El espect¨¢culo del Oeste norteamericano

Desiertos, monta?as, lagos, playas y algunos de los paisajes urbanos legendarios de los Estados Unidos de las pel¨ªculas: California es un viaje a trav¨¦s de las llanuras y monta?as del

Far West y la fiebre del oro hasta la costa del surf y las misiones espa?olas. Son m¨¢s de 3.000 kil¨®metros que atraviesan tres de las mayores excentricidades de EE UU: San Francisco, una torre sobre el Pac¨ªfico; Las Vegas, un mar de ne¨®n en medio del desierto, y Los ?ngeles, autopistas y Hollywood.

Hay tantas Californias como canciones ha inspirado. Lo ¨²nico imprescindible es un coche, cuanto m¨¢s grande, mejor. La furgoneta de Volkswagen, imagen de California desde que fue tomada por los hippies, ha dejado paso a versiones ultramodernas que llenan las autopistas del Estado. Casi nadie excede el l¨ªmite de velocidad y en los cruces sorprende el c¨ªvico sistema de "el primero en llegar pasa", que funciona sin ning¨²n problema. Las carreteras se extienden en l¨ªnea recta hasta el infinito, el coche es autom¨¢tico, y las distancias en millas son siempre mucho m¨¢s largas de lo que parece: la m¨²sica ayuda a imbuirse en el esp¨ªritu de la road movie. Aun as¨ª no conviene distraerse: la se?alizaci¨®n enga?a y muchas de las salidas s¨®lo se indican una vez.

Los ?ngeles.

Santa M¨®nica, una amable localidad costera cercana al aeropuerto internacional de Los ?ngeles, donde j¨®venes deportistas, turistas y estudiantes comparten playa con los homeless en aparente ausencia de contacto entre unos y otros; es el mejor lugar para alojarse en Los ?ngeles. Es el punto de partida de la primera etapa, que se inicia con un recorrido de 100 kil¨®metros por las autopistas que atraviesan la meca del cine: una vez fuera, ya s¨®lo quedan 300 m¨¢s hasta Las Vegas.

Las Vegas.

Tras la primera colina en kil¨®metros de desierto aparece la ciudad al fondo de un valle. Al anochecer es un mar de neones que se extiende hasta donde alcanza la vista. La capital del juego no conoce el significado de la palabra imposible. Puede haber una torre Eiffel al lado de una piscina, el Gran Canal puede atravesar el segundo piso de un hotel o un casino en el interior de una enorme pir¨¢mide. Aunque la ciudad se puede ver en un d¨ªa, si se quiere vivir su atm¨®sfera, sabr¨¢ a poco: un paradigma del exceso y la horterez americanas que despierta el lado m¨¢s infantil del visitante.

El Gran Ca?¨®n.

Para llegar a este paraje natural (a unos 500 kil¨®metros desde Las Vegas) hay que atravesar otra serie de rectas infinitas hasta que, a la altura de Williams, un encantador pueblecito situado en la antigua ruta 66, en Arizona, el paisaje se vuelve verde y boscoso. La inmensa cordillera en negativo que ha excavado el r¨ªo Colorado es una permanente mutaci¨®n de sombras y luces, de verdes, grises, ocres y naranjas, que recorrido en sus m¨²ltiples posibilidades (una visita a¨¦rea en helic¨®ptero, rutas por el borde o bajando durante seis horas hasta el r¨ªo) parece igualmente inabarcable. Gracias al jet-lag, es m¨¢s f¨¢cil levantarse a las cinco de la ma?ana y recordar de por vida un amanecer en el Gran Ca?¨®n.

Death Valley.

Unos 600 kil¨®metros despu¨¦s, retrocediendo de nuevo a trav¨¦s de Las Vegas, de vuelta en California, aguarda el silencio compacto de las dunas de Death Valley en Zabriskie Point, un vac¨ªo lunar sobrecogedor cuyo espect¨¢culo al amanecer inspir¨® las fotos de la portada del ¨¢lbum The Joshua Tree, de U2. El pico con el ilustrativo nombre de Dante's View ofrece uno de los panoramas m¨¢s extensos del viaje: se divisa desde la monta?a m¨¢s alta de California hasta el punto m¨¢s bajo de EE UU.

Sierra Nevada.

Tras atravesar Death Valley (nunca a mediod¨ªa si es verano, con el aire acondicionado apagado para que no se recaliente el motor y las ventanillas abiertas para no morir de asfixia) se alcanza la gran cordillera con la que se encontraban los pioneros del Oeste: Sierra Nevada, la frontera natural de norte a sur entre el inh¨®spito desierto y la tierra prometida, la California verde y pr¨®spera de los vi?edos, del oro y la costa pac¨ªfica. Hay que subir unos 200 kil¨®metros hacia el norte, a lo largo del valle de Owen, para llegar a la entrada del parque nacional de Yosemite.

Antes de entrar, el paisaje depara una ¨²ltima originalidad: el Mono Lake, un lago de concentraci¨®n salina m¨¢s elevada que el mar con extra?as formaciones de tufa que est¨¢ en v¨ªas de recuperaci¨®n tras una ejemplar campa?a ecologista. Para imaginarse c¨®mo viv¨ªan los pioneros, los buscadores de oro, hay que ir hasta Bodie, un antiguo pueblo minero abandonado a unos 50 kil¨®metros.

San Francisco.

Despu¨¦s de 100 kil¨®metros de monta?as aparece el valle, la California de los vi?edos y las huertas. Manteca, Mariposa, Modesto, Sonora, son los nombres de los lugares que se atraviesan en los 200 kil¨®metros (ya apenas hay l¨ªneas rectas) que quedan hasta la costa.

Por fin comienza la vida urbana. San Francisco pone una nota oce¨¢nica al viaje, con una temperatura diez grados m¨¢s baja, viento y niebla, un paisaje urbano elegante y europeo, y dimensiones abarcables (para los est¨¢ndares de EE UU) que permiten abandonar el coche en el aparcamiento y pasear, aunque sea cuesta arriba y a costa de dolorosas agujetas.

Highway One.

Tres o cuatro d¨ªas sin sentarse en el coche, con excursiones aisladas al Golden Gate y los pueblos de la zona norte (Sausalito, Tibur¨®n), dejan al viajero recuperado para enfrentarse a la ¨²ltima etapa. La fama de la autopista One, que baja serpenteando por la costa pac¨ªfica desde San Francisco hasta Los ?ngeles, es merecida: hay que estar preparado para hacer paradas sobre la marcha, en la multitud de miradores sobre el oc¨¦ano que hay a lo largo del camino.

Son 600 kil¨®metros de pueblos costeros y muy tur¨ªsticos, como San Sime¨®n -cuya principal atracci¨®n tur¨ªstica es la mansi¨®n del magnate de la prensa William Randolph Hearst, inspirador de Ciudadano Kane-, Cambria o la playa de Oxnard, donde la expectaci¨®n creada por un grupo de saltarines delfines al atardecer provoca atascos. Santa B¨¢rbara, el lugar privilegiado que los franciscanos espa?oles eligieron para su primera misi¨®n, en 1798, es ahora un centro tur¨ªstico de compras y playa.

De vuelta a Hollywood.

Y como punto final, el punto de partida: el m¨¢s extra?o de los lugares de California y al mismo tiempo un motor fundamental. Los ?ngeles no es una ciudad, sino un conjunto de barrios residenciales. Aunque Hollywood Boulevard es una calle algo decepcionante con las famosas placas de las estrellas en la acera, no deja de emocionar pisar las huellas de Cary Grant o John Wayne en el teatro Chino.