Infelices fiestas
Ya hay ambiente navide?o, ya ha comenzado la obscenidad tradicional de estas fiestas. Porque es muy fuerte que, mientras se dispara el gasto y todos ponemos cara de felicidad, lo que nos traen estas Navidades sea la cr¨®nica de una muerte anunciada. Las diferencias entre ricos y pobres se agrandan, el medio ambiente se deteriora irreversiblemente, la insolidaridad ha anidado en los corazones humanos. Ya lo s¨¦, son t¨®picos del discurso navide?o. Pero que algo sea t¨®pico no es negativo. T¨®pico quiere decir que se refiere a uno de los topoi o lugares del discurso, esto es, a lo que de veras importa a todos los seres humanos. Los antiguos ten¨ªan muy claro que s¨®lo merece la pena reflexionar sobre el amor, sobre la vida y la muerte, sobre la juventud y la vejez. Sin embargo, como lo moderno no es hablar de lo de siempre, sino de lo que llaman la actualidad, voy a centrar esta reflexi¨®n navide?a en el aluvi¨®n de malas noticias que ¨²ltimamente nos agobia. Al fin y al cabo, otro t¨®pico de estas fiestas, aunque sea de forma m¨¢s que de contenido, es hacer balance del a?o pasado. En los pr¨®ximos d¨ªas se acumular¨¢n estas cuentas de la vieja en todos los medios. No obstante, yo siempre he preferido la tradici¨®n de a?o nuevo, la cual consiste en plantearse lo que ser¨¢ antes que aquello que, por haber sido, ya no tiene remedio. Y lo que ser¨¢, para los valencianos -me temo- no pinta nada bien, con independencia de la famosa copa y de otras alegr¨ªas que, al lado de lo que asoma en el horizonte, parecen el sorbito de champ¨¢n de la canci¨®n.
Afirma el dicho popular que las malas noticias nunca vienen solas. O, m¨¢s simple y colorista, que a perro flaco todo son pulgas. Pero estos planteamientos, como casi toda la sabidur¨ªa popular, son demasiado afectos al fatalismo, parecen estar convencidos de que la rueda de la fortuna gira caprichosamente y tan pronto lo alza a uno a cimas de (relativa) grandeza como lo sume en la mayor de las miserias. Puede que la vida de las personas responda al puro azar: al fin y al cabo, el futuro no est¨¢ escrito. Aun as¨ª, yo guardar¨ªa una prudente reserva ya que es evidente que muchas veces lo que nos ocurre nos lo hemos ganado a pulso. Nadie puede castigar impunemente su cuerpo sin que m¨¢s pronto que tarde le pase factura; nadie puede jugar con los sentimientos ajenos sin acabar siendo v¨ªctima de su propio juego. Pues bien: ¨²ltimamente todo va mal. No damos abasto: en Europa, fracasa la cumbre que pretend¨ªa aprobar su primera Constituci¨®n; en Espa?a, las tensiones pol¨ªticas entre el gobierno central y las comunidades aut¨®nomas catalana y vasca se agudizan. En la Comunidad Valenciana la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua (AVL), cuestionada por todos los lados, hace aguas. Ah, era eso. Vaya, lo de siempre. Cre¨ªamos que iba Vd. a contarnos algo nuevo. Lo malo es que no se trata de lo de siempre.
Veamos. Nos han dicho que necesitamos los fondos europeos para construir el AVE, para las autopistas, para el PHN, para las infraestructuras de la Copa del Am¨¦rica. Pues bien, ahora que la Europa de las dos velocidades se perfila con nitidez en el horizonte, ya sabemos lo que nos toca. Para los fuertes -el que sean ego¨ªstas y desvergonzados no les quita fortaleza- hay dos culpables: Espa?a y Polonia. Dado que la segunda se ha concebido como zona de expansi¨®n econ¨®mica de Alemania (antiguamente se le llam¨® Lebensraum), es obvio cu¨¢l va a ser la soluci¨®n: negarnos el pan y la sal a nosotros y darles todo a ellos. Divide y vencer¨¢s. ?Qu¨¦ podemos hacer? ?Castigar a los turistas de los que vivimos?
Tampoco pinta mejor lo de la cuesti¨®n territorial espa?ola. Parece evidente que dentro de muy poco, en cuanto ese gobierno moribundo, que provoc¨® y entr¨® ingenuamente al trapo de todas las provocaciones, haya sido enterrado, Madrid tendr¨¢ que llegar a un acuerdo con quienes -a veces con sensatez y otras sin ella- est¨¢n propugnando una reforma constitucional, mande quien mande en Moncloa. Pero los acuerdos duraderos s¨®lo son posibles cuando ambas partes quedan satisfechas y la manera de lograrlo es siempre la misma: que un tercero pague los platos rotos. ?Adivinan qui¨¦n va a ser el pagano? ?Bingo! Porque si de lo que se trata es de consolidar un tratamiento asim¨¦trico, en la Constituci¨®n o, factualmente, fuera de ella, ya sabemos qui¨¦n va a perder: no las regiones que ni hist¨®rica ni econ¨®mica ni socialmente pueden aspirar a un trato preferente, sino precisamente las que sin haber levantado la liebre estaban m¨¢s cerca de lograrlo. O sea que la Comunidad Valenciana va a ser a Espa?a lo que Espa?a a la Uni¨®n Europea, el chivo expiatorio. A eso lo llamaban proporcionalidad en la escuela, si no recuerdo mal.
Y en cuanto a la renqueante AVL y la reapertura de nuestra particular batalla ling¨¹¨ªstica, ?qu¨¦ quieren que les diga? Es como si hubi¨¦ramos entrado en el t¨²nel del tiempo: otra vez las agresiones a librer¨ªas, otra vez los libelos period¨ªsticos, otra vez las posiciones irreductibles. Me hab¨ªa prometido hablar del futuro y no del pasado, pero este asunto destila tonalidades sepia. Lo curioso es que el problema no ha nacido de enfrentamientos violentos entre acad¨¦micos por un qu¨ªtame all¨¢ esas pajas filol¨®gicas (conozco a muchos de ellos, de los dos bandos, y son m¨¢s bien pac¨ªficos), sino -?qui¨¦n lo iba a decir!- de los repartos de poder en el seno de un partido pol¨ªtico. S¨®lo que el perdedor tiene nombre y apellidos: la llengua (mejor nos callamos el apellido para no liarla: ?ven como ya volvi¨® la autocensura?). Es como lo del gobierno central y los perif¨¦ricos: la crisis de la AVL es a Valencia lo que ¨¦sta es a Espa?a.
Resumiendo: que todo son desgracias. En lo grande y en lo peque?o, 2004 pinta de lo m¨¢s tenebroso. Uno era de los que cre¨ªan en la nueva Europa (que no es la de Bush, sino la de Erasmo), en una Espa?a diferente y (pese a todo) en la AVL. Ahora no s¨¦. Ya pueden atontarnos con luces estridentes y musiquillas empalagosas que, al habitual tormento de las Navidades y a la melancol¨ªa que nos deja el echarnos un a?o m¨¢s al coleto, hay que sumar la convicci¨®n de que vienen malos tiempos. Pesimismo que no mejora nada cuando nos miramos lo vac¨ªo de nuestro bolsillo, lo precario de nuestro trabajo o lo poco seguras que son nuestras calles y carreteras, como est¨¢ en el ¨¢nimo de todos. As¨ª que no se me ocurre desearles otra cosa que que les sea leve este infeliz a?o nuevo que viene.
?ngel L¨®pez Garc¨ªa-Molins es catedr¨¢tico de Teor¨ªa de los Lenguajes de la Universidad de Valencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.