El dispositivo Genet/Sartre
Hecha en buena parte de intensas singularidades (Proust, C¨¦line, Artaud, Bataille, Ponge, etc¨¦tera), la literatura francesa de la primera mitad del siglo XX parece entroncar con la gran revoluci¨®n po¨¦tica del XIX, encarnada por Baudelaire, Mallarm¨¦, Rimbaud y Lautr¨¦amont, aunque a primera vista la separen de ella fuertes diferencias. La m¨¢s notoria similitud reside sin embargo en el programa ininterrumpido de ruptura y transgresi¨®n que es posible reconocer retrospectivamente en todos esos autores. Entre 1940 y 1952, los nombres de Sartre y de Jean Genet se inscriben de manera eminente en esa lista, introduciendo en ella una acentuada atipicidad.
Jean Genet, nacido en Par¨ªs en 1910, de padre desconocido, abandonado por su madre, adoptado por una familia modesta en un pueblito del Morvan, una regi¨®n pobr¨ªsima vecina de Borgo?a, ladr¨®n y vagabundo, homosexual pasivo que ejerci¨® espor¨¢dicamente la prostituci¨®n, y que entre 1926 y 1944 sufri¨® 13 condenas por robo, deserci¨®n, etc¨¦tera, y fue encarcelado muchas veces, public¨® en 1943, gracias a la mediaci¨®n de Jean Cocteau, su primer libro, Nuestra Se?ora de las Flores, un relato en gran parte autobiogr¨¢fico donde evoca sus temporadas en la c¨¢rcel, as¨ª como el mundo de los travestis que se prostitu¨ªan en Pigalle y de sus proxenetas. Aunque no exento de defectos (tremendismo, cierto regodeo con su propias fijaciones, verbosidad, facetas costumbristas), el libro, por su originalidad, su fuerza transgresora y su libertad, caus¨® sensaci¨®n en el medio literario franc¨¦s, y los problemas del autor con la justicia, as¨ª como los del libro con la censura por su crudeza casi program¨¢tica, le dieron a Genet una r¨¢pida celebridad. Sus libros se fueron sucediendo en un lapso relativamente corto, a tal punto que seis o siete a?os m¨¢s tarde la editorial Gallimard, gracias a la intervenci¨®n de Jean Paul Sartre, decidi¨® la publicaci¨®n de sus obras completas.
Sartre percibi¨® en la obra de Genet algunos temas centrales del existencialismo, como la esencia del Mal o el ejercicio de la libertad
Hijo ¨²nico, adorado por su madre, una viuda joven y hermosa, educado en el seno de una familia burguesa, Sartre, que hizo estudios brillantes, y comenz¨® a publicar desde los a?os treinta relatos y textos filos¨®ficos representando en la posguerra la figura m¨ªtica, mundialmente conocida, del intelectual existencialista comprometido con su ¨¦poca, no parec¨ªa en principio la persona adecuada, destinada a coincidir tan ¨ªntimamente con su opuesto sim¨¦trico, el artista autodidacta, ratero, ex presidiario, desertor, ap¨®logo del crimen y de la traici¨®n, Jean Genet. Y sin embargo, por lo que dure la literatura francesa, sus nombres seguir¨¢n unidos. Sartre crey¨® percibir de inmediato, en la obra de Genet, legitimados doblemente a causa de su origen autobiogr¨¢fico, algunos temas centrales de la filosof¨ªa existencialista, el individuo como producto de una situaci¨®n singular en el seno de la sociedad, la esencia del Mal, la elecci¨®n de un proyecto para superar toda clase de determinismos, sociales, psicol¨®gicos e incluso biol¨®gicos y metaf¨ªsicos, el ejercicio de la libertad que emancipa y permite pasar del mero "ser a la existencia".
En la obra torrencial de Sartre,
al mismo tiempo literaria, pol¨ªtica y filos¨®fica, tal vez una de las partes m¨¢s atrayentes sea aquella que, a lo largo de su vida, dedic¨® a ciertos artistas, particularmente escritores o pintores, para analizarlos en tanto que "individuos en situaci¨®n": Baudelaire, Tintoretto, Mallarm¨¦, hasta su libro-r¨ªo sobre Flaubert, El idiota de la familia. Retratos fulgurantes, en los que la intensa y exacta prosa de Sartre alcanza sus logros mayores, esos textos fueron ganando poco a poco un lugar primordial en su obra, a pesar de las cr¨ªticas virulentas de que fueron objeto en algunos casos, como el Baudelaire por parte de los surrealistas, por ejemplo, que consideraron insultante y cruel un libro que s¨®lo trataba de profundizar los indicios que el propio Baudelaire hab¨ªa dejado en sus poemas y en sus textos autobiogr¨¢ficos. Como los retratos de Picasso o de Bacon, si los personajes tratados parec¨ªan deformados, era porque el artista que los represent¨® fue capaz de ver en ellos lo que estaba m¨¢s all¨¢ de las apariencias. Esos personajes, por otra parte, estaban todos muertos desde hac¨ªa mucho tiempo. En cambio, con Jean Genet, las cosas fueron muy diferentes. Genet no solamente viv¨ªa, sino que era m¨¢s joven que su ex¨¦geta y estaba en plena actividad literaria, y hasta podr¨ªa decirse que era su amigo; en todo caso, en 1949 les dedic¨® a Sartre y a Simone de Beauvoir (el Castor), el que muchos consideran su mejor libro: Diario del ladr¨®n.
El 16 de julio de 1948, ante la inminencia de un nuevo encarcelamiento, Sartre y Jean Cocteau publican en Combat una carta abierta pidiendo la gracia presidencial para Jean Genet, carta que figura entre los documentos judiciales relativos a Genet, y que parece haber contribuido a acelerar el fin de sus problemas con la justicia, porque poco tiempo m¨¢s tarde las autoridades decidieron incluso hacer desaparecer de sus fichas de identidad todos sus antecedentes policiales. El vagabundo "sin profesi¨®n" y "sin domicilio fijo" Genet Jean emerge de su larga noche de miseria, de escarnio y de soledad transformado en Jean Genet, escritor original y c¨¦lebre, cuyas obras de teatro sobre todo ser¨¢n representadas en el mundo entero. Sartre y Cocteau fueron los art¨ªfices principales de esa transformaci¨®n. Fue Sartre el que introdujo a Genet en Gallimard y el que sugiri¨® la publicaci¨®n de sus obras completas. Como era natural que sucediese, Gallimard le pidi¨® a Sartre que escribiera un pr¨®logo para el primer volumen. Sartre escribi¨® un texto c¨¦lebre: San Genet: comediante y m¨¢rtir que, a causa de sus setecientas p¨¢ginas de tipograf¨ªa apretada, no se conform¨® con ser el pr¨®logo al primer volumen, sino que se convirti¨® lisa y llanamente en un volumen aut¨®nomo; de modo que desde entonces, en las obras completas de Genet, el primer volumen est¨¢ constituido por la ex¨¦gesis monumental de Jean Paul Sartre.
Una extra?a dial¨¦ctica se instaur¨® entre ese primer volumen y el resto de las obras completas. Es obvio que el desmesurado an¨¢lisis de Sartre se nutre de los textos de Genet, e inversamente, por el minucioso examen al que los somete, superando sus zonas oscuras, sus argucias ret¨®ricas y sus ingenuidades, desarrollando hasta sus sentidos m¨¢s secretos, los ilumina dot¨¢ndolos de fulgores inesperados. Pero no es menos cierto que la irrupci¨®n brusca de Genet en el mundo literario, la violenta singularidad de su vida y de sus textos, fueron para Sartre un notable est¨ªmulo intelectual. Como un proxeneta que se enriquece haciendo trabajar a su pupila, la obra de Genet y la ex¨¦gesis de Sartre se explotan mutuamente, pero encarnando cada una de ellas los dos roles a la vez. Puestos por lo que duren frente a frente, el texto y su monstruoso comentario se reflejan uno al otro reproduciendo al infinito sus brillos y sus sombras. Los que argumentan contra Sartre pretenden que su libro produjo tal impacto en Genet que ¨¦ste no pudo volver a escribir una sola l¨ªnea durante muchos a?os, lo cual no parece molestar demasiado a Sartre, porque muchas veces en su libro considera expl¨ªcitamente a Genet como si estuviese muerto. Otros reprochan la ambivalencia sartreana respecto de Genet: entre los encomios, pululan las observaciones m¨¢s crueles y, por momentos, los an¨¢lisis biogr¨¢ficos y psicol¨®gicos lindan con la brutalidad. Pero Sartre no hace m¨¢s que jugar el mismo juego que Genet: es su espejo, no su hagi¨®grafo; no es ni un terapeuta ni un asistente social; es un escritor y un fil¨®sofo. Su tarea consiste en suscitar forma y sentido, igual, por otra parte, que Jean Genet, cuya ret¨®rica transgresora lo incita a ensalzar la fuerza bruta, la escatolog¨ªa, el crimen, la traici¨®n, sin que lo preocupen para nada -y con raz¨®n- la sensibilidad o las convicciones de sus lectores. En la zona en la que el dispositivo Genet/Sartre funciona, no hay cabida para los tapujos ni para las buenas maneras.
Ese dispositivo es ¨²nico en la
literatura francesa, y tal vez mundial. Su persistente vivacidad, los problemas que muestra, las revelaciones que aporta, las emociones que provoca, son de ¨ªndole espec¨ªficamente literaria, y le dan su raz¨®n de ser a textos cuya originalidad podr¨ªa deberse al hecho de que sus autores provienen de mundos extra?os a la literatura: Genet de la noche oscura de un mundo sin palabras, o en el que apenas si se hablan tenebrosas jergas marginales, y Sartre de la filosof¨ªa, donde ¨²nicamente los conceptos tienen curso legal. De esos universos opuestos, el autor y su sombra o, si se prefiere, el ex¨¦geta y su doble, convergen hacia la tierra de nadie de la literatura. Porque el San Genet es antes que nada un gran texto literario, que se alimenta de su objeto como su objeto se alimenta de su propia experiencia. Cuando Sartre lo escribe, deja de ser fil¨®sofo para volverse, como Genet Jean, "sin profesi¨®n", es decir escritor, as¨ª como del arte que los dos practican, la literatura, por sus imprevisibles irrupciones en cuanto a la forma, a la persona, o al lugar, podr¨ªa decirse que es, tan evidente como inesperado, "sin domicilio fijo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.