Cazorla, la sierra de los tres grandes r¨ªos

Con m¨¢s de 2.000 kil¨®metros cuadrados de extensi¨®n, el parque natural de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas es el enclave protegido de mayor tama?o de Espa?a. Esta amplitud de espacios abiertos tiene las hechuras de un singular mosaico natural tapizado de rocas, encinas y pinos, que, unido a las caracter¨ªsticas clim¨¢ticas, guarda una compleja variedad de ecosistemas diferentes. Varias cuerdas serranas dispuestas en paralelo cobijan la nacencia de tres de los r¨ªos m¨¢s importantes del sur peninsular: el Guadalent¨ªn, el Segura y el Guadalquivir, los primeros con vocaci¨®n mediterr¨¢nea, y el ¨²ltimo, la gran vena acuosa de Andaluc¨ªa, con miras al Atl¨¢ntico.

Los hielos del invierno se cuelan por las rendijas de la sierra reventando su orograf¨ªa en mil fragmentos de roca caliza, al abrigo de los extensos pinares del entorno. Un caos de piedra aflora entre barrancas, prados y calares, con desniveles que superan los 1.500 metros desde las orillas del embalse del Tranco de Beas hasta las cumbres de los picos Empanadas (2.107 metros) o La Cabrilla (2.032). Varias especies de pinos aut¨®ctonos se hallan presentes en este parque jienense, fruto de las continuas repoblaciones forestales que hicieron desaparecer la vegetaci¨®n arb¨®rea originaria hace siglos. Laricios, negrales y carrascos son las con¨ªferas m¨¢s abundantes, mezclados con una tupida fronda de matorrales de car¨¢cter mediterr¨¢neo constituida por enebros, lentiscos, coscojas, jaras, acebuches y sabinas.

El paisaje de Cazorla revienta de vida en cualquier ¨¦poca del a?o, y buena muestra son las m¨¢s de 1.200 especies bot¨¢nicas que cubren sus perfiles, alrededor del 30% de toda la flora censada en la Pen¨ªnsula. Adem¨¢s, 27 se han descrito como endemismos, con curiosidades significativas como las llamadas violeta de Cazorla y geranio de Cazorla, y algunas plantas carn¨ªvoras del g¨¦nero Pinguicula.

Sin embargo, la que siempre se ha considerado la mayor riqueza de estas serran¨ªas ha sido su fauna, con m¨¢s de 180 especies. Los grandes ungulados, como la cabra mont¨¦s, el ciervo, el mufl¨®n, el gamo y el jabal¨ª, se hacen familiares en estos predios a fuerza de encontrarlos por todos lados; del mismo modo que grandes rapaces, como buitres negros y leonados; ¨¢guilas reales, perdiceras y culebreras; alimoches, halcones y b¨²hos reales.

Aqu¨ª se concentra la fuerza de una naturaleza salvaje que F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente plasm¨® una y otra vez en las numerosas escenas documentales que rod¨® a lo largo de los a?os en estas sierras andaluzas para la serie El hombre y la Tierra. La berrea del ciervo en las orillas del embalse del Tranco, el celo de la cabra mont¨¦s en las navas de las sierras del Pozo y de la Cabrilla, los lances de caza del ¨¢guila real sobre los indefensos chivos... Descubrir estos rincones y muchos otros del parque natural propicia el encuentro con el murmullo de la invernada en uno de los espacios m¨¢s diversos de Europa.

La ruta de Rodr¨ªguez de la Fuente

Como homenaje al desaparecido naturalista, las autoridades andaluzas y jienenses crearon, en la primavera de 2002, una ruta especial, que rememora las filmaciones de la berrea en el embalse del Tranco de Beas. La senda parte del paraje de Bujaraiza, donde se halla el mirador que lleva su nombre, y desde aqu¨ª contin¨²a rodeando las aguas del embalse, r¨ªo arriba, para saltar a la otra orilla en los llanos de Arance y proseguir con la corriente a favor hasta finalizar frente al castillo isle?o de Bujaraiza. Veinte kil¨®metros de camino por un frondoso escenario se?alizado con mojones de piedra, que cuenta con cinco miradores sobre las aguas del Guadalquivir.

Partiendo de la nava de San Pedro

El camino de las navas se interna por las faldas de las llamadas sierras del Pozo y la Cabrilla, montes especialmente querenciosos para los reba?os de cabras. Los alrededores de la nava de San Pedro son parte emblem¨¢tica de este prodigioso paisaje andaluz, donde top¨®nimos como risco del Madrigal, cabeza del Tejo, cerro de los Torcales o collado del Gal¨¢n nombran los parajes. Rumbo norte, el camino busca el nacimiento del r¨ªo Guadalent¨ªn, entre la nava de Pablo y la nava Centeno, salpicado de viejos pinos retorcidos por el viento. Y, por ¨²ltimo, la nava Noguera, abierta y pedregosa al pie del pico Empanadas, punto m¨¢s alto del parque natural.

El camino de Aguas Negras

Uno de los lugares m¨¢s escondidos de estas sierras es el desfiladero del r¨ªo Borosa, a mitad de camino entre el centro de interpretaci¨®n de la torre del Vinagre y el paraje de Aguas Negras. Una pista forestal parte de la piscifactor¨ªa de Borosa remontando el r¨ªo hacia la denominada cerrada de El¨ªas, donde las aguas fluviales han labrado un estrecho desfiladero. Una serie de pasarelas de madera clavadas en la roca permiten atravesar el interior del barranco, hasta salir a los nacederos del r¨ªo en las campas de Aguas Negras. Ante los ojos, el salto de los ?rganos, y m¨¢s arriba, las lagunas de Valdeazores.