Atm¨®sfera espectral
"Maestro absoluto e incuestionable de la atm¨®sfera espectral". As¨ª defini¨® H. P. Lovecraft a Algernon Blackwood (1869-1951). El lector de esta La casa vac¨ªa, antolog¨ªa de relatos de la mejor ¨¦poca de su autor, podr¨¢ comprobar que el aserto del maestro Lovecraft no es infundado. Las narraciones que destacan de entre la notable producci¨®n de Blackwood -unos ciento cincuenta relatos en total, am¨¦n de otros libros- se caracterizan por una fusi¨®n entre los dos elementos que predominan en su imaginario: la Naturaleza y lo Espectral. Un gran amor a la Naturaleza y una especial sensibilidad por las fuerzas invisibles que rodean al hombre produciendo en ¨¦l efectos que van desde el desasosiego, la inquietud o el desorden hasta lo propiamente terror¨ªfico son las dos constantes de sus construcciones literarias; junto a ellas, una sensibilidad no menos especial por la descripci¨®n de sensaciones completa el cuadro de cualidades.
LA CASA VAC?A
Algernon Blackwood
Traducci¨®n de Francisco Torres Oliver
Siruela. Madrid, 2003
336 p¨¢ginas. 19,50 euros
A su vuelta de Canad¨¢ y Estados Unidos, adonde fue enviado por su padre, el treinta?ero Blackwood se interes¨® especialmente por las ciencias ocultas, llegando a pertenecer a la sociedad conocida como The Golden Dawn a la que pertenec¨ªa Yeats, entre otros escritores. La teosof¨ªa, el ocultismo, las religiones antiguas... fueron un caldo de cultivo excelente para sus dotes narrativas que no desaprovech¨®. De hecho, contribuyeron de manera decisiva a la creaci¨®n del primer detective metaps¨ªquico, John Silence, presente en varios de sus relatos. El lector lo encontrar¨¢ en esta antolog¨ªa en el relato titulado Culto secreto.
Algernon Blackwood cuenta de una manera tranquila, sin prisas, acomodando las cosas en su lugar, sin dejarse llevar por los nerviosismos y efectismo propios de la intriga; escribe, por decirlo con un s¨ªmil jardinero, "cultivando" la narraci¨®n de que se trate y dejando que ¨¦sta se desarrolle seg¨²n sus necesidades, como sucede en la Naturaleza con las plantas y las estaciones. Lo cual no quiere decir que la Naturaleza sea amable en sus relatos; de hecho, es amada, pero cuando act¨²a no es amable, ni mucho menos: posee una tendencia irresistible a mostrar su lado m¨¢s inquietante, su oscura cualidad de pozo de los miedos profundos del hombre.
Todos los relatos son exce-
lentes en este volumen, pero algunos lo son muy especialmente. Para empezar, el elogiado ambiente espectral, aplicado a la cl¨¢sica casa encantada, se muestra con todo esplendor en La casa vac¨ªa, pero tambi¨¦n en El cuento de fantasmas de la mujer, donde encontraremos a un curioso tipo de fantasma que desea ser amado. Los dos mejores son, para mi gusto, Lobo corredor y Transferencia, adem¨¢s del ya mencionado Culto secreto. El primero -ambientado en su ¨¦poca canadiense- es la cuidadosa y progresiva creaci¨®n de una comunicaci¨®n entre formas de la naturaleza guiadas por el cumplimiento de una compasi¨®n exigida desde m¨¢s all¨¢ de la vida, dentro del cl¨¢sico asunto del cuerpo insepulto; el segundo, un relato de institutriz, cuenta, en una mezcla magistral de tiempos real y mental, una transferencia de vida de un esp¨ªritu humano a la tierra primigenia: un enfrentamiento entre dos fuerzas que se convierte en una fecundaci¨®n ayudada por un ni?o aterrado. Pero dije que casi todos los cuentos eran de primera: El que escucha, escrito en forma de diario, muestra un proceso paulatino de obsesi¨®n cercano a la locura contado desde dentro, es decir: desde la descomposici¨®n de la mente del personaje que no es consciente de ello, pero cuyos s¨ªntomas vamos deduciendo del relato. O La cita, retrato psicol¨®gico del paso del tiempo y sus efectos en un hombre que acude a una cita al cabo de 15 a?os. Luces antiguas se ocupa del asunto del bosque encantado y consigue que el lector se pierda en el torbellino que acosa a sus protagonista. Cumpli¨® su promesa es otro asunto cl¨¢sico: el del cumplimiento de un pacto que s¨®lo puede sobrevenir tras la muerte de uno de los dos pactantes.
Algernon Blackwood no es un autor que tiene en vilo al lector a fuerza de sorpresas sino de astucia; aunque se reserva siempre la resoluci¨®n final, que nunca es defraudante, no tiene inconveniente en que el lector anticipe por su cuenta sucesos que acabar¨¢n acaeciendo; el valor de la cuidadosa escritura del autor es, de una parte, la manera magn¨ªfica y subyugante que tiene de exponer el c¨®mo de lo que est¨¢ ocurriendo; de la otra est¨¢ su capacidad de descripci¨®n, que asienta s¨®lidamente el escenario, primero, y las emociones, despu¨¦s, hasta que pasa a ser seducci¨®n propiamente dicha. La suma de ambos modos de hacer tiene como resultado la convincente creaci¨®n de ese ambiente espectral poderoso e insustituible al que se refer¨ªa Lovecraft.
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