La Fenice suena otra vez
Muti dirige hoy el concierto inaugural del teatro veneciano, reconstruido tras el incendio de 1994
Los venecianos no dudan en calificar la reconstrucci¨®n como "una historia muy poco italiana", por lo bien que acaba y la relativa rapidez de la obra, consideradas las muchas dificultades de edificar en esta ciudad sobre el agua. Tampoco dudan en atribuir el ¨¦xito a su alcalde, Paolo Costa (Venecia, 1943), que se ha movido h¨¢bilmente en la jungla de contratos y denuncias de estos ¨²ltimos a?os: no en balde fue ministro de Obras P¨²blicas en el Gobierno de Prodi, entre 1996 y 1998. Economista, profesor de la Universidad de Ca' Foscari y m¨¢s tarde rector, sucedi¨® hace tres a?os en el Ayuntamiento al fil¨®sofo Massimo Cacciari. Es, adem¨¢s, comisario del Gobierno para la reconstrucci¨®n de La Fenice.
"Quer¨ªamos borrar aquel episodio, por eso el teatro deb¨ªa ser igual que fue", dice el alcalde
"A la consigna com'era e dov'era el gracejo popular le a?adi¨® una cola interrogativa: ?in quale era?", comenta divertido Costa en una entrevista con este diario y un peri¨®dico suizo. "La ciudadan¨ªa se dividi¨® entre los que imploraban la reconstrucci¨®n y los que no cre¨ªan que fu¨¦ramos capaces de llevarla a cabo".
Como en el caso del Liceo, que ardi¨® dos a?os menos dos d¨ªas antes que La Fenice, se abri¨® un debate entre partidarios de la reconstrucci¨®n filol¨®gica y defensores de la modernidad arquitect¨®nica, entre estos ¨²ltimos el arquitecto Mario Botta, disc¨ªpulo de Le Corbusier, y el escritor y cr¨ªtico musical Alessandro Baricco. "Recuperar La Fenice era algo que para esta ciudad se situaba m¨¢s all¨¢ del plano cultural. Arrasada por el fuego y rodeada de agua, La Fenice quedaba asociada a la idea rom¨¢ntica de la muerte en Venecia. ?Qu¨¦ puede hacer esta ciudad para estar a la altura de su propio pasado? Desaparecer, morir. Es una idea necr¨®fila que en la noche del 29 de enero se hizo muy presente. Hab¨ªa fuego por todas partes, no pod¨ªamos controlarlo y muchos pensamos en la destrucci¨®n total de la ciudad. Fue terrible. Y ¨¦sa fue la raz¨®n que nos impuls¨® a reconstruir el teatro tal y como era. Queremos borrar ese episodio de nuestra memoria colectiva, volver a ser como antes. No es que estemos en contra de la modernidad, en absoluto. El a?o que viene empezaremos a construir el cuarto puente sobre el Canal Grande proyectado por Santiago Calatrava en vidrio y acero. Pero La Fenice ten¨ªa que volver a ser como siempre fue".
Costa explica con detalle el largo camino de la reconstrucci¨®n, que en total habr¨¢ costado 88.915.952,59 euros: el concurso p¨²blico ganado en mayo de 1997 por Gae Aulenti y la uni¨®n temporal de empresas italianas Impregilo para su ejecuci¨®n; la impugnaci¨®n de esa decisi¨®n por parte de dos de los perdedores, que acab¨® con la adjudicaci¨®n de la obra a la empresa Holzmann sobre el proyecto de Aldo Rossi, desaparecido en 1997; los sucesivos retrasos en la entrega de la adjudicataria, que el 27 de abril de 2001 fue desalojada de la obra con intervenci¨®n de la fuerza p¨²blica; y "los 630 d¨ªas laborales" transcurridos desde esa fecha hasta la inauguraci¨®n de hoy, que Costa exhibe como un merecido trofeo. "El secreto estuvo en dividir la obra en cinco zonas de actuaci¨®n, confiadas a cinco talleres que mayoritariamente trabajaron fuera del teatro [ver EPS de hoy]. Pero m¨¢s all¨¢ de estos detalles, hay que tener en cuenta que el incendio ocurri¨® en un momento en que en Italia se estaba cambiando el estatuto jur¨ªdico de la obra p¨²blica. Ven¨ªamos de Tangentopolis, la corrupci¨®n ligada a las concesiones p¨²blicas. De no haber sido yo ministro del ramo y no haber contado con un buen equipo asesor, no habr¨ªamos conseguido el objetivo".
Las referencias hist¨®ricas que acumula este teatro son impresionantes. Inaugurado en 1792 por una sociedad de propietarios obligada a abandonar su anterior coliseo por una sentencia judicial -de ah¨ª que sus promotores lo bautizaran con el nombre del ave F¨¦nix-, en 1835 fue ya pasto de las llamas, pero en esa ocasi¨®n bast¨® un a?o para reconstruirlo. Entre sus paredes se han estrenado ¨®peras de Rossini, Bellini, Donizetti y, por supuesto, Verdi, entre ellas sus inmortales Rigoletto y La Traviata. Por no hablar de cantantes: baste citar a la divina Callas y a Joan Sutherland como debutantes de lujo.
Buena parte de esta densa historia puede verse estos d¨ªas en el Museo Correr, donde una exposici¨®n muestra bocetos de escen¨®grafos neocl¨¢sicos y rom¨¢nticos para La Fenice; o en el Instituto de Ciencias, donde se exhiben las doradas ornamentaciones y los estucos del teatro; o en Ca' Vendramin Calergi, donde muri¨® Wagner y que el viernes abri¨® tres salas para recordar al maestro alem¨¢n, tan ligado a la ciudad. Y si uno se harta de m¨²sica, siempre puede acudir a la Academia, donde encontrar¨¢ una exposici¨®n de obras del Giorgione, entre ellas la espl¨¦ndida pala de Castelfranco. La Fenice no renace, pues, de sus cenizas, sino del denso humus cultural de su propia historia.
La semana grande
A la inauguraci¨®n de esta noche seguir¨¢ una serie de siete conciertos sinf¨®nicos: ma?ana, Christian Thielemann dirigir¨¢ a la Philarmonia Orchestra de Londres en un programa integrado por obras de Wagner y Strauss; el mi¨¦rcoles, la orquesta y el coro de la Academia de Santa Cecilia de Roma se pondr¨¢ a las ¨®rdenes de Myung-Whun Chung para ofrecer la Tercera sinfon¨ªa de Gustav Mahler; el jueves, de nuevo la orquesta y el coro de La Fenice, dirigidos por Marcello Viotti (Petit messe solennelle, de Rossini), y el viernes ser¨¢ la vez de Elton John. Cerrar¨¢n, el s¨¢bado y el domingo, la Filarm¨®nica de Viena y la Filarm¨®nica de San Petersburgo (m¨¢s informaci¨®n en www.teatrolafenice.it).
"Haremos alg¨²n acto m¨¢s de car¨¢cter privado. En total, durante esta semana habr¨¢n pasado por el teatro unas 13.200 personas
[el nuevo teatro tiene una capacidad de 1.099 espectadores, casi 200 m¨¢s que el que ardi¨®]", explica el alcalde Paolo Costa. "Luego cerraremos hasta noviembre de 2004 para acabar la parte de oficinas y rodar la ac¨²stica y la maquinaria esc¨¦nica. El lunes no aguantaba los nervios. Riccardo Muti prob¨® la ac¨²stica de la sala por primera vez. Yo me manten¨ªa en contacto telef¨®nico con un colaborador m¨ªo que estaba en el teatro. '?Ha dicho algo el maestro?', le preguntaba cada dos minutos. 'Todav¨ªa nada'. Hasta que al final me llam¨®. 'Ha dicho que va bene'. Respir¨¦".
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