La pareja perfecta
Un joven marroqu¨ª y una anciana de 92 a?os conviven bajo el programa de alojamiento de la Universidad de Sevilla
Ana Gonz¨¢lez y Chakir Didi hacen una buena pareja. Pueden pasarse horas hablando, no perdonan una tarde de sol sin salir a tomar un caf¨¦ y rara vez discuten. Ella es natural de Vejer de la Frontera, en C¨¢diz, y el de Mekn¨¨s, en el centro de Marruecos, pero viven juntos en Sevilla. Ana tiene 92 a?os y Chakir, que prefiere que no se conozca su edad exacta, sesenta y tantos menos. Desde hace seis meses, ella le da alojamiento y ¨¦l, compa?¨ªa.
Ana y Chakir son una de las 42 parejas que conviven gracias al programa de acogida de la Universidad de Sevilla, que proporciona techo a estudiantes con escasos recursos a cambio de peque?as ayudas cotidianas para la persona que le acoge, en la mayor¨ªa de los casos mayores que viven solos, aunque el programa est¨¢ abierto tambi¨¦n a familias monoparentales o con alg¨²n miembro discapacitado.
"Desde que lleg¨® no me ha dejado sola ni una noche", dice Ana G¨®mez sobre Chakir. "Es muy buena persona, limpia el ba?o, se lava su ropa, se hace su comida. Es muy apa?ado". Los dos participan desde hace varios cursos en este programa, aunque coinciden en que en esta ocasi¨®n hay un entendimiento especial.
Chakir vino a Espa?a hace seis a?os a hacer el doctorado de Biolog¨ªa, pero acab¨® matricul¨¢ndose en la carrera de Farmacia. Estudia quinto y compagina las clases te¨®ricas y pr¨¢cticas con sus ratos de compa?¨ªa a Ana. "Nos entendemos y hay una armon¨ªa que me da equilibrio y tranquilidad para estudiar", asegura. "Ella no me impone nada. Me pregunta si puedo salir a tomar un caf¨¦ y nos ponemos de acuerdo con la hora, la acompa?o a comprar o voy yo solo si lo necesita. Pero respeta mis horarios".
Los horarios del estudiante sorprenden a la mujer. "Se come los libros", cuenta. "Se queda estudiando hasta las tres de la ma?ana y a m¨ª, al d¨ªa siguiente, me da pena despertarlo. Pero luego se enfada", dice. "Tiene detalles que s¨®lo los tienen conmigo mi madre o mi padre", asegura Chakir. "Son cosas sencillas pero que para m¨ª significan mucho".
Desde que se qued¨® viuda, hace dos a?os, Ana recibe ayudas del Ayuntamiento. Dos voluntarias acuden a su casa dos veces por semana para acompa?arle a pasear y otra m¨¢s se encarga de las tareas dom¨¦sticas. Pero a sus 92 a?os es incapaz de estar sentada. "Me pongo a fregar, limpio los cristales", dice. "Hay que moverse, es muy malo que los viejos se queden parados porque como se acostumbren ya no se mueven m¨¢s", asegura.
Ana tiene tres hijos, aunque s¨®lo uno vive en Sevilla. Viene a verla todos los d¨ªas y conoce bien a Chakir. "Le gusta porque ve c¨®mo me trata y lo bien que nos llevamos", se?ala. "De la Universidad siempre me han mandado extranjeros. La ¨²ltima vez fue un negrito, pero a m¨ª no me importa. Y tuve tambi¨¦n aqu¨ª a un amigo suyo que se hab¨ªa quedado sin dinero y no ten¨ªa casa. Los dos aqu¨ª. Eran unas personas estupendas", cuenta.
Ana tiene cuatro nietos "y ahora este quinto", dice. Odia la lluvia porque le impide salir a tomar el caf¨¦ y se entretiene durante horas haciendo croch¨¦, aunque Chakir se resiste a que le haga un jersey. ?l tiene una abuela en Marruecos, pero asegura que desde hace seis meses, Ana es como una abuela m¨¢s. "Yo aqu¨ª no me siento un extra?o, noto que es mi casa", afirma. "Pero el d¨ªa que se porte mal conmigo le planto en la calle", advierte Ana.
Un contrato para la convivencia
El programa de alojamiento para estudiantes va ya por su quinto curso en la Universidad de Sevilla y se aplica tambi¨¦n en el resto de Andaluc¨ªa. Una trabajadora social entrevista por separado a los estudiantes y a los alojadores para valorar si sus necesidades y disponibilidad cumplen con los requisitos. La directora del Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria (SACU), Rosa Mu?oz, recuerda que durante los primeros a?os hab¨ªa que cambiar con frecuencia a las parejas porque no se adaptaban, pero hoy han conseguido lo que cada vez es m¨¢s raro en la convivencia real: que las parejas funcionen desde el principio y hasta el final.
Ya hay estudiantes que han empezado y han acabado la carrera conviviendo con el mismo mayor y entre ambos se establece una relaci¨®n familiar de nieto y abuelo, asegura Mu?oz. "El estudiante comparte la comida que le manda su madre del pueblo, el mayor cocina para los dos e incluso, cuando el universitario vuelve a su casa de vacaciones, a veces se lleva unos d¨ªas al mayor", explica.
Antes de empezar a convivir, el alojador, el alojado y la directora del SACU firman un contrato en el que se recogen las obligaciones de cada cual. El estudiante suele comprometerse a acompa?ar al mayor y a ofrecerle los cuidados necesarios, incluido salir a pasear, acompa?arle al m¨¦dico y hacer algunos recados. A cambio, no podr¨¢ llevar visitas a casa sin previo aviso ni llamar por tel¨¦fono, pero s¨ª recibir llamadas. El mayor, por su parte, tiene que facilitar el alojamiento adecuado, los medios y utensilios para cocinar y respetar los horarios de clase y las fechas de ex¨¢menes del alumno.
La Hispalense tiene este a?o 42 parejas acogidas al programa, pero hay a¨²n otros 12 mayores en lista de espera para alojar a estudiantes. Con la experiencia, la Universidad ha introducido algunos cambios para mejorar los resultados. Los j¨®venes corren con sus gastos de comida, de limpieza y de aseo, pero algunos mayores no pod¨ªan hacer frente al incremento en la cuota de electricidad o de agua que supon¨ªa tener a una persona m¨¢s en casa. El SACU compensa con peque?as ayudas econ¨®micas a los alojadores m¨¢s necesitados y a los estudiantes con escasos recursos.
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