El salto mortal del d¨®lar
La depreciaci¨®n de la moneda-patr¨®n frente al euro no provoca, de momento, la temida crisis
"Nos imaginamos el porvenir como un reflejo del presente proyectado en un espacio vac¨ªo, mientras que es el resultado a menudo muy pr¨®ximo de causas que en su mayor parte se nos escapan". Esta frase del novelista franc¨¦s Marcel Proust en La Prisionera, el libro sexto de su c¨¦lebre saga, puede explicar, quiz¨¢ mejor que ellos mismos, por qu¨¦ raz¨®n los economistas est¨¢n obsesionados por la evoluci¨®n del d¨®lar .
"Durante los ¨²ltimos tres a?os he expresado mis preocupaciones por los crecientes desequilibrios de una econom¨ªa global centralizada en Estados Unidos. Un reequilibrio es la ¨²nica salida. Y he tratado de adivinar c¨®mo puede tener lugar este realineamiento sin una correcci¨®n significativa del valor del d¨®lar. La mayor inc¨®gnita es el ritmo de la depreciaci¨®n, cuya velocidad puede tener un impacto tremendo en los mercados financieros y la econom¨ªa mundial", escribe Stephen Roach, economista-jefe del banco norteamericano Morgan Stanley.
El sistema monetario internacional del patr¨®n-oro ha sido sustituido por el d¨®lar
El ciudadano espa?ol que estos d¨ªas se encuentre de vacaciones en Nueva York, San Francisco o Miami ya ha podido comprobar el impacto que tiene dicho ajuste en sus bolsillos. Sus euros valen ahora, con un cambio de 1,22 o 1,23 d¨®lares, alrededor de un 40% m¨¢s que el cambio de 0,88 centavos de d¨®lar por euro que le ofrec¨ªan en enero de 2002.
La depreciaci¨®n del d¨®lar comenz¨® en febrero de 2001. Entonces, un euro pod¨ªa adquirirse a 0,91 centavos de d¨®lar. Pocos meses despu¨¦s, en julio, la divisa norteamericana se recuper¨®: un euro val¨ªa 0,85 centavos de d¨®lar.
En enero de 2002, el euro, que ya llevaba tres a?os de rodaje como divisa ¨²nica europea en las transacciones financieras, fue lanzado como moneda de uso corriente en los 12 pa¨ªses del sistema, marcando un cambio d¨¦bil de 0,903 centavos de d¨®lar. Pero la divisa norteamericana recobr¨® posiciones en febrero, marzo y abril. Fue una recuperaci¨®n pasajera: el d¨®lar comenzaba un declive aparentemente irreversible.
Las dificultades de la recuperaci¨®n, los esc¨¢ndalos empresariales, la ca¨ªda de los beneficios de las empresas norteamericanas y la resaca de la crisis burs¨¢til fomentaron la desconfianza en el d¨®lar y en la econom¨ªa norteamericana. Pero, atenci¨®n, a estos factores se un¨ªa uno nuevo: el aumento significativo del d¨¦ficit por cuenta corriente en la balanza de pagos. La suma, pues, de la balanza comercial de bienes y servicios m¨¢s los ingresos netos de las inversiones extranjeras sufr¨ªa un r¨¢pido deterioro. Estados Unidos estaba pagando a los inversores extranjeros m¨¢s dinero que el que recib¨ªa de sus inversiones en todo el mundo.
En el verano de 2002, el d¨®lar pareci¨® estabilizarse prematuramente. El euro cotiz¨® a 0,98 centavos de d¨®lar durante los meses de julio, agosto y septiembre. Fue curioso. Los inversores extranjeros abandonaban en masa los mercados de acciones de EE UU, pero desviaban su dinero hacia bonos del Tesoro norteamericano.
Durante los primeros siete meses de 2002 las compras netas de acciones por parte de extranjeros en los mercados de valores de Estados Unidos se redujo a la mitad respecto a 2001, pero la inversi¨®n neta en bonos se mantuvo, aproximadamente, en los mismos niveles que en el mismo periodo del a?o anterior.
En octubre de 2002, la economista Laura d'Andrea Tyson, ex jefa del consejo de asesores econ¨®micos del presidente Bill Clinton y decana de la London Business School, explic¨® que este proceso ten¨ªa una sencilla explicaci¨®n. Los inversores extranjeros -tanto privados como Gobiernos- abandonaban los mercados de acciones, pero manten¨ªan su confianza en el d¨®lar. La raz¨®n: el d¨®lar act¨²a de facto como ancla del sistema monetario internacional. Seg¨²n explic¨® en su columna de la revista Business Week, no existe desde la ¨¦poca del patr¨®n oro, en el siglo XIX, otro activo que haya gozado de tanta aceptaci¨®n como medio de pago y como valor a atesorar.
Con todo, los libros de econom¨ªa ense?an que cuando un pa¨ªs tiene un d¨¦ficit por cuenta corriente en su balanza de pagos -esto es, que consume m¨¢s de lo que produce- necesita mejorar dr¨¢sticamente su balanza comercial. Una de las recetas es el ajuste a la baja del tipo de cambio.
En EE UU, el d¨¦ficit por cuenta corriente asciende ahora a unos 600.000 millones de d¨®lares, algo m¨¢s del 5% del producto interior bruto (PIB). Este d¨¦ficit se cubre con endeudamiento. "En este mundo del patr¨®n-d¨®lar el crecimiento mundial alimenta la demanda de activos l¨ªquidos en d¨®lares, y EE UU puede ofrecer estos activos. Como resultado, EE UU parece gozar de una l¨ªnea de cr¨¦dito virtualmente ilimitada denominada en su propia moneda que le facilita el resto del mundo", explic¨® Tyson, al tiempo que lanz¨® casi una provocaci¨®n: "Contrariamente a la idea convencional, en un sistema de patr¨®n-d¨®lar el peligro de que el d¨¦ficit por cuenta corriente provoque una huida respecto al d¨®lar es peque?o".
Esta l¨ªnea de cr¨¦dito, como la llama Tyson, ?puede ser ilimitada? Seg¨²n Roach, no. "Se ha abierto una disparidad sin precedentes entre las naciones con d¨¦ficit por cuenta corriente como EE UU y aquellas con super¨¢vit, como Asia y, en menor medida, Europa. Un paradigma tan desequilibrado en el crecimiento de la econom¨ªa mundial no es sostenible", sostiene.
El riesgo de que una ca¨ªda brusca del d¨®lar se lleve por delante la econom¨ªa mundial es grande seg¨²n Roach; peque?o, por no decir casi inexistente, si se cree a Tyson. Pero he aqu¨ª que en septiembre pasado las cifras del flujo de capitales hacia EE UU hicieron sonar la alarma. De los 49.900 millones de d¨®lares invertidos en agosto de 2003 (una cifra normal) se pas¨® a 4.200 millones de d¨®lares en septiembre. Y en el caso de los inversores europeos fue peor. Porque, despu¨¦s de mantener unos flujos acumulados de 28.300 millones de d¨®lares entre enero y agosto, su saldo en septiembre result¨® vendedor por 403 millones de d¨®lares.
Con todo, seg¨²n Rebecca McCaughrin, a las ¨®rdenes de Roach en Morgan Stanley, en septiembre tuvo lugar un reequilibrio de las carteras, ya iniciado en los primeros dos meses del tercer trimestre de 2003. "A pesar de septiembre, EE UU conseguir¨¢ atraer este a?o 688.000 millones de d¨®lares de flujos netos, m¨¢s de lo necesario para cubrir su d¨¦ficit por cuenta corriente de 600.000 millones de d¨®lares", subraya. En octubre, los flujos netos ascendieron a 27.600 millones de d¨®lares, cifra que confirma la reestructuraci¨®n de carteras.
Pero, ?qu¨¦ pudo ocurrir en septiembre de 2003 para que los inversores se desprendieran de d¨®lares? Los principales pa¨ªses industrializados, el G-7, suscribieron en Dubai, como antes en la cumbre de Evi¨¢n, Francia, un comunicado que cay¨® en el mercado como un pacto para propiciar la ca¨ªda concertada del d¨®lar. Dubai evoc¨® el Acuerdo del hotel Plaza de Nueva York, en 1985. Los inversores, pues, se deshicieron de posiciones ante el inminente descenso.
Seg¨²n Roach, la idea de que Washington no dejar¨¢ caer bruscamente la moneda norteamericana antes de las elecciones presidenciales del 2 de noviembre de 2004 no resuelve los riesgos. "Esto supone que las autoridades tienen tanto la voluntad como los medios para neutralizar la poderosa confluencia de las fuerzas que influyen en el mercado y en la psicolog¨ªa. El aterrizaje suave, por supuesto, es la salida preferida. Pero, a veces, la estrategia de salida es determinada por fuerzas que trascienden el deseo y la determinaci¨®n de los mortales", reflexiona.
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