente leg¨ªtima. Del uso que haga del poder el que gobierne depender¨¢ que la legitimidad parlamentaria no culmine en frustraci¨®n ciudadana.
La experiencia de Catalu?a es interesante en s¨ª misma, pero tambi¨¦n en la medida en que un d¨ªa puede llegar tambi¨¦n al Parlamento espa?ol una situaci¨®n en que la suerte no est¨¦ decidida la noche electoral. Es bueno, por tanto, ir creando cultura de r¨¦gimen parlamentario, porque todo aquello que las instituciones prev¨¦n puede darse alg¨²n d¨ªa.
Pocas veces la manera de ver c¨®mo se tiene que gobernar Catalu?a es tan distinta seg¨²n se hable desde Madrid o desde Barcelona. En Madrid se ha impuesto la lectura de la amenaza al orden constitucional y a la estabilidad: ten¨ªamos un problema (el plan Ibarretxe), ahora ya tenemos dos (el Estatuto de Carod). Razonando en estos t¨¦rminos es l¨®gico que s¨®lo se vean dos opciones: o el orden -una mayor¨ªa CiU-PSC, con o sin participaci¨®n socialista en el Gobierno- o el enfrentamiento -una mayor¨ªa con CiU-ERC- que en algunos sectores de la derecha hace so?ar ya con una l¨®gica frentista al modo vasco. Zapatero ha tenido que usar su autoridad para que el PSC pueda explorar tranquilamente -a pesar de las presiones de los poderes f¨¢cticos- el tripartito de izquierda, que, no se olvide, ha sido su propuesta de campa?a y suma 74 esca?os.
En Catalu?a, en cambio, Carod gustar¨¢ m¨¢s o menos, pero no asusta. Un partido que quiere crecer -y Carod tiene mucha ambici¨®n- tiende a moderarse, sobre todo si, como es el caso de Esquerra, la principal fuente de votos potenciales la tiene a su derecha. Esquerra no dispone, como Ibarretxe de ning¨²n sector radical abertzale al que vaciar. En la izquierda se sigue pensando en el cambio, porque el tripartito es posible. Para muchos votantes socialistas la gran frustraci¨®n ser¨ªa que el PSC aceptara un pacto con CiU, que significar¨ªa el blanqueo de 23 a?os de Gobierno nacionalista. Evidentemente, los votantes de CiU no entender¨ªan que Artur Mas no gobernara, pero est¨¢n divididos en sus preferencias por Esquerra o por el PSC, y algo parecido ocurre entre los de Esquerra respecto a CiU y al PSC. Preocupa, s¨ª, que una mayor¨ªa CiU-Esquerra consagrara la dualizaci¨®n del voto catal¨¢n en funci¨®n del nacionalismo. Como a otros les preocupa lo que llaman el "aventurismo" de la coalici¨®n de izquierdas.
Lo que no se puede negar es una realidad: que las elecciones catalanas confirman que hay problemas en el Estado de las Autonom¨ªas. Unos problemas que cuando lleg¨® Aznar estaban, en cierto modo, congelados y que Aznar deja en pleno deshielo. A Rajoy o a Zapatero les tocar¨¢ evitar la inundaci¨®n. Y se empieza mal si lo que ha ocurrido en Catalu?a se ve como una amenaza y no como un problema pol¨ªtico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.