De nuestro coraz¨®n a los asuntos
Estamos conmovidos por la muerte de los siete militares del Centro Nacional de Inteligencia abatidos en una carretera a 30 kil¨®metros de Bagdad de donde regresaban el s¨¢bado poco despu¨¦s del mediod¨ªa hacia la base Espa?a de Diwaniya. A partir de ah¨ª, las escenas que ofrecieron las televisiones con la chavaler¨ªa bailando sobre sus cad¨¢veres, la respetuosa repatriaci¨®n de sus restos, las preceptivas autopsias en el hospital G¨®mez Ulla, las solemnes honras f¨²nebres convocadas para hoy, martes, las previsibles condecoraciones p¨®stumas, el profundo dolor de los deudos y el de la ciudadan¨ªa al completo, la anunciada comparecencia del presidente del Gobierno ante el Pleno del Congreso de los Diputados el mismo d¨ªa -en circunstancias emocionales de excepci¨®n que bloquean cualquier an¨¢lisis pol¨ªtico y cualquier intento de asignaci¨®n de responsabilidades sobre c¨®mo se decidi¨® y qu¨¦ sentido tiene la presencia de nuestras tropas en Irak-, son algunos de los sumandos que deben computarse antes de seguir adelante para ir como prescribe el poeta de nuestro coraz¨®n a los asuntos.
Desmentido el refr¨¢n que apuesta siempre sobre lo peor de la condici¨®n humana, acabamos de verificar que hay consenso absoluto de todas las fuerzas pol¨ªticas de oposici¨®n para desmentir la agraviante afirmaci¨®n, nunca rectificada, del presidente Aznar el pasado agosto, cuando al concluir el despacho con Su Majestad el Rey, dijo a los periodistas a las puertas del palacio de Marivent que los socialistas y dem¨¢s p¨¦rfidos acompa?antes, empecinados en oponerse a la guerra de Irak, andaban deseando que llegaran cad¨¢veres de nuestros compatriotas all¨ª destacados para horadar la imagen del Gobierno. ?Por qu¨¦ atribuir a los dem¨¢s tales vilezas?
Aclaremos de una vez que una cosa es que cada una de las fuerzas parlamentarias tenga plena legitimidad para sostener la posici¨®n que sea sobre la guerra declarada en las Azores y sobre cu¨¢l debiera o deba ser nuestra participaci¨®n diplom¨¢tica, militar o de negocios y otra cosa muy distinta quebrar la solidaridad un¨¢nime y el respaldo merecido por quienes obedeciendo las ¨®rdenes recibidas se encuentran en aquel pa¨ªs. Sin duda alguna, hasta el mismo momento en que, cuando sea, se ordene su regreso, todos los integrantes del contingente espa?ol en Diwaniya y Nayaf deben saber que el pa¨ªs entero est¨¢ detr¨¢s de ellos y permanece seguro de que podr¨¢ seguir sinti¨¦ndose orgulloso de su comportamiento. Porque a quienes obedeciendo ponen en riesgo su vida no podemos faltarles. Lo contrario ser¨ªa dar curso al principio de la desintegraci¨®n social. Pero, a?¨¢dase enseguida, que el Gobierno aznarista queda desautorizado para instrumentalizar a su favor la desgracia o para excluir a los dem¨¢s con el intento falaz de patrimonializar en su favor el sentimiento que a todos nos embarga.
A partir de ah¨ª cuando hayamos honrado a nuestros muertos se impondr¨¢ el debate porque tampoco Aznar puede hacernos comulgar con afirmaciones sobre las que se puede discrepar sin merma de patriotismo. Por ejemplo, es leg¨ªtimo discrepar del principio aznarista seg¨²n el cual "estamos donde tenemos que estar" y "tenemos que enfrentarnos al terrorismo sin complejos y con todos nuestros medios". Nadie est¨¢ obligado a suscribir que la presencia de nuestras tropas en Irak forma parte de la lucha antiterrorista entre otras cosas porque en aquel pa¨ªs bajo el genocida Sadam Hussein se produc¨ªan desastres sin cuento pero terrorismo no hab¨ªa, ni nacional ni internacional. El terrorismo, lo que los diarios como The New York Times o The Washington Post prefieren llamar resistencia, ha venido despu¨¦s de la invasi¨®n angloamericana que ha brindado de paso una magn¨ªfica plataforma para otros grupos adictos a la pr¨¢ctica del terror bajo las m¨¢s diversas invocaciones. Pasados m¨¢s de dos a?os del 11 de Septiembre conviene superar el choque traum¨¢tico. No todos los terrorismos son iguales, aplicarse al conocimiento de sus or¨ªgenes nada tiene que ver con prestarse a brindarles justificaciones y a la hora de combatirlos conviene acertar con la dosis de convicci¨®n y de inteligencia para evitar el fomento del fen¨®meno cuya erradicaci¨®n pretend¨ªamos lograr. Recordemos que contra el terrorismo no hay atajos.
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