Sabino Arana: cien a?os de Euzkadi
En un lugar de Vizcaya, el 25 de noviembre de 1903 fallec¨ªa Sabino Arana Goiri, fundador del nacionalismo vasco. Contaba s¨®lo 38 a?os de edad y su muerte fue ocasionada por la enfermedad del bronce de Adisson. La carrera pol¨ªtica de Sabino hab¨ªa sido breve, cubriendo poco m¨¢s de una d¨¦cada, una vez que en su adolescencia los argumentos de su hermano Luis le convirtieron al credo nacionalista. Hacia 1885, con poco m¨¢s de 20 a?os, mientras estudia en Barcelona, tiene ya fijadas las cuatro ideas centrales de su ideario: pureza de raza, religiosidad a ultranza, el euskera como se?a de identidad e interpretaci¨®n del r¨¦gimen foral como independencia vasca (lagi-zarrak, "leyes viejas"). Todo envuelto en una exigencia de lucha, heredada del carlismo profesado por su padre, que se concreta en su primera obra, un aut¨¦ntico guda-santsua o grito de guerra, Bizkaya por su independencia, publicada como libro en 1892.
Arana inventa el neologismo 'Euzkadi' frente a las dos denominaciones anteriores de 'Euskalherria', la tradicional fundada sobre el idioma, y 'Euskaria', usada antes por ¨¦l mismo
El m¨¦rito de Arana consisti¨® en insertar y jerarquizar un conjunto muy reducido de ideas y valores procedentes de la sociedad vasca preindustrial
Un poco al modo de lo puesto en pr¨¢ctica por Le Pen, el racismo latente entre quienes se sent¨ªan vascos de pura cepa recibi¨® de Sabino carta de legitimidad
El nacido en Vizcaya no debe ser considerado vizca¨ªno "si su sangre no es de la raza vasca". La visi¨®n sabiniana del mundo es de un estricto manique¨ªsmo
A partir de aqu¨ª, los hitos se suceden en la trayectoria que desemboca en la fundaci¨®n del Partido Nacionalista Vasco, el d¨ªa de San Ignacio, c¨®mo no, de 1895: en 1893, discurso de Larraz¨¢bal en que intenta atraer a algunos notables vasquistas y fundaci¨®n del primer peri¨®dico, Bizkaitarra; en 1894, inauguraci¨®n del primer centro nacionalista o batzoki, el Euzkeldun Batzokija, anticipo de la prioridad que la sociabilidad nacionalista tendr¨¢ sobre la pol¨ªtica en la historia del movimiento, clausurado por orden judicial un a?o m¨¢s tarde, siendo Sabino encarcelado por vez primera. Es tiempo de s¨ªmbolos. Con el partido, nace el lema JEL, "Dios y Leyes Viejas", de donde se deriva la denominaci¨®n de los nacionalistas sabinianos como jelkides, adeptos a JEL. Antes, para la inauguraci¨®n del Batzoki Euskeldun, su hermano Luis hab¨ªa dibujado sobre el patr¨®n de la Union Jack brit¨¢nica la bandera de Vizcaya, conocida como ikurri?a y aplicada contra la voluntad de su inventor al conjunto del Pa¨ªs Vasco. Por fin, en la c¨¢rcel Sabino escribe sobre m¨²sica de la espatadantza el himno de la raza vasca, hoy oficial en la comunidad aut¨®noma.
De 1896 a 1898, Sabino se entrega a sus interminables trabajos sobre el euskera, idioma que por lo dem¨¢s nunca lleg¨® a hablar con soltura, y a la propaganda pol¨ªtica, enfrent¨¢ndose al carlismo y a los vasquistas m¨¢s moderados de la Sociedad Euskalerria, encabezados por el capitalista Ram¨®n de la Sota: Sabino les llamar¨¢ fenicios por subordinar el ideal patri¨®tico al dinero. Pero ¨¦l mismo tendr¨¢ en lo sucesivo que contar con ellos, a pesar de la excomuni¨®n doctrinal. A partir de 1898, a su intransigencia sucede un cierto realismo, siendo elegido diputado provincial y fundando el Centro Vasco, apol¨ªtico por fuera y nacionalista por dentro. En 1900 se casa con una "vizca¨ªna originaria", poniendo en pr¨¢ctica un purismo racista, y a continuaci¨®n inventa el neologismo Euzkadi, que pretende designar al conjunto de los vascos, frente a las dos denominaciones anteriores de Euskalherria, la tradicional fundada sobre el idioma, y Euskeria, usada antes por ¨¦l mismo. Pero cada vez es m¨¢s consciente de la necesidad de atraer a los capitalistas para el nacionalismo y sofocar las estridencias formales. Es as¨ª c¨®mo en 1902, a?o en que es de nuevo encarcelado tras enviar un cablegrama de felicitaci¨®n a Roosevelt por haber concedido la independencia a Cuba, pone en marcha el proyecto de una Liga de Vascos Espa?olistas, el aspecto m¨¢s pol¨¦mico de su biograf¨ªa pol¨ªtica. Hasta las v¨ªsperas de su muerte lo mantiene en pie. S¨®lo que unas semanas antes de morir nombra como sucesor a ?ngel Zabala, hombre de confianza suyo pero tambi¨¦n antiguo integrista muy r¨ªgido que desecha la "evoluci¨®n espa?olista" apenas Sabino es enterrado. En la duda, el fundador hab¨ªa optado por la ortodoxia.
Desde que Unamuno lo hiciera notar en 1898, hay una pr¨¢ctica unanimidad entre los historiadores al considerar el nacionalismo como una respuesta a los procesos de cambio forzados por la industrializaci¨®n de Vizcaya en el ¨²ltimo cuarto del siglo XIX. A ello conviene a?adir que ese intenso cambio econ¨®mico, demogr¨¢fico, cultural y pol¨ªtico sucede a una prolongada agon¨ªa de la sociedad tradicional vasca, marcada adem¨¢s por el trauma de las guerras carlistas. Hacia 1850, Engels pon¨ªa a los vascos, al lado de los bretones, como ejemplo de "ruinas de pueblos", condenados a desaparecer en una Europa moderna, no sin antes servir de soporte a causas reaccionarias como el carlismo. Las exportaciones de mineral y la industrializaci¨®n invirtieron esa tendencia ag¨®nica, si bien a costa de suscitar una sensaci¨®n de inseguridad en los sectores sociales aut¨®ctonos que ve¨ªan con disgusto la configuraci¨®n de nuevas formas de poder y tambi¨¦n de conflicto al implantarse el socialismo en la zona minera. Entra entonces en juego lo que D. Shayegan ha llamado, para el caso de la respuesta a la modernizaci¨®n iran¨ª, una "esquizofrenia cultural" que lleva a esos grupos a refugiarse en una concepci¨®n m¨ªtica de la propia identidad, siendo incapaces de entender y de asumir los cambios que registra la realidad, lo cual determina un comportamiento agresivo. Se trata adem¨¢s de una operaci¨®n funcional, en la medida que el rechazo consiguiente permite elaborar estrategias orientadas a la lucha por el poder, no de signo arcaizante como el carlismo, sino pase¨ªsta, de predominio de los supuestos valores identitarios del pasado sobre la nueva sociedad. La hegemon¨ªa lograda por el nacionalismo tras un siglo de historia prueba el ¨¦xito de dicha respuesta.
Crisis de crecimiento
En medio de esa crisis de crecimiento, reforzada a partir de 1876 en los planos pol¨ªtico y simb¨®lico por la supresi¨®n de los fueros, el m¨¦rito de Sabino Arana consisti¨® en insertar y jerarquizar un conjunto muy reducido de ideas y valores procedentes de la sociedad vasca preindustrial dentro de un programa en que coexistir¨¢n la movilizaci¨®n y la violencia, de un lado, y la captaci¨®n de apoyos econ¨®micos y la aspiraci¨®n a una dif¨ªcil legalidad, de otro. La exaltaci¨®n de los fueros en el Antiguo R¨¦gimen y a lo largo del siglo XIX proporcionaba un amplio repertorio de recursos doctrinales: la independencia originaria preservada a pesar de la incorporaci¨®n a Castilla, la apolog¨ªa del mundo rural, la condici¨®n excepcional del pueblo vasco, el rechazo de un constitucionalismo espa?ol causante de la supresi¨®n del fuero visto como "ley antigua", expresi¨®n de la citada independencia. Todo lo cual enlazaba con la legitimidad de la violencia heredada del carlismo, con la angustia ante el retroceso de la lengua propia y con una mentalidad religiosa desde la que resultaba l¨ªcito demonizar al liberalismo hispano. S¨®lo faltaba elegir en dicho repertorio un pilar s¨®lido para la construcci¨®n ideol¨®gica. Con los fueros y la religi¨®n se retroced¨ªa al carlismo, y el euskera serv¨ªa como se?a de identidad, pero s¨®lo lo hablaba una minor¨ªa de vascos. De ah¨ª que Sabino Arana hiciera una apuesta fuerte al elegir la raza como eje de su concepci¨®n nacionalista, sirvi¨¦ndose de los dem¨¢s elementos como complementarios. Ya antes, entre los argumentos del fuerismo, la pureza de sangre de los vascos hab¨ªa sido el soporte de la nobleza universal, a su vez fundamento sociol¨®gico de los fueros, y m¨¢s all¨¢ de las declaraciones constituy¨® el agente de legitimaci¨®n de pr¨¢cticas de exclusi¨®n demasiado concretas frente a toda minor¨ªa religiosa o racial (en Guip¨²zcoa o en Vizcaya no cab¨ªan "jud¨ªos, moros, herejes ni gentes de mala raza"). Esa voluntad de discriminaci¨®n y eliminaci¨®n del otro enlazaba adem¨¢s con la reacci¨®n xen¨®foba de los grupos aut¨®ctonos contra los inmigrantes llegados al calor de la industrializaci¨®n. Viejo y nuevo racismo se un¨ªan, y Sabino Arana supo dar forma a ese engarce, tal y como prueba su vocabulario sobre el tema, que es tambi¨¦n el de su clientela pol¨ªtica en el Bilbao de fin de siglo: al uso del neologismo maketos se unen las formas tradicionales de belarrimochas (orejas cortas) y su contracci¨®n mochas (motzak), surgidas tiempo atr¨¢s contra la minor¨ªa de los agotes, y el decimon¨®nico azurbelchas (huesos negros, esto es, que llevan el liberalismo, son belchas o negros en la m¨¦dula). Un poco al modo que lo puesto en pr¨¢ctica por Le Pen en la Francia posgaullista, el racismo latente entre quienes se sent¨ªan vascos de pura cepa recibi¨® de Sabino carta de legitimidad, al a?adir el t¨ªtulo de nobleza de que en torno a ese principio se constru¨ªa una muralla defensiva de la identidad vasca, abri¨¦ndose el camino para que la naci¨®n vasca lograra la libertad pol¨ªtica, supuestamente aplastada desde que los fueros quedaron en 1839 sometidos a la Constituci¨®n espa?ola. Lo mismo que piensan sobre este punto Arzalluz, Egibar o Ibarretxe.
Raza, odio, exclusi¨®n
La exculpaci¨®n del racismo de Sabino Arana viene apoy¨¢ndose en dos l¨ªneas de argumentaci¨®n convergentes. La primera, que fue una actitud ocasional, posteriormente rectificada en la historia del PNV -mejor ser¨ªa decir atenuada unas veces y enmascarada otras-, y la segunda, que es una de tantas tomas de posici¨®n en el mismo sentido, apreciables en muchos otros autores de finales del siglo XIX; en definitiva, algo pasajero e irrelevante. Un ejemplo entre otros ser¨ªa el fundador del catalanismo, Prat de la Riba, por a?adidura vehemente antisemita como lo fuera el propio Sabino. Ahora bien, esa desagradable presencia del racismo o de la xenofobia no constituye en tales casos el n¨²cleo de la ideolog¨ªa, que adem¨¢s informar¨¢ el sentido de la actuaci¨®n pol¨ªtica en el futuro del movimiento, incluso cu¨¢ndo el radicalismo de las Cartas a un maketo que tiene cara de feto de los primeros disc¨ªpulos ha de ser disimulado. Sabino Arana enlaza plenamente con la l¨®gica de discriminaci¨®n del antecedente fuerista, ve en la "pureza de raza" la viga maestra de su edificio pol¨ªtico y siente personalmente la necesidad de incorporar tales ideas a su propio comportamiento. Nada mejor para probarlo que el conocido episodio de su noviazgo y boda con una "vizca¨ªna originaria", Nicolasa Achicallende, a quien selecciona con precisi¨®n de zo¨®logo, especialmente a la hora de comprobar en el archivo parroquial, a fuerza de reconstruir el ¨¢rbol geneal¨®gico con 126 apellidos, que el "allende" no supon¨ªa prueba de impureza de sangre. "De esta manera pude llegar a hallar la inc¨®gnita y tranquilizarme", escribe a su amigo Aranzadi. "El apellido es el sello de la raza", a?ade en otro momento.
En el orden pol¨ªtico, la divisoria es asimismo tajante. El nacido en Vizcaya no debe ser considerado vizca¨ªno "si su sangre no es de la raza vasca". La visi¨®n del mundo sabiniana es de un estricto manique¨ªsmo. De un lado, los buenos vascos de sangre limpia, cuyas virtudes se desplegaban en el marco de la sociedad rural anterior a la industrializaci¨®n. Frente a ellos, los pueblos extra?os, y en especial el maketo, el espa?ol, que oprime pol¨ªticamente a los vascos y desde su condici¨®n de colectivo degenerado corrompe moral y religiosamente a la poblaci¨®n aut¨®ctona. Y al lado de "los invasores", los malos vizca¨ªnos que se alinean con los maketos y olvidan los valores pol¨ªticos y religiosos del pueblo vasco.
La relaci¨®n entre ambos frentes ¨²nicamente puede ser de lucha atizada por el odio. Lo declara en una de sus poes¨ªas militantes, ?Bizkaitarrak gara! (Somos bizkaitarras), cuyo texto en euskera utiliza sucesivamente las calificaciones peyorativas de arrotzaliak (amigos de los extra?os), maketuen (maketos) y motzen (mochas). Los patriotas vizca¨ªnos, mejor bizkaitarras, no son espa?oles, ni maket¨®filos, ni belarrimochas, ni maketos. Su ¨²nica madre es Vizcaya, parte de Euskeria. Espa?a es "tradicional enemiga de nuestra Vizcaya", de modo que el amor a Vizcaya obliga a ser enemigo de Espa?a. M¨¢s f¨¢cil imposible. La libertad vasca consiste entonces en librarse de los motzak, "todos hemos de querer que est¨¦ Bizkaia libre de maketos". La necesidad del odio y el concepto de enemigo devienen centrales en un ideario pol¨ªtico cuyo objeto principal y obsesivo es el alejamiento del extra?o interior. El llamamiento de Sabino a una total exclusi¨®n del otro queda inmejorablemente recogido en otro de sus engendros po¨¦ticos, ?Ken! (?Quita!): "?Quita, quita, maketos y maket¨®filos!; ?fuera, fuera, 'azurbelchas' y todos sus acompa?antes!". Espa?oles y espa?olistas eran as¨ª designados como los enemigos a suprimir, una consigna que mantendr¨¢ su vigencia a lo largo de la historia del nacionalismo vasco.
La brutalidad del mensaje entronca con la violencia del carlismo, del cual proviene asimismo la envoltura de sacralizaci¨®n. Sabino y los suyos se ven a s¨ª mismos como cruzados de una causa al tiempo sagrada y patri¨®tica. Una vez m¨¢s, su mensaje, compuesto por cuatro ideas duras como piedras, se expresa a trav¨¦s de la consigna de movilizaci¨®n: "Todos para la patria y la patria para Dios" (GETEJ), proyecci¨®n del lema que resume el ideario, extrapolado del fuerismo, "Dios y Leyes Viejas" (Jaungoikua eta Lagi-zarrak, esto es independencia, JEL). Dios cre¨® la condici¨®n excepcional del pueblo vasco y la defensa de la independencia pol¨ªtica de ¨¦ste constituye el mejor servicio a Aqu¨¦l, edificando una barrera infranqueable frente a un pueblo ateo, liberal y blasfemo como el espa?ol. Incumplir los deberes patri¨®ticos equivale a pecar contra Dios, y, por lo mismo, servir a la causa nacionalista constituye un deber religioso, de militancia activa a cargo de todo creyente. Emerge as¨ª, sobre el antecedente carlista, una religi¨®n pol¨ªtica de la violencia, lo cual no excluye intervenir en aquellos conflictos de la vida social donde entran en juego la moral cat¨®lica y la pureza del pueblo vasco. De ah¨ª la campa?a contra formas de corrupci¨®n tales como el baile agarrao, condenado en t¨¦rminos apocal¨ªpticos comparables a los de un integrista isl¨¢mico para calificar el vestido de la mujer a la europea.
Pero ante todo cuenta la voluntad de vencer al enemigo, cuya ilustraci¨®n primera fue el relato de las cuatro batallas victoriosas frente a los castellanos en Bizkaya por su independencia. Es el ejemplo a seguir. Claro que toda lucha sagrada requiere un santo patr¨®n, y ninguno mejor que Ignacio de Loyola, invocado cual nuevo Santiago Matamoros protector de la religi¨®n y de la independencia vasca, que por ellas "entra en pelea" y "despedaza a los enemigos y malos". Es m¨¢s, el ejemplo de los gudaris de Jes¨²s, como ¨¦l los llama, ofrece a Sabino la posibilidad de conjugar, en la acci¨®n implacable contra "el enemigo", el absolutismo de los principios con un pragmatismo radical, tanto m¨¢s necesario cuanto que en sus ¨²ltimos a?os nuestro patriota percibe la intensidad de la represi¨®n, de un lado, y, de otro, la necesidad de captar a las fuerzas m¨¢s din¨¢micas de la sociedad vasca, a esos fenicios a quienes desprecia, ya que del mundo rural s¨®lo puede venir la confirmaci¨®n de que "esto se va". El consejo de San Ignacio entra aqu¨ª en escena, proporcionando una clave para entender aparentes oscilaciones pendulares en la historia del movimiento: no importa entrar con el enemigo si uno sale consigo mismo. Para alcanzar ese fin le resulta imprescindible la cohesi¨®n interna, forjada en la obediencia sin l¨ªmites al Superior. Sabino cree en la infalibilidad de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, as¨ª como en la validez de su modelo de organizaci¨®n asentado sobre una rigurosa disciplina y en la ausencia de debates internos, rasgos que ¨¦l aplicar¨¢ al naciente PNV y que con el tiempo constituir¨¢n una se?a de identidad del partido.
En busca del 'bien ¨ªntegro'
Al aplicar tales pautas, en sus ¨²ltimos cinco a?os de vida Sabino Arana piensa que la lucha armada debiera inspirar el sentido de la militancia nacionalista, pero sin extremismos, buscando a corto plazo la legalidad y la captaci¨®n de vasquistas indecisos. Lo importante era mantener la cohesi¨®n ideol¨®gica en un avance que h¨¢bilmente sit¨²a en el terreno electoral y tambi¨¦n en el de la sociabilidad, proponiendo organizaciones y actividades de todo tipo que tras su muerte ir¨¢n configurando una expansiva microsociedad nacionalista, blindada contra las ideas y conductas propias del enemigo. Paralelamente, a efectos de propiciar la expansi¨®n en el orden pol¨ªtico, est¨¢ dispuesto a jugar fuerte, y por ello anuncia en junio de 1902 la formaci¨®n de una Liga de Vascos Espa?olistas, dirigida a la autonom¨ªa, que con frecuencia ha sido vista como signo de una decisiva "evoluci¨®n espa?olista". Resultar¨ªa de este modo anecd¨®tica la redacci¨®n por Sabino Arana ese mismo a?o de Libe, dram¨®n patri¨®tico de cart¨®n piedra donde la hero¨ªna sacrifica su vida por la patria en el combate por la independencia, no sin antes cometer el pecado mortal de dar su amor al conde castellano. En realidad, cuando propuso la Liga, Sabino se limitaba a llevar a sus ¨²ltimas consecuencias la recomendaci¨®n de un pragmatismo ignaciano compatible con la intangibilidad de los principios. Lo hab¨ªa anunciado a?os atr¨¢s al recomendar a El Correo Vasco un "nacionalismo negativo" que encubriera el objetivo real de una independencia de Vizcaya en el seno de "la confederaci¨®n con los otros estados de nuestra raza", al tiempo que "deber¨¢, siempre que pueda, desprestigiar a la naci¨®n espa?ola" y demostrar "la falsedad de sus glorias". Con la moderaci¨®n formal de la Liga, Sabino trataba de atraer a los espa?olistas, obtener "beligerancia ante las naciones", "procurar el mayor bien a nuestro Pueblo y disponerle a pretender el bien ¨ªntegro" (carta a Aranzadi, 20 de marzo de 1903).
La meta final
As¨ª que la meta final no pod¨ªa ser la autonom¨ªa, sino la independencia, del mismo modo que se manten¨ªa el fundamento de la l¨®gica de exclusi¨®n del otro, con la divisoria insalvable entre el pueblo vasco y el espa?ol. Eran ambos, en palabras de Sabino, tan diferentes como las naranjas y las bellotas. S¨®lo los aut¨¦nticos vascos, los nacionalistas, eran (y son) conscientes de tal distinci¨®n, incluso en medio del enga?oso viraje t¨¢ctico que implica la aceptaci¨®n transitoria del Estado espa?ol, y por eso en ellos encarna Euzkadi. El posibilismo de 1902-1903 no alter¨® el fondo de su ideario.
Est¨¢bamos y estamos ante un nacionalismo biol¨®gico, en el sentido que aplica el t¨¦rmino L¨¦on Poliakov al alem¨¢n de la primera mitad del siglo XX, con lo cual quiebra toda perspectiva de construcci¨®n nacional por integraci¨®n. Ciertamente, en los sesenta, con el Vasconia de Krutwig y los atisbos revolucionarios de la primera ETA, fue preciso repintar la fachada, procediendo a una transferencia de discriminaci¨®n, desde la raza a la lengua, pero dejando intactos los planteamientos maniqueos propios de una religi¨®n pol¨ªtica de la violencia, ahora del terror, anclada en un antiespa?olismo visceral. Incluso en el PNV, el tiempo de las peregrinaciones al lugar sagrado, la tumba de Sabino, cedi¨® paso a la discreta exhibici¨®n de su retrato en los batzokis en cuanto descubridor de que "Euzkadi es la patria de los vascos". Pero seg¨²n ha probado la historia reciente, tanto PNV y EA, como ETA y sus mil caras pol¨ªticas, siguen fieles al mensaje esencial del pensamiento sabiniano: aqu¨ª Euzkadi, fuera Espa?a. No es, pues, extra?o que la llamada a la solidaridad surgida del asesinato de Miguel ?ngel Blanco pusiera en marcha en el PNV la din¨¢mica de signo opuesto, conducente al pacto de Lizarra e inspirada en el Nik eztakit erdera de Sabino Arana que causara horror a Unamuno. Ante la angustia del otro convertido en v¨ªctima, indiferencia y fortalecimiento de la cohesi¨®n abertzale, por encima de la muerte. Apenas queda un resquicio para so?ar con una nueva "evoluci¨®n espa?olista" como aquella que en los a?os ochenta, a la sombra del "esp¨ªritu de Arriaga", descubri¨® la posibilidad de una construcci¨®n nacional vasca compatible con la democracia espa?ola. Lejos de Sabino.
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