La ¨²ltima pedalada del Chava
El gran escalador abulense sufre un ataque al coraz¨®n mientras ense?aba unas fotograf¨ªas a sus compa?eros
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Hace una semana, el domingo pasado, a David Navas le despert¨® de la siesta una voz que hac¨ªa meses que no o¨ªa as¨ª, con chispa, con alegr¨ªa. Era la voz de toda la vida, la voz de antes de su amigo El Chava, de Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez, el ciclista de El Barraco (?vila). "O¨ª su voz, esa voz, esa forma de entrar en casa dando un portazo fuerte, con energ¨ªa, como hab¨ªa entrado siempre, como hac¨ªa meses que no le o¨ªa entrar, y di un bote en la cama. Me levant¨¦ content¨ªsimo y fui corriendo a hablar con ¨¦l", dice Navas, ciclista tambi¨¦n, su amigo de siempre, compa?ero de entrenamientos, bollos y coca-colas a mitad de camino por los pueblos abulenses. Habl¨® con ¨¦l, con el Chava; se tom¨® un caf¨¦ y lo que le dijo estaba a tono con su voz, con sus eternas promesas, con su optimismo de siempre: "Que me voy a la cl¨ªnica, que ya no me drogo, que voy a salir adelante, que tengo ganas de ser el de antes, que cuando hables con Jos¨¦ Miguel preg¨²ntale si hay algo en el futuro, que quiero volver, que a lo mejor puedo".
"Ha muerto como vivi¨®. Al ataque y de repente", dice Antonia, la madre
"No ir¨¦ a un equipo que me ponga dos guardas jurados para controlarme", dec¨ªa el corredor
A Navas ni le dio tiempo a hablar con Jos¨¦ Miguel, con Ech¨¢varri, el director del Banesto de toda la vida del Chava. A Navas, el optimismo, la fe, la alegr¨ªa, le han durado una semana. Ayer, a ¨¦l, a todo el mundo, le despertaba la noticia de la muerte del Chava. Su coraz¨®n, hipertrofiado por a?os de vida y esfuerzo de ciclista profesional, debilitado por a?os de abuso de alcohol y coca¨ªna, enga?ado por el brutal deseo de autodestrucci¨®n que hab¨ªa llevado al escalador al abismo, sucumbi¨® definitivamente por la noche, mientras ense?aba unas fotograf¨ªas a sus compa?eros de la cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n. "Me duele mucho una muela. Apagad la televisi¨®n, por favor", pidi¨® poco antes de morir. As¨ª se lo cont¨® su viuda, Azucena, con quien se hab¨ªa casado en mayo, a todos sus compa?eros de equipo. Las asistencias del Samur intentaron in¨²tilmente reanimarlo. S¨®lo ten¨ªa 32 a?os.
"Ha muerto como vivi¨®. Al ataque y de repente", dijo ayer su madre, Antonia.
A Navas le dej¨® tan hundido la noticia que no sali¨® de su casa en todo el d¨ªa. Por la tarde, para aliviar la tensi¨®n, para lograr que la cabeza dejara de darle vueltas, se subi¨® al rodillo y empez¨® a sudar. Pero sigui¨® pensando. Las injusticias de la vida, la oportunidad negada, la rapidez con que todo ocurre...: "Hace dos a?os, ganando etapas, y ahora... Si se hubiera muerto hace mes y medio, cuando estaba mal de verdad...".
Cuando estaba mal de verdad, cuando no quer¨ªa salir, cuando pesaba 120 kilos, ¨¦l, que, como ciclista, andaba siempre por los 70; cuando, por la noche, su gente estaba siempre pendiente de que no les llamaran de alg¨²n antro para que fueran a recogerlo, inconsciente.
El Chava llevaba en la sangre la semilla de la autodestrucci¨®n. Fue un personaje exagerado en todos los sentidos. Para lo bueno y lo malo. El ¨²ltimo ¨ªdolo del ciclismo espa?ol. Su punto de comparaci¨®n habr¨ªa sido el torero Curro Romero, el de las tardes de gloria, el de las grandes espant¨¢s, refractario al sentido com¨²n, convencido de la grandeza de su personaje, obediente s¨®lo a unos designios fuera del alcance de los dem¨¢s. Un personalidad disocial, sin sentido de la responsabilidad, con una fuerte inclinaci¨®n narcisista, de autoadmiraci¨®n, un consumista puro y r¨¢pido.
Si le hubiera gustado el ciclismo, si se hubiese empapado de la leyenda de su deporte, podr¨ªa haberse sentido orgulloso de pertenecer a la estirpe de Jos¨¦ Manuel Fuente o Luis Oca?a, las dos ¨²ltimas figuras tr¨¢gicas. Pero el Chava era otra cosa.
"Tengo un par de ofertas alucinantes. Me ofrecen mucho m¨¢s dinero que aqu¨ª, en el Banesto", comentaba a sus compa?eros en 1998, el a?o en que m¨¢s carreras gan¨®, el a?o en que se convirti¨® en el icono de los ni?os de toda Espa?a; "pero no me voy a mover de aqu¨ª, no voy a ir a un equipo que me ponga dos guardas jurados en la puerta de la habitaci¨®n para controlarme. Quiero vivir la vida. Quiero vivir la vida, disfrutarla ahora que s¨®lo tengo 25 o 30 a?os, no cuando cargue ya con los 70".
Ech¨¢varri empieza a hablar y el llanto le corta la voz. Cuelga el tel¨¦fono. No puede aguantar, resistir. Vuelve a hablar: "Lo que m¨¢s me fastidia es no haberme equivocado. Lo que m¨¢s me fastidia es haber acertado, haber previsto todo lo que iba a pasar, haberlo sabido hace cuatro a?os. Lo que m¨¢s me fastidia es que todos lo sab¨ªamos y nadie ha podido hacer nada. Porque estaba escrito en su sangre, en sus genes, en su forma exagerada de encarar la vida, que iba a morir joven".
Ech¨¢varri, el director de siempre del Chava, empez¨® a asustarse de verdad en el invierno de 2001, unos meses en los que llamadas an¨®nimas y de amigos de la zona de ?vila le despertaban todas las ma?anas para referirle la ¨²ltima burrada del Chava, su ¨²ltima juerga.
El Chava, el ciclista que siempre hab¨ªa sido un un jeta simp¨¢tico y chistoso, indisciplinado y todo lo que fuera; el escalador de talento que nunca hab¨ªa tomado en serio el ciclismo, que nunca hab¨ªa hecho su profesi¨®n al ciento por ciento, el incontrolable pero dentro de un orden, hab¨ªa dado un peligroso paso adelante. Andaba a la deriva.
La ca¨ªda se hizo p¨²blica, aunque disfrazada de crisis nerviosa, de depresi¨®n de campe¨®n, en febrero de 2002. Se hizo p¨²blica cuando el Chava hizo su primer intento serio de salir de la miseria, cuando se puso en manos de un psiquiatra, cuando se perdi¨® en plan turismo rural con Azucena, su novia de toda la vida; cuando se refugi¨® dos semanas en el hotel del ex ciclista Lale Cubino, en B¨¦jar (Salamanca), al pie de La Covatilla, hasta donde se llev¨® su bicicleta y su maillot, donde, hinchado por la medicaci¨®n, por los antidepresivos, lograba recorrer diez kil¨®metros y sudaba y se sent¨ªa un h¨¦roe de nuevo.
Y cuando se sent¨ªa querido y animado, cuando cre¨ªa que toda la afici¨®n estaba con ¨¦l, cuando aceptaba internarse en una cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n de la que, siempre su estilo, ¨²nico, se escapaba de vez en cuando al burger king de la esquina para comprar hamburguesas a todos sus compa?eros, cuando se compr¨® una finca en Pedro Bernardo (?vila) y so?¨® con montar una residencia de ancianos, cuando cog¨ªa el tel¨¦fono y sus amigos sospechaban que estaba en un raro momento de lucidez y que hab¨ªa futuro, cuando no lo cog¨ªa y todos sospechaban, todos sab¨ªan, que... nada, que no hab¨ªa nada que hacer, que no hab¨ªa futuro, que el futuro era El Chava triste, solo, perdido, abandonado.
"Esta llamada me la esperaba. Ha sido una muerte inevitable", concluy¨® Eusebio Unzue, director del Banesto; "¨¦l hab¨ªa elegido este camino".
![Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez alza su pu?o derecho al conseguir una victoria de etapa en la Vuelta a Espa?a de 1998.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HJBG7IWP7AEEMRBDGQGWSUDDFI.jpg?auth=3886034ee4663428c5e49ecc21b698b74f48084de589203ace42058b33e19a3c&width=414)
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