Medicina familiar
Coincidiendo con el 25? aniversario de la Constituci¨®n, los m¨¦dicos de atenci¨®n primaria, y en especial los que integramos la Sociedad Espa?ola de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), tambi¨¦n celebramos la creaci¨®n de la especialidad. En la segunda semana de diciembre, m¨¢s de 7.000 profesionales de atenci¨®n primaria nos reunimos en Barcelona para conmemorar aquel 1978 en que se reconoci¨® como tal la especialidad de m¨¦dico de familia. Esta coincidencia nos parece un momento oportuno para reflexionar sobre el impacto de esta decisi¨®n en la atenci¨®n sanitaria y en la organizaci¨®n de nuestro Sistema Nacional de Salud.
La d¨¦cada de los setenta se caracteriz¨® por la irrupci¨®n de una crisis pol¨ªtica a nivel mundial en la esfera de la sanidad, motivada por el modelo de prestaciones que se ofrec¨ªan a la poblaci¨®n y cuyos efectos se dejaron notar en la mayor¨ªa de los gobiernos y organizaciones sanitarias. Asistimos entonces a una expansi¨®n de la medicina con fines curativos y con avances muy importantes en los servicios hospitalarios, que generaban a su vez un constante crecimiento de los presupuestos. Sin embargo, todo este impulso no era capaz de responder de manera integral a las necesidades de salud de los ciudadanos y tampoco se mostraba eficaz para intervenir sobre las causas de las enfermedades.
El 80% de los ciudadanos manifiesta encontrarse satisfecho con la atenci¨®n recibida en el centro de salud
En este contexto, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) auspici¨® en 1978 una reuni¨®n en Alma Ata, en la que se propusieron las l¨ªneas b¨¢sicas de la atenci¨®n en salud, lo que se conoci¨® como Salud para Todos en el A?o 2000. Este conjunto de propuestas, basadas en el desarrollo de un modelo de atenci¨®n en el que era necesario integrar las actividades de prevenci¨®n y promoci¨®n de la salud con las actividades curativas, sirvi¨® para impulsar medidas capaces de actuar sobre las variables sociales y econ¨®micas que son fuente de enfermedad. Se propuso igualmente que los sistemas sanitarios se organizasen alrededor de la atenci¨®n primaria, situando a los hospitales en un segundo nivel de relaci¨®n con la poblaci¨®n.
Recogiendo este impulso de transformaci¨®n, se aprob¨® en Espa?a, el 29 de diciembre de 1978, el decreto por el que se regulaba una nueva especialidad m¨¦dica, la de Medicina Familiar y Comunitaria, con la responsabilidad de impulsar estos cambios en el sistema sanitario espa?ol. Sin embargo, no fue hasta 1984, con la aprobaci¨®n de la Ley General de Sanidad, cuando se iniciaron las reformas que produjeron una transformaci¨®n radical de la atenci¨®n. Baste recordar en qu¨¦ condiciones realizaban su trabajo los m¨¦dicos generales por aquel entonces: pasaban consulta en unos ambulatorios masificados, donde se repart¨ªan "n¨²meros", en muchas ocasiones m¨¢s de un centenar al d¨ªa, para atender a los enfermos en dos horas y media, labor que se complementaba con algunas visitas a los domicilios.
Tras un largo periodo de adaptaci¨®n, que supuso la superaci¨®n de las dificultades m¨¢s notables de la estructura anterior, el modelo actual de atenci¨®n primaria presenta diferencias importantes. En este momento, el primer nivel asistencial se intenta organizar para ofrecer respuestas globales e integradas a los problemas de salud de los ciudadanos. Se empieza a poner tanto inter¨¦s en las actividades de prevenci¨®n como en las curativas, generalizando el registro mediante la historia cl¨ªnica, que ya se mantendr¨¢ activa durante toda la vida del paciente. En este modelo cobra especial relevancia la atenci¨®n de los enfermemos cr¨®nicos y, sobre todo, supone que, por primera vez, los profesionales de los centros de salud (m¨¦dicos de familia, pediatras, trabajadores sociales y enfermeros) puedan ofertar al ciudadano toda una cartera de servicios que comprenden m¨²ltiples actividades dirigidas a la prevenci¨®n, la curaci¨®n, la rehabilitaci¨®n o el apoyo social de los afectados y organizadas por grupos de edad o procesos de salud.
Indudablemente, la situaci¨®n actual es bien distinta y as¨ª lo atestiguan las diferentes encuestas de satisfacci¨®n realizadas por el CIS. Hace algo menos de 20 a?os, el porcentaje de encuestados que se pronunciaban satisfechos con la atenci¨®n recibida en los ambulatorios era inferior al 50%. Sin embargo, desde comienzo de los noventa y de manera continuada hasta la fecha, pr¨¢cticamente el 80% de los ciudadanos manifiesta encontrarse satisfecho con la atenci¨®n recibida en el centro de salud, valorando especialmente la duraci¨®n media en las consultas, la informaci¨®n recibida por el m¨¦dico y el estado de las instalaciones.
Esta evoluci¨®n favorable no debe, no obstante, hacernos pasar por alto que son todav¨ªa demasiadas las carencias que arrastra la atenci¨®n primaria en Espa?a y que en algunos casos se han acentuado en los ¨²ltimos a?os. Probablemente la explicaci¨®n a dichas carencias tenga su origen en la ausencia de una voluntad pol¨ªtica en Espa?a para realizar una redistribuci¨®n de los recursos asignados a sanidad. Mientras que en los pa¨ªses, tanto de Europa como del resto del mundo, con un modelo asistencial equiparable al espa?ol el presupuesto en sanidad se distribuye de forma equilibrada entre la atenci¨®n primaria y el resto de niveles asistenciales, incluido el hospitalario, en nuestro pa¨ªs, sin embargo, esta situaci¨®n es muy diferente. El porcentaje total de m¨¦dicos de familia que trabajan en nuestro sistema de salud apenas llega al 30%, lo que supone un 20% menos que en el resto de pa¨ªses. A esto que hay que a?adir que el gasto sanitario destinado a atenci¨®n primaria escasamente alcanza el 35% del total del presupuesto para sanidad. En los ¨²ltimos a?os, al tiempo que aumentaban las prestaciones desde los centros de salud, debido fundamentalmente al aumento progresivo de personas protegidas, se registraba tambi¨¦n un claro estancamiento en las inversiones, ya de por s¨ª deficitarias.
El resultado de todo ello es que actualmente las prestaciones sanitarias s¨®lo se garantizan gracias al desproporcionado esfuerzo que realiza la mayor¨ªa de profesionales, pero con la frustraci¨®n que supone ser consciente de que no siempre se est¨¢n dando las respuestas adecuadas a cuestiones tan importantes para la salud como las intervenciones destinadas a modificar los estilos de vida, la generalizaci¨®n de las actividades preventivas, la atenci¨®n espec¨ªfica a las personas mayores o la detecci¨®n de problemas sociales y de salud mental. En todas ellas, el tiempo disponible es lo m¨¢s importante.
Ante esta situaci¨®n, es imprescindible plantearse las siguientes preguntas: ?Qu¨¦ puede ofrecer la atenci¨®n primaria que no pueda realizarse desde otro ¨¢mbito del Sistema Nacional de Salud? ?Merece la pena seguir apostando por el modelo de atenci¨®n primaria? La experiencia disponible nos ha demostrado que probablemente es el ¨²nico modelo de organizaci¨®n sanitaria capaz de ofrecer en la actualidad servicios de salud de forma universal para toda la poblaci¨®n, de una manera equitativa, integral y orientada a las necesidades de los ciudadanos. Adem¨¢s, se encuentra en condiciones de garantizar todas estas prestaciones atendiendo a la gesti¨®n econ¨®mica del sistema y asegurando la continuidad en la asistencia que reciben los ciudadanos en los distintos niveles asistenciales.
La aprobaci¨®n en el Parlamento de la Ley de Cohesi¨®n y Calidad del Sistema Nacional de Salud hay que interpretarla como un nuevo intento para situar a la atenci¨®n primaria en el n¨²cleo de nuestro sistema sanitario. Para ello, es imprescindible un claro compromiso de nuestros pol¨ªticos: no podemos dejar pasar esta oportunidad a partir de la cual es posible mejorar la atenci¨®n que se ofrece a la poblaci¨®n y garantizar a todos los ciudadanos la conquista de una de las grandes reformas sociales.
Luis Aguilera es presidente de la Sociedad Espa?ola de Medicina de Familia y Comunitaria.
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