Lecturas para remontar el a?o
AUNQUE HOY ejercemos un espa?ol atl¨¢ntico, no son pocos los autores que en una u otra orilla del idioma renuevan el mapa creativo de la lectura y nos asignan la aventura de encontrarlos. Este breve recuento les devuelve la palabra.
Nu/do. Homenaje a Jorge Eduardo Eielson. Edici¨®n de J. I. Padilla (Lima, Fondo Editorial de la Universidad Cat¨®lica). Esta constelaci¨®n de textos del autor y ensayos sobre su obra literaria y pl¨¢stica es un acto de justicia po¨¦tica. Celebra la extraordinaria creatividad de un artista que en el poema, el relato y la pl¨¢stica ha explorado mejor que nadie el principio de articulaci¨®n entre el asombro del verbo y la pureza de la imagen. La serie de sus "nudos" (poemas, cuadros, instalaciones) se puede leer como una sintaxis arcaica de afirmaciones venideras. Hoy adquieren, adem¨¢s, el valor de un rito purificador del lenguaje. Eielson (Lima, 1924) ha reconstruido el camino interno del espa?ol, reanudando s¨ªlaba y latido. Sin t¨ªtulo (Pre-textos), Nudos (Fundaci¨®n Manrique) y J. E. E. Nudos y asedios cr¨ªticos, edici¨®n de Martha Canfield (Veuvert), son otros t¨ªtulos recientes.
Los libros m¨¢s destacados de autores latinoamericanos editados en Am¨¦rica
Helena Ara¨²jo: Las cuitas de Carlota (Barcelona, March Editor). Si Eielson habla desde su exilio en Mil¨¢n, donde reside hace cuatro d¨¦cadas, Ara¨²jo lo hace desde su refugio en Lausana, donde se instal¨® en 1971 luego de dejar Colombia. Este relato recobra el tr¨¢nsito de los exilios a trav¨¦s de una hero¨ªna de novela ilustrada, cuyas cartas descuentan la socializaci¨®n dom¨¦stica y afirman una voz libre; ella hace de la comedia del yo el lugar de la iron¨ªa curativa. Ara¨²jo nos convence, no sin humor, que todo hombre es posible. De all¨ª el car¨¢cter postraum¨¢tico del relato: gracias a la ficci¨®n, y a pesar del marido, el psiquiatra y el amante, Carlota recobra su verdad y simpat¨ªa.
Carlos Noguera: La flor escrita (Caracas, Monte ?vila). Salvados de la ret¨®rica del trauma por el relato policial y el juego de estirpe anarquista y haciendo gala del "florete humor¨ªstico" como buenos lectores de Cort¨¢zar, los personajes de Noguera (Caracas, 1943) remontan el Viernes Negro de la pol¨ªtica reciente venezolana. Y hacen de la juventud una "flor escrita", digna no s¨®lo de la resistencia (vieja tesis sesentista) y la sobrevivencia (c¨¢lculo neoliberal), sino de la sobrevida (lectura compartida) entre "la duda y el paganismo".
Edgardo Rodr¨ªguez Juli¨¢: Mapa de una pasi¨®n literaria (Editorial de la Universidad de Puerto Rico). La pasi¨®n es aqu¨ª la lectura, el mapa la biblioteca. La lengua, el gozoso espa?ol insular, hecho de vocaci¨®n atl¨¢ntica y entusiasmos populares. Rodr¨ªguez Juli¨¢ (Puerto Rico, 1946) fue el primero en convertir la playa caribe?a en una orilla del fin del mundo, donde la violencia fratricida define la vida colonial (Sol de medianoche, Mondadori). Pero en este libro de lector borgeano (hace suya la Enciclopedia) y garciamarquezeano (universaliza la comarca) dialogan Borges y Paul Auster, Garc¨ªa M¨¢rquez y Vila-Matas. Contra el lugar com¨²n.
Tamara Kamenszain: El ghetto (Buenos Aires, Sudamericana). Contra la crisis, la inventiva cultural prueba hoy en Buenos Aires la calidad de sus hablantes. La poes¨ªa dice m¨¢s que el duelo: desde "el cementerio jud¨ªo", donde recomienza, encuentra las "calles del Gran Buenos Aires transidas de domingo", y all¨ª el dolor de la memoria cede. Desde Freud, Ana Frank, Celan (y los "bisabuelos de la nada"), Kamenszain anuncia que "florecen en las copas de los ¨¢rboles todas mis ra¨ªces". Las lenguas de la di¨¢spora despiertan en el "hoy" del poema; en espa?ol, suma y "constancia de sobrevida".
Alonso Cueto: Grandes miradas (Lima, Peisa). Am¨¦rica Latina emprende hoy una nueva legitimidad de la vida p¨²blica: la reconstrucci¨®n jur¨ªdica. El presidente Kichner y su reforma del aparato judicial argentino, las denuncias asumidas por las cortes chilenas y la Comisi¨®n de la Verdad, que revel¨® la fosa com¨²n de la "guerra sucia" peruana, han reactivado la esfera p¨²blica, all¨ª donde las comunicaciones forjan consensos y relatos. Cueto (Lima, 1954) avanza en esa riesgosa direcci¨®n: asume la banalidad del poder (Fujimori y Montesinos) desde el sacrificio de un joven juez. Parte de un caso real (el asesinato del juez C¨¦sar D¨ªaz Guti¨¦rrez) pero no se complace en la violencia, mediada con sobrio horror y fluida argumentaci¨®n. Coincide en ello con los mejores narradores de esta hora de relevos. La muerte ha perdido color local. Se adelanta, una demanda por los derechos del lector, por la mutua afirmaci¨®n empe?ada.
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