Dos fabricantes de historias
A la sombra de un fabuloso jard¨ªn de palmeras y flamboyanes, a seis kil¨®metros del pueblo de San Antonio de los Ba?os, o lo que es lo mismo, a 40 minutos en coche desde La Habana, funciona una o dos veces al a?o una f¨¢brica singular: una aut¨¦ntica f¨¢brica de historias. Tiene un nombre un tanto gris, Taller de Guiones, pero no hay por qu¨¦ preocuparse, pues su gur¨² y alquimista es el escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Caribe puro, y lo primero de todo, aclara: "Aqu¨ª no estamos para hacer guiones. Estamos para contar historias. Lo que nos interesa aprender es c¨®mo se arma un relato, como se cuenta un cuento. Y es lo que haremos en los pr¨®ximos d¨ªas".
Desde que se cre¨®, por su empe?o personal, la Fundaci¨®n del Nuevo Cine Latinoamericano, el 4 de diciembre de 1986, y 11 d¨ªas m¨¢s tarde la Escuela Internacional de Cine y Televisi¨®n de San Antonio de los Ba?os, Garc¨ªa M¨¢rquez no ha dejado de impartir estos talleres. Han pasado ya por ellos unos 300 cineastas o aspirantes a cineastas, muchos egresados de la Escuela de San Antonio. Gabo -que confiesa que estos encuentros se han convertido para ¨¦l en un "vicio"- ha mimado siempre este espacio creativo, protegi¨¦ndolo de intrusos y seleccionando cuidadosamente a los alumnos que participan en estos laboratorios de ideas, nunca en grupos de m¨¢s de ocho o diez personas.
A juicio de Costa-Gavras, para adaptar un gui¨®n, sobre todo cuando se basa en un hecho hist¨®rico, hay que ser "fiel al esp¨ªritu, aunque no necesariamente a la letra"
Gabo: "Para ejercer el oficio de guionista se necesita toda la humildad del mundo. Al final, el director, el gran can¨ªbal, impone el punto de vista definitivo"
La premisa -o la obsesi¨®n- de partida es una: "Lo que m¨¢s me importa en este mundo es el proceso de creaci¨®n", ha dicho Gabo. Y tambi¨¦n subyace una b¨²squeda: "?Qu¨¦ clase de misterio es ese que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasi¨®n, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, fr¨ªo o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?".
El taller, en esta ocasi¨®n, se realiz¨® entre el 5 y el 9 de diciembre, y Garc¨ªa M¨¢rquez invit¨® al director Constantin Costa-Gavras a compartir consejos y experiencias con 10 de sus disc¨ªpulos. El guionista y realizador de filmes tan redondos como Z, Missing, Estado de sitio o Am¨¦n -su ¨²ltima y pol¨¦mica pel¨ªcula, que aborda el tema peliagudo del silencio y la indiferencia del Vaticano ante el nazismo- particip¨® hace a?os como espectador en uno de los talleres de Gabo. Y se enganch¨®.
"Qued¨¦ fascinado. He estado en otros, pero de car¨¢cter te¨®rico, nada que ver con estos. Aqu¨ª es todo pr¨¢ctica, se empieza desde el principio a construir una historia y se sigue todo el proceso de su desarrollo", afirma.
Cuando Gabo lo invit¨® a trabajar junto a ¨¦l en este curso, aprovechando su viaje a La Habana para asistir al XXV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que le rindi¨® homenaje, Costa-Gavras no se lo pens¨® dos veces. Los tres primeros d¨ªas se dedicaron al an¨¢lisis de ideas y proyectos discutidos en el ¨²ltimo taller, realizado en mayo por varios de los alumnos, que repet¨ªan experiencia. El cuarto y quinto d¨ªa se empez¨® desde cero.
Lunes 8 de diciembre
Es un aula sencilla, con las mesas colocadas formando un gran cuadrado. Falta un estudiante. Alguien comenta que le duele la espalda.
Gabo: "El dolor de espalda no tiene nada que ver con la creaci¨®n, que yo sepa".
El primero en hablar es Marcus Antonio Moura, un brasile?o que se gradu¨® en esta escuela audiovisual en 1990. Cuenta la historia de un librero alem¨¢n, "que no es jud¨ªo, ni comunista, s¨®lo es un vendedor de libros". Vende libros de autores alemanes. Cuando llegan los nazis al poder, se marcha a Par¨ªs para poder seguir vendiendo libros. Pero se produce la ocupaci¨®n alemana y emigra a Am¨¦rica. Pasa por Argentina, Brasil, Chile, adonde toman el poder los militares, y ¨¦l tiene que huir para sobrevivir y poder seguir vendiendo libros.
Gabo: "?C¨®mo empieza la pel¨ªcula?".
Marcus: "Con la quema de libros en Alemania".
Costa-Gavras: "?Qu¨¦ libros vende?".
Marcus: "Libros de Marx, Hegel, Freud. Libros de autores alemanes, editados en alem¨¢n".
Costa-Gavras: "?Pero hay tanta gente que hable alem¨¢n en Am¨¦rica Latina?".
Llueven las preguntas: "?De d¨®nde sacaba los libros?". "?C¨®mo los cargaba por el mundo?". "?Y c¨®mo evitar que la pel¨ªcula se convierta en un simple c¨²mulo de an¨¦cdotas", pregunta Gabo. Despu¨¦s de veinte minutos de r¨¦plicas y debate, Marcus se justifica: "Bueno, es s¨®lo una idea. Es el punto de partida para hacer la historia".
Gabo: "Pues primero hay que tener la historia, saber qu¨¦ historia se quiere contar, y despu¨¦s viene el punto de partida".
Surgen nuevos argumentos. Uno. Dos. Tres. Y una y otra vez van cayendo por su propio peso. Hilda, de Costa Rica, se lanza con una trama loca de clonaciones despu¨¦s de la III Guerra Mundial, cuando no queda en la Tierra ni un solo var¨®n. S¨®lo hay mujeres. Una de ellas, rebelde, clona a partir de una de sus c¨¦lulas a un hombre, y por ello es perseguida, tiene que huir a otro planeta.
Gabo: "Ya, una pel¨ªcula barata".
Costa-Gavras , siempre l¨®gico y racionalista: "?Hab¨ªa hombres en los otros planetas?".
Poco a poco, Hilda se mete en un callej¨®n sin salida. "El problema es que est¨¢s contando la historia y t¨² misma no te la crees. Cuando uno no se cree la historia, mala cosa", le dice Costa-Gavras.
Son dos estilos diferentes. Gabo es absolutamente Caribe. Vuela con las ideas m¨¢s delirantes. Costa-Gavras es, en cambio, un ajedrecista, camina con los pies bien pegados a la tierra. En principio, Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ dispuesto a creerse cualquier cosa, o a inventarla; para ¨¦l es algo natural que los antecesores de la familia Buend¨ªa que se apareaban entre s¨ª vinieran al mundo con rabo de cerdo. Costa-Gavras tard¨® a?o y medio en escribir el gui¨®n de Am¨¦n, y tres m¨¢s en investigar y documentarse sobre el Vaticano, el papa P¨ªo XII y su relaci¨®n con el nazismo. Consult¨® decenas de libros y archivos y consigui¨® fotograf¨ªas de cardenales que hac¨ªan el saludo nazi junto a Goebbels y de iglesias donde colgaban banderas con la esv¨¢stica. Pero uno y otro, Gabo y Costa-Gavras, se complementan. Ambos son grandes fabuladores, creadores de historias, sean ¨¦stas estrictamente fieles a la realidad o producto de la imaginaci¨®n m¨¢s acaracolada.
Para Gabo, "el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no, as¨ª como, en un sentido m¨¢s amplio, se divide entre los que cagan bien y los que cagan mal". Lo ha dicho as¨ª en otros talleres. Y como en ¨¦ste hasta el momento la cosa no fragua, hay cierto acojone general.
Se va la luz (por si alguien hab¨ªa olvidado que estamos en Cuba). Gabo propone trabajar sobre una idea sencilla. Ver¨®nica, una boliviana de 31 a?os, graduada tambi¨¦n de esta escuela, cuenta su pel¨ªcula. Trata sobre una mujer que se marcha a Estados Unidos y hace su vida all¨ª. Se casa, tiene hijos y cierto ¨¦xito laboral. A los 50 a?os queda viuda y le dicen que tiene c¨¢ncer. Ella no quiere gastar el dinero de la familia ni tampoco sufrir. Tiene hecho un seguro de vida para garantizar el futuro de sus hijos. As¨ª que decide morir, y vuelve a su pa¨ªs, Bolivia, buscando una muerte violenta. Conoce sitios truculentos donde ser¨¢ f¨¢cil encontrar quien la mate.
Cuando llega a La Paz, se aloja en un buen hotel, se arregla y se va a un bar de malandros. Liga con un joven. Mientras hacen el amor en su habitaci¨®n, ella saca un rev¨®lver de debajo de la cama para provocar la reacci¨®n del chico y que la mate. Pero ¨¦l lo que hace es salir huyendo. Ella est¨¢ desesperada. Sabe que hay gente pobre en Bolivia que se anuncia en los peri¨®dicos para vender un ri?¨®n para trasplantes y obtener dinero r¨¢pido. Piensa en ponerse en contacto con uno de ellos: si hay alguien tan desesperado como para vender un ri?¨®n, con seguridad podr¨¢ convencerle de que la mate por dinero. Llama. El elegido, sin embargo, no lo quiere hacer. Trata de convencerla de que es una locura.
Gabo: "Es una buena historia. La de alguien que quiere que lo maten y no lo logra, en el continente que a uno lo matan por cualquier cosa".
Una historia de amor
El proyecto de Ver¨®nica va perfil¨¢ndose. "?Ser¨ªa entonces una historia de amor entre la mujer y el vendedor del ri?¨®n, al planear su muerte?", pregunta Costa-Gavras. S¨ª, y el final, se acuerda por unanimidad, es que ¨¦l la acaba matando por amor.
"Bien. La hacemos", dice Gabo. Y pregunta: "?Cu¨¢l ser¨ªa la primera escena?".
"Ella bajando del avi¨®n", dice Ver¨®nica. "Ha de verse que ella viene de Estados Unidos. Despu¨¦s, ella en el hotel: se prepara para salir al bar, se pinta, se arregla...".
Costa-Gavras y Gabo, casi al un¨ªsono: "?D¨®nde consigue la pistola? No la puede haber pasado por el aeropuerto. Eso no se lo cree nadie". Gabo y Costa explican que cuando uno tiene un problema en el gui¨®n, hay que buscar una soluci¨®n l¨®gica. No valen trucos ni trampas, porque el espectador se da cuenta.
Costa-Gavras plantea buscar una imagen potente al empezar la pel¨ªcula que deje claro que ella quiere morir. Propone que, nada m¨¢s aterrizar, ella vaya a una taquilla del aeropuerto y coja de all¨ª la pistola. "Desde luego, esto atrae la atenci¨®n, es un buen golpe, pero no hay que olvidar que le quedamos debiendo una explicaci¨®n al espectador", dice Gabo.
Ya estamos en el cuarto. El joven y la mujer hacen el amor. Ella saca la pistola y se la pone en la boca, como en una especie de juego sexual. Ella hace que ¨¦l sostenga el arma y poco a poco aprieta su dedo contra el gatillo.
Los comentarios de Costa-Gavras son certeros y afilados como cuchillos: "Eh, Eh", dice, "hay que tener cuidado, no vaya a parecer una perversa sexual. Todav¨ªa el espectador no sabe por qu¨¦ quiere morir. Por cierto, hay que cont¨¢rselo". "Puede ser", sugiere Gabo, "puede ser en la primera entrevista que tiene la mujer con el vendedor de ri?ones. Ah¨ª se lo cuenta".
La idea del vendedor de ri?ones, que al principio parec¨ªa ser una idea brillante, empieza a estorbar. "Hay que tener mucho cuidado con las ideas brillantes. Hay que saber tomar distancia de ellas y ver si en realidad funcionan o no", aconseja Costa-Gavras.
Gabo eso lo tiene muy claro. Lo ha explicado otras veces a los participantes de sus talleres: "Un buen escritor no se conoce tanto por lo que publica como por lo que echa al cesto de la basura. Si desecha, es que va por buen camino. Hay que tener criterio y, por supuesto, valor para tachar lo que haya que tachar y para o¨ªr opiniones y reflexionar seriamente sobre ellas".
La historia de Ver¨®nica ha funcionado. Hay energ¨ªa, vibra el aula. La historia de la mujer y el vendedor de ri?ones, que ya no existe, se ha convertido en una historia de amor bien trabada, una historia que es a la vez la de una complicidad para cometer un crimen. El problema ahora es buscar quien la ayude a morir. Pero por hoy, el tiempo se acaba.
Gabo (a modo de conclusi¨®n): "No me preocupa. Ya tenemos la pel¨ªcula. Nuestro hombre puede ser uno de los hu¨¦spedes, o uno de los empleados, cualquiera. Ahora les toca a ustedes pensar. Llegado a este punto, un guionista ya est¨¢ tranquilo. Las historias que no funcionan se mueren solas. Pero cuando son buenas, las ideas y las soluciones surgen solas, y s¨®lo hay que escoger".
Martes 9 de diciembre
Gabo: "A ver, ?qu¨¦ tenemos para hoy?".
El silencio es absoluto. Pasan largos y lentos minutos. El taller est¨¢ como paralizado. Despu¨¦s de dos o tres ideas fallidas, Gabo y Costas deciden que se trabaje la adaptaci¨®n de un gui¨®n sobre un libro o una novela. Un libro que todos conozcan.
De nuevo el silencio. Pasan minutos repletos de balbuceos. Es m¨¢s dif¨ªcil de lo que parece encontrar un libro que se hayan le¨ªdo todos. "Cien a?os de
soledad", bromea alguien.
Gabo: "No conviene. Tardar¨ªamos cien a?os en hacer el gui¨®n".
"?Pedro P¨¢ramo?".
Costa-Gavras: "Imposible hacer una buena pel¨ªcula de Pedro P¨¢ramo. Hay obras que es mejor ni tocar".
Gabo: "Que me lo digan a m¨ª, que escribo mis libros ya adaptados para que no me los puedan adaptar".
Gabo (fuera del aula, dos d¨ªas despu¨¦s, en su casa de Cubanac¨¢n): "Yo considero que los oficios de novelista y de guionista son radicalmente diferentes. Cuando estoy escribiendo una novela, me atrinchero en mi mundo y no comparto con nadie. Es la ¨²nica manera que tengo de proteger el feto, de que se desarrolle seg¨²n lo conceb¨ª. Para ejercer con dignidad el oficio de guionista se necesita toda la humildad del mundo. Desde que uno empieza a escribir sabe que esa historia, una vez terminada, no ser¨¢ suya. Al final, el director, el gran can¨ªbal, ser¨¢ quien imponga el punto de vista definitivo".
Al principio de su carrera, Gabo quer¨ªa ser director de cine , "porque, junto con la literatura, es la mejor forma de contar historias". Entre 1952 y 1955, estudi¨® en el Centro Experimental de Cinematograf¨ªa de Roma, donde conoci¨® a los cubanos Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea y Julio Garc¨ªa Espinosa, actual director de la Escuela de San Antonio. De 1954, cuando s¨®lo hab¨ªa escrito La hojarasca, es su primer gui¨®n, La langosta
azul. Despu¨¦s ha colaborado en numerosos guiones, pero ninguno ha tenido ¨¦xito, ni la adaptaci¨®n del cuento de Rulfo El gallo de
oro, que hizo con Carlos Fuentes, ni Tiempo de
morir, pel¨ªcula dirigida por el mexicano Arturo Ripstein. Tampoco las pel¨ªculas basadas en adaptaciones de sus obras -El coronel no tiene quien le
escriba, Cr¨®nica de una muerte
anunciada, Erendira- han funcionado.
Ciertamente, este desencuentro entre sus dos pasiones, el cine y la literatura, es un hueso atragantado en la garganta de Garc¨ªa M¨¢rquez, aunque ¨¦l no lo reconoce del todo. "El ¨¦xito en el cine depende de demasiados factores, interviene mucha gente, es un milagro que salgan bien las cosas. Cuando escribo mis libros, dependo exclusivamente de m¨ª y de mi imaginaci¨®n. Adem¨¢s, la relaci¨®n que se establece entre el novelista y el lector es mucho m¨¢s libre". Por eso nunca ha querido ceder los derechos de Cien a?os de
soledad, para "respetar el soberano derecho del lector a imaginar la cara de la t¨ªa ?rsula o del Coronel como le venga en gana".
(De nuevo en el taller).
Costa-Gavras: "Para la adaptaci¨®n, a veces basta con seguir el libro. Otras, como en el caso de Missing, la historia cinematogr¨¢fica sale de una parte de la obra, cuando el padre va buscando a su hijo; Am¨¦n, basada en la obra de Hochhuth, es otro ejemplo. La obra original se centraba en la relaci¨®n del Papa con un cura alem¨¢n y la dirigencia nazi. A m¨ª, en vez del Papa, me interes¨® el personaje del cura y el personaje de Kurz Gerstein, el oficial del ej¨¦rcito alem¨¢n que trata de boicotear los env¨ªos de gas Zycon B a los campos de concentraci¨®n. Los quer¨ªa en igualdad de condiciones".
A juicio de Gavras, para adaptar un gui¨®n, sobre todo cuando se basa en un hecho hist¨®rico, hay que "ser fiel al esp¨ªritu, aunque no necesariamente a la letra". "La ¨²nica forma de lograr esa fidelidad es investigar y documentarse concienzudamente".
Una buena historia
De nuevo el silencio. Gabo sale con una de las suyas: "Ayer hicimos uno o dos largos, y hoy nada. ?Qu¨¦ pasa, que como hoy no esper¨¢bamos a EL PA?S otra vez, no hay ideas?". Me comprometo a no escribir nada del embarazoso lapsus. Pero interrumpe Gabo: "No. Al contrario. Aqu¨ª, tan importante como aprender a contar una historia es darse cuenta de lo dif¨ªcil que es encontrar una buena historia".
Alguien habla de hacer un documental sobre malandros y mafias en Tegucigalpa. "?Pero trabajado con lenguaje de ficci¨®n, como Suite
Habana?", pregunta Gabo. "No, no, un documental puro, todo realidad", responde el muchacho.
Gabo: "Qu¨¦ quiere decir eso, que lo que es ficci¨®n no es realidad". Costa-Gavras: "Creo que era Bergman quien dec¨ªa eso de que 'la ficci¨®n es realidad controlada".
Todo ha terminado. Pero antes de partir de la Escuela de Cine, que en 17 a?os ha graduado a 422 alumnos de 47 pa¨ªses, en su mayor¨ªa latinoamericanos, le pregunto a Garc¨ªa M¨¢rquez si quiere decir algo m¨¢s: "Pon lo que te d¨¦ la gana". Pues eso: "Que mantener la escuela es caro y que en San Antonio aceptan donaciones". Costa-Gavras y Gabo se suben al coche. Nada m¨¢s salir, por un camino de tierra roja y palmas reales, el veh¨ªculo pasa ante una valla patri¨®tica que ha colocado una cooperativa agr¨ªcola de la zona. Dice: "Sembrando ideas para el desarrollo agropecuario". Indiscutiblemente, estamos en Cuba. Y aqu¨ª -Constantin Costa-Gavras y Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lo saben- la realidad es tan fabulosa como la obsesi¨®n misteriosa y m¨¢gica de contar historias.
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