Entre Sabino Arana y Ava Gardner
Las llaves del cementerio donde reposa el fundador del PNV est¨¢n en el bar de Pili. All¨ª se guarda tambi¨¦n la memoria del pueblo
Un 25 de noviembre, durante los a?os de la dictadura, don Andoni, el p¨¢rroco de Pedernales, celebr¨® una misa por Sabino Arana y, claro est¨¢, vinieron unos guardias civiles a llamarle la atenci¨®n...
-Y don Andoni, que ahora tiene una edad importante y ya no se debe de acordar, les dijo "pues s¨ª, se?ores, yo tengo la obligaci¨®n de celebrar misa por el difunto que me lo pidan. Este d¨ªa la he celebrado por Sabino Arana, pero el 20 de noviembre la celebr¨¦ por Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera". Y por ah¨ª se escap¨® don Andoni, f¨ªjense ustedes qu¨¦ ocurrencia.
Quien habla es Pilar Arteta y quienes sonr¨ªen la ocurrencia del viejo don Andoni son los vecinos de Sukarrieta, antes Pedernales, que este jueves, como casi todos los d¨ªas del a?o, se han acercado hasta el bar de la plazuela para comprar el peri¨®dico o una barra de pan, tomar un caf¨¦ o una cerveza con un pincho de chorizo. El bar, si no fuera porque los peri¨®dicos que se apilan junto a la barra tienen la fecha del d¨ªa, parece una postal antigua. La ¨²nica luz es la que entra por la ventana y all¨¢ al fondo est¨¢ la cocina, pr¨¢cticamente igual que en la fotograf¨ªa de arriba, donde Felisa Echevarr¨ªa, la madre de Pilar Arteta, posa con su delantal y alguno de sus guisos. El bar de la plazuela, adem¨¢s de lugar de encuentro de muchos de los 340 vecinos de Sukarrieta, tiene otra peculiaridad. All¨ª, entre anuncios de pisos y barcos que se venden, est¨¢ colgada la llave del cementerio donde descansan los restos del fundador del PNV. As¨ª que cuando alg¨²n viajero, "siempre sin avisar", recala por Sukarrieta y quiere visitar la tumba de Sabino Arana no tiene m¨¢s remedio que acercarse a la plazuela y...
Lo que, 100 a?os despu¨¦s, los vecinos a¨²n dirimen es el lugar exacto de la muerte del fundador del PNV
Pilar sigue hojeando el libro y van apareciendo personajes inolvidables de cuando Sukarrieta se llamaba Pedernales
-Desde los tiempos de mi padre, la llave est¨¢ siempre aqu¨ª. Y todo el mundo en el pueblo lo sabe. As¨ª que cuando los visitantes llegan, los mandan para ac¨¢. Algunos se piden un vino como de compromiso y luego, cuando vencen el reparo, te preguntan: ?No tendr¨ªa usted por ah¨ª la llave del cementerio? Y claro, pues yo se la doy y luego me la devuelven.
El bar, situado frente al Ayuntamiento y junto a la parroquia, es un continuo ir y venir de vecinos. Pilar Arteta -"Me puede llamar Pili, que yo sobre todo atiendo por Pili"- los saluda a todos sin apartarse de la conversaci¨®n. Es m¨¢s, con una habilidad asombrosa consigue meterlos en la cuesti¨®n, que hoy no es otra que el centenario de la muerte de Sabino Arana. Pero el debate que espont¨¢neamente se suscita aqu¨ª nada tiene que ver con los que estos d¨ªas salpican los peri¨®dicos o los programas de la ETB. No parece importar demasiado si Arana fue racista o no, si le gustaba o le disgustaba el baile agarrado. Lo que, 100 a?os despu¨¦s, los vecinos a¨²n andan dirimiendo es el lugar exacto de la muerte del fundador del PNV.
Pilar Arteta va al fondo del bar y rescata dos libros de fotograf¨ªas editados por un vecino del pueblo, Julio Ruiz de Velasco Tissier. Al abrir los libros sobre la mesa que hay junto a la ventana, el efecto es el mismo que si todas las viejas cajas de puros, las de galletas de lata ya oxidadas hubieran escapado de los armarios con toda su memoria dentro. Los vecinos se inclinan sobre ellas y un mundo ya casi olvidado, en blanco y negro, se hace presente de nuevo. La puerta del bar se abre justo cuando uno de los libros est¨¢ abierto por una fotograf¨ªa cuyo pie de foto dice: "Aqu¨ª vivi¨® Sabino el ¨²ltimo a?o antes de contraer matrimonio. Ten¨ªa en arriendo el primer piso de la parte izquierda, donde posteriormente se instal¨® el batzoki".
Un se?or mayor, delgado, de buen porte, ha entrado en el bar y Pilar le pregunta: "Sabino, ?t¨² sabes d¨®nde muri¨® Sabino Arana Goiri?".
-Donde vive ahora I?aki, donde est¨¢ puesta la placa.
-?Ves? El otro d¨ªa, -contin¨²a Pilar-, estaban aqu¨ª unos discutiendo de si naci¨® aqu¨ª o all¨ª y yo les dije que junto a la carretera. Al lado del batzoki hay una casa grande con una placa, y yo los anim¨¦, "oye, acercaros, a ver qu¨¦ dice aquella placa", pero llov¨ªa y nadie fue a mirar lo que dec¨ªa. As¨ª que nos quedamos m¨¢s liados que antes.
La puerta del bar se vuelve a abrir y es el frutero. Pilar le encarga: "Unas manzanitas, Ayuso, pero peque?as".
-Muy bien, una caja de peque?as.
-Y unas patatas y unas naranjas.
Ahora el libro est¨¢ abierto por la foto del entierro de Sabino Arana. Por lo que se infiere de unas calles que ya no son las que eran en 1903, Pilar y Sabino, inclinados sobre el libro, tratan de poner en pie la historia.
-Esta es vuestra casa, esta es la carretera, entonces el cortejo vendr¨ªa por aqu¨ª y se meter¨ªa por donde Marcelina. Y ya por ah¨ª bajar¨ªan al cementerio. Esta novela me la estoy haciendo yo por la foto, pero ser¨ªa as¨ª, ?no, Sabino?.
-No s¨¦, supongo.
Pilar sigue pasando el libro de atr¨¢s para adelante y es entonces cuando la historia de Sabino Arana queda relegada a otra m¨¢s importante. "Mire", ense?a la fotograf¨ªa de un hombre de espaldas, con las manos en la cintura, pensativo ante un mar que le acaba de arrebatar los amarres los amarres, "este es mi padre, Gregorio Arteta, y estos otros personas mayores de Pedernales, todas fallecidas. Este podr¨ªa ser Juan Bilbao, el primer alcalde del PNV, y este es Gervasio, que recog¨ªa la basura con un carrito tirado por un burro... Y este otro era el m¨¢s rico del pueblo por aquel entonces, Pedro Gandarias, due?o de la isla de Txatxarramendi y nieto de Pedro Pascual Gandarias, claro, este era el que dicen que ven¨ªa aqu¨ª con Ava Gardner. ?A que usted no sab¨ªa que Ava Gardner estuvo por aqu¨ª por Pedernales?".
Y el libro sigue abierto, y los vecinos entrando y saliendo. Ayuso y su ayudante, apoyados en la barra, esperan a que Pilar les pague o simplemente siguen la conversaci¨®n. La puerta se abre de nuevo y es una mujer joven, empleada de Correos.
-Ah¨ª te dejo las cartas, Pili.
-?Me dejas muchas cosas?
-No, importante nada.
-Vale pues.
Y sigue hojeando el libro y uno tras otro van apareciendo personajes inolvidables de cuando Sukarrieta se llamaba Pedernales. Neftal¨ª Echevarr¨ªa, que sal¨ªa de su casa al alba con un ramillete de plumas en el sombrero; y Ram¨®n Betanzos, que cortaba el pelo debajo de la parra por un duro; y Roque el hojalatero, y Petra la cartera, y la casa de los Damborenea, y unos j¨®venes bajando la cuesta en goitibera... Y Pilar, bajo la atenta mirada de Sabino, sigue pasando las fotograf¨ªas del libro de Julio Ruiz de Velasco y aparece un retrato de Alfonso XIII bailando un aurresku en el tinglado de la punta de Txatxa, y el coche que trajo "al Paco", o sea a Franco, el 16 de agosto de 1955 para inaugurar la l¨ªnea de ferrocarril desde Pedernales hasta Bermeo...
Y es entonces, cuando unos y otros, al calor de las fotograf¨ªas de entonces, se olvidan de Sabino Arana y se concentran en los rostros que ya no est¨¢n, en los paisajes que se perdieron, en las costumbres ya imposibles como la de tomar el chocolate bajo la parra del Palace.
-Me voy Pili, -se despide Sabino-, que me va subir la marea si no...
Y ella sigue d¨¢ndole vueltas al libro: "Algunas de estas fotograf¨ªas eran de mi padre. Estaban muy viejas. Se las estaban comiendo los caracoles".
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