Rusia, Putin y nosotros
"Llora, mi triste Rusia, llora, porque te hundes en la oscuridad". Con esta cita del lamento de un anciano mushik, un pobre campesino en la ¨®pera Boris Godunov, termina el ¨²ltimo embajador franc¨¦s Marice Paleologue el magistral diario de su paso por San Petersburgo durante el proceso revolucionario, la I Guerra Mundial y el ocaso del zarismo. Paleologue tuvo un inmenso ¨¦xito con su libro en Francia y Alemania. Es el suyo quiz¨¢s el m¨¢s ilustrado y menos ideol¨®gico de los testimonios occidentales de aquellos a?os de lucha entre oscurantismos en Rusia en la que la minor¨ªa ilustrada siempre tuvo que perder. Y el editor de Paleologue en Alemania, Benno von Siebert, dice en la edici¨®n de 1925 que en Occidente "muchos veremos los ¨²ltimos acontecimientos con la tristeza de lo que habemos de percibir como una ocasi¨®n perdida". La ocasi¨®n perdida entonces a la que se refieren ambos era la de encontrar una v¨ªa hacia la civilizaci¨®n de la tolerancia y la compasi¨®n en un inmenso imperio regido por el miedo, el desprecio al individuo, la procacidad en el lucro, la corrupci¨®n y el sistem¨¢tico abuso del poder. Y mucho m¨¢s en la ilusi¨®n de que Rusia pudiera romper esa sumisi¨®n milenaria que ha hecho de la selecci¨®n negativa un factor de identidad nacional y ha llevado por sistema al poder e influencia a los mayores desalmados y los m¨¢s faltos de escr¨²pulos.
En las elecciones del domingo no hubo sorpresas porque la l¨®gica rusa se hab¨ªa impuesto mucho antes. Un tercio convencido, un tercio comprado y un tercio aterrorizado es una aritm¨¦tica propia de la cultura que se ha vuelto a imponer en Rusia y ha hecho trizas las esperanzas de tener un gran vecino de la Europa Unida que defendiera valores comunes y diera el salto civilizatorio hacia lo que aqu¨ª llama Giovanni Sartori la buena sociedad. Todos los que all¨ª, en Mosc¨², en la lucha pol¨ªtica y en las elecciones, han defendido esa v¨ªa y la ruptura con lo peor que es esa "Rusia eterna" han perdido. Los liberales no mafiosos se difuminan pol¨ªticamente y los m¨¢s prooccidentales como Yablinski no tienen tampoco ya ni un esca?o. El nacionalismo autoritario ruso, con sus dos caras del partido Rusia Unida del presidente Vlad¨ªmir Putin y del fascistoide Partido Liberal Democr¨¢tico (obscenidad pura el nombre) de Vlad¨ªmir Zhirinovski se ha hecho con la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento y tienen a los comunistas postrados porque nada ofrecen ni proponen ni mandan. Putin, tan reverenciado en Occidente, ha perge?ado unas elecciones en las que solo pod¨ªa ganar ¨¦l y en la que m¨¢s que ideolog¨ªa se ha dirimido una guerra entre oscuras mafias, unas mejor situadas al amparo del Kremlin que otras. Putin gana y, como en las grandes pujas habidas durante siglos en Mosc¨² y San Petersburgo, quienes quieren que Rusia entre en la ruta de la ilustraci¨®n y se aleje de Rasputin, no s¨®lo pierden, sino que quedan en la perfecta irrelevancia. Putin no tiene ya porqu¨¦ jugar al tierno estadista. Tiene lo que quiere y en marzo del a?o pr¨®ximo repetir¨¢ su ¨¦xito electoral en las presidenciales como probablemente lo haga cuatro a?os m¨¢s tarde.
Las esperanzas en ver una Rusia distinta a la que Isaiah Berl¨ªn o Tomas Garrigue Masaryk nos han descrito como lugares de genio, miseria y sobre todo pasi¨®n, en los seres humanos tanto como en su desgraciada organizaci¨®n social, se ha vuelto a romper y pasar¨¢n muchos a?os antes de que esa nueva oportunidad de la que hablaban Paleologue y Von Siebert en los a?os veinte se nos presente a los vecinos de los rusos, pero ante todo a los rusos. Lo triste es que nosotros -Occidente o los ilustrados- hemos ayudado al peque?o alf¨¦rez de la KGB, como se ayud¨® a otro peque?o alf¨¦rez hace 70 a?os, en aquella ocasi¨®n austriaco, a dominar todos los cables de mando en un gran pa¨ªs. Es un hombre que es enemigo de todo lo que creemos quienes consideramos que vivir es algo m¨¢s que subsistir y que existe algo mejor que el poder por ser temido y la sumisi¨®n por miedo a que te acorten una vida miserable. La Rusia Eterna so?ada por T¨®lstoi, del honor, de la dignidad y la l¨²cida solvencia, vuelve a ser la Rusia de Dostoiesvki, del miedo, el v¨¦rtigo y la competencia mortal. Gracias a Putin, gracias a las tr¨¢gicas circunstancias de una inmensa sociedad postrada, pero tambi¨¦n a todos nosotros. Enhorabuena.
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