?Hay alguien ah¨ª?
Una flotilla de veh¨ªculos espaciales se ha juntado en Marte estos d¨ªas. Unos llegaron hace a?os, otros han completado ahora un viaje de 400 millones de kil¨®metros, y se espera uno m¨¢s dentro de un par de semanas. Si los seres humanos no pueden viajar all¨ª, su ansia por conocer se une al desaf¨ªo tecnol¨®gico en esta exploraci¨®n que debe continuar durante todo el siglo XXI
Los investigadores m¨¢s optimistas sostienen que algunos organismos se podr¨ªan haber adaptado a vivir en las extremas condiciones de Marte, refugi¨¢ndose en el subsuelo
La pr¨®xima vez que mire el cielo nocturno y vea entre las estrellas ese puntito ligeramente anaranjado que es Marte, recuerde que all¨ª hay tres sat¨¦lites de la Tierra dando vueltas y observando el planeta vecino, parecidos a los Meteosat que observan el nuestro, m¨¢s una especie de avestruz con ruedas que mira el paisaje a ras del suelo con sus ojos electr¨®nicos. Son las naves en ¨®rbita marciana (dos estadounidenses y una europea), y el robot aut¨®mata Spirit, de la NASA, que lleg¨® a la superficie all¨ª el domingo pasado. Todos ellos est¨¢n enviando enormes cantidades de datos e im¨¢genes al lugar donde fueron fabricados, que est¨¢ ahora a 170 millones de kil¨®metros de distancia.
?Qu¨¦ hacen all¨ª esos artilugios? ?Por qu¨¦ se dedica tanto ingenio, tanto esfuerzo y bastante dinero a ver c¨®mo es otro planeta? ?Y por qu¨¦ precisamente Marte atrae una especial atenci¨®n? Lo ten¨ªa muy claro Donna Shirley, la madre-ingeniero de aquel popular robot Sojourner (del m¨®dulo Pathfinder) que dio unos cuantos paseos por el planeta en 1997: "?Que por qu¨¦ Marte? ?Todo el mundo adora Marte!".
A lo mejor es verdad, como dice Shirley, y es la pasi¨®n del motor la que mueve a miles de ingenieros, cient¨ªficos y t¨¦cnicos, expertos en rob¨®tica, en inform¨¢tica, en comunicaciones interplanetarias, en navegaci¨®n espacial, junto a los investigadores que se dedican a descifrar c¨®mo son otros cuerpos del sistema solar. Mil personas, bajo la direcci¨®n del f¨ªsico Peter Thesinger, est¨¢n directamente implicadas en la misi¨®n del Spirit y su gemelo Opportunity, que debe llegar el pr¨®ximo d¨ªa 25.
Pero la cuesti¨®n es algo m¨¢s complicada que la pasi¨®n por hacer cosas nunca antes hechas, por explorar lugares desconocidos y por entender c¨®mo es el universo. La apuesta por la tecnolog¨ªa avanzada de los pa¨ªses desarrollados, el prestigio, el inter¨¦s econ¨®mico y estrat¨¦gico del sector industrial aeroespacial y, sobre todo durante la guerra fr¨ªa, el efecto pol¨ªtico de las haza?as espaciales desempe?an papeles esenciales detr¨¢s de las asombrosas fotograf¨ªas que los robots est¨¢n enviando.
Flota espacial
La verdad es que este a?o se junta all¨ª una peque?a flota internacional de naves de la Tierra, ya que a los veh¨ªculos y naves de la NASA (el Spirit y los orbitadores Mars Global Surveyor, en funcionamiento desde 1997, y la Mars Odissey, desde 2001) se ha sumado Europa por primera vez con su nave Mars
Express, que se puso en ¨®rbita el 25 de diciembre ¨²ltimo, y en un ambiente de colaboraci¨®n muy diferente al de la carrera espacial del pasado. Tambi¨¦n Jap¨®n quiso estar presente, pero fall¨® con su nave Nozomi.
?Por qu¨¦ se usan dos tipos de naves tan diferentes? Si un extraterrestre con un nivel tecnol¨®gico similar al de la humanidad actual quisiera explorar un planeta para ¨¦l desconocido como el nuestro, ?c¨®mo obtendr¨ªa m¨¢s informaci¨®n: con sat¨¦lites en ¨®rbita que fotograf¨ªen toda la superficie, estudien la atm¨®sfera y el clima y analicen su composici¨®n y geolog¨ªa con una perspectiva global, o enviando unos robots al suelo con capacidad para ver en detalle un solo sitio? Desde luego, los artilugios en el suelo no le servir¨ªan para mucho sin las naves en ¨®rbita, mientras que ¨¦stas por s¨ª mismas ser¨ªan una fuente de datos inmensa.
Lo mismo est¨¢n haciendo los terr¨ªcolas al explorar Marte. Son las naves en ¨®rbita, diferentes pero complementarias, las que est¨¢n proporcionando la aut¨¦ntica informaci¨®n cient¨ªfica sobre Marte, su geolog¨ªa, su clima, su composici¨®n... Adem¨¢s, los robots en el suelo, sin duda prodigios de ingenier¨ªa, poco podr¨ªan hacer sin los sat¨¦lites de reconocimiento que permiten decidir d¨®nde deben descender o c¨®mo es el mundo desconocido m¨¢s all¨¢ del corto horizonte que ellos abarcan.
En lo que desde luego ganan la partida los robots, como Spirit o su antecesor Sojourner-Pathfinder, en 1997, es en espectacularidad y popularidad, algo no despreciable, ya que los programas espaciales los pagan los contribuyentes. La NASA ha informado de que el martes pasado, nada m¨¢s poner en Internet las primeras fotograf¨ªas en color y alta resoluci¨®n hechas por Spirit, los internautas hab¨ªan transferido desde sus ordenadores dedicados a la misi¨®n 15 terabytes de datos (equivalente a 20.000 CD).
No es de extra?ar por tanto que la p¨¦rdida del m¨®dulo de descenso brit¨¢nico Beagle
2, que viaj¨® con la nave Mars Express hasta Marte, haya empa?ado en popularidad el rotundo ¨¦xito de esta ¨²ltima, que es mucho m¨¢s importante por su equipamiento cient¨ªfico y planes de trabajo. La nave europea, por ejemplo, lleva una c¨¢mara con la que va a fotografiar la superficie de Marte en color y con resoluci¨®n de 10 metros (dos metros en lugares elegidos), as¨ª como un radar que penetrar¨¢ hasta cuatro o cinco kil¨®metros en el suelo del planeta vecino y podr¨¢, entre otras cosas, ver si efectivamente hay all¨ª grandes cantidades de agua, como insin¨²an los datos de la Mars Odissey estadounidense.
Spirit y Opportunity son dos aut¨¦nticos robots de campo aut¨®matas. Del tama?o de un carricoche de golf, con 174 kilos cada uno, seis ruedas para desplazarse, como veh¨ªculos todoterreno que son, por el pedregoso Marte, y suficiente inteligencia artificial para desenvolverse por s¨ª mismos por un terreno accidentado, est¨¢n dise?ados para ser los ojos sobre el terreno de los cient¨ªficos que est¨¢n a 170 millones de kil¨®metros.
Con las fotos que vaya mandando el robot, los ge¨®logos decidir¨¢n su tarea: "Ac¨¦rcate a esa roca, fotograf¨ªala y analiza su composici¨®n". "Ahora vete a esa hondonada e inspecciona c¨®mo es y qu¨¦ sedimentos hay". El robot est¨¢ preparado para cumplir esas ¨®rdenes, sortear irregularidades del terreno y esquivar obst¨¢culos. Sin embargo, est¨¢ programado para detenerse cuando encuentre un problema insalvable y esperar instrucciones de casa. Si el peque?o Sojourner recorri¨® en sus tres meses de funcionamiento en Marte una distancia equivalente a la longitud de un campo de f¨²tbol, Spirit y Opportunity, mucho m¨¢s grandes y avanzados, deben multiplicar por diez ese alcance.
Teledirigir un veh¨ªculo en otro planeta es extremadamente complicado. En la Tierra se ensaya con ellos en desiertos y terrenos abruptos, tras dar los primeros pasos y perfeccionarse en la llamada sala de arena del laboratorio, donde se les fuerza a desenvolverse en las situaciones m¨¢s comprometidas. Pero en Marte las cosas se complican. No hay forma de ver en directo lo que est¨¢ haciendo el robot (las se?ales de comunicaciones tienen que ir y venir hasta Marte) y, desde luego, no cabe advertirle cu¨¢ndo est¨¢ a punto de cometer un error o est¨¢ en peligro: "?Para, cuidado con esa zanja!". Cuando llegase el mensaje, el robot estar¨ªa ya patas arriba, o ruedas arriba, desde un buen rato antes. Y por supuesto, no hay forma de acercarse a ponerlo derecho.
Los famosos canales
Los famosos canales en realidad no son sino un cap¨ªtulo m¨¢s de los sue?os y las fantas¨ªas que la humanidad ha cultivado desde hace siglos sobre Marte. Es el planeta m¨¢s parecido a la Tierra, aunque bastante diferente. Un desierto rojizo (por el polvo de ¨®xido de hierro de las rocas) de piedras y arena, extremadamente seco, azotado por tormentas colosales de polvo, con menos gravedad que la Tierra, m¨¢s peque?o, muy fr¨ªo... desde luego, no es un para¨ªso. Pero al menos no es un infierno como los dos planetas que est¨¢n m¨¢s cerca del Sol que el nuestro (Mercurio y Venus), ni algo tan misterioso como los gigantes gaseosos J¨²piter y Saturno, donde ni siquiera hay un suelo que pisar.
Parece l¨®gico que Marte fuera uno de los primeros objetivos de la era espacial. Apenas hab¨ªa pasado una d¨¦cada desde que la Uni¨®n Sovi¨¦tica diera la campanada mundial poniendo en ¨®rbita el primer sat¨¦lite artificial de la Tierra y, poco despu¨¦s, el primer astronauta en el espacio, cuando se apuntaba tambi¨¦n el primer intento de mandar una nave autom¨¢tica a Marte. Era 1960 y la sonda fall¨® nada m¨¢s salir. La verdad es que la URSS, y Rusia despu¨¦s, han tenido muy mala suerte en el planeta rojo. Varios intentos sovi¨¦ticos en los primeros a?os sesenta acabaron todos mal. Claro que s¨ª se apunt¨® aquella potencia espacial, en 1971, el primer veh¨ªculo que descendi¨® sobre la superficie de Marte y sobrevivi¨® para contarlo. Aguant¨® 20 segundos.
Pero fue la NASA la que se hab¨ªa apuntado los primeros ¨¦xitos. En 1965 logr¨® que una nave suya pasara junto a Marte e hiciera unas cuantas fotos de cerca. Despu¨¦s tuvo en ¨®rbita all¨ª un sat¨¦lite durante un a?o (1972), y en 1976 obtuvo el triunfo clamoroso de hacer descender dos m¨®dulos, los Viking 1 y Viking
2, que enviaron desde Marte las primeras im¨¢genes asombrosas tomadas a ras del suelo de aquel desierto rojo que casi se pod¨ªa tocar. Las Viking eran m¨®dulos fijos en el suelo, sin la movilidad de los primeros rover marcianos, 20 a?os despu¨¦s.
Tras casi 30 intentos, m¨¢s de la mitad fracasados, de llegar a Marte en cuatro d¨¦cadas, a finales del siglo XX la exploraci¨®n marciana adquiere un nuevo impulso, esta vez pr¨¢cticamente en solitario por parte de EE UU. En los a?os noventa, la NASA anunci¨® un plan a medio plazo de exploraci¨®n de Marte bien planificado, consistente en aprovechar todas las oportunidades de viaje (cada 26 meses, por la posici¨®n relativa de la Tierra y Marte que favorece los viajes con un consumo razonable de combustible y en unos seis meses de viaje). El plan es ir desarrollando misiones cada vez m¨¢s complejas.
La euforia explosiva que mostraron hace una semana los responsables de Spirit en el laboratorio JPL (California) -de la NASA, pero bajo la direcci¨®n del prestigioso Caltech- cuando tuvieron su robot en el suelo de Marte sano y salvo no respond¨ªa s¨®lo a la satisfacci¨®n del ¨¦xito. Tambi¨¦n debi¨® de ser un suspiro de alivio para quitarse el p¨¦simo sabor de boca de los dos estrepitosos fracasos que se ganaron (por errores bochornosos y dr¨¢sticas reducciones presupuestarias) en 1999, cuando perdieron una detr¨¢s de otra tres sondas en Marte.
Aunque un ojo inexperto pueda pensar que es sencillo enviar una nave a Marte, colocarla en ¨®rbita perfecta all¨ª o hacerla descender en el suelo y que empiece a enviar im¨¢genes, la tarea es tremendamente dif¨ªcil y de alto riesgo. Sirva como ejemplo de la precisi¨®n que exigen estas operaciones la decisi¨®n que tomaron en JPL poco antes de llegar el Spirit a su destino. Como los sat¨¦lites en ¨®rbita all¨ª han registrado una tormenta de polvo en el planeta, al otro lado del punto donde iba a descender el robot, modificaron una de las instrucciones del ordenador de a bordo antes del descenso para que en la complicada secuencia de ca¨ªda abriera uno de los paraca¨ªdas dos segundos antes de lo previsto. La raz¨®n es que la tormenta de polvo habr¨ªa calentado y adelgazado la tenue atm¨®sfera de Marte y el paraca¨ªdas tendr¨ªa que estar un poquito m¨¢s de tiempo desplegado para cumplir bien su funci¨®n de frenar el artilugio en la ca¨ªda, antes de abrirse los airbags para el impacto final.
Y todo esto hay que hacerlo con unas comunicaciones por radio cuya se?al tarda casi 10 minutos en recorrer los 170 millones de kil¨®metros de distancia a la velocidad de la luz; por tanto, son 20 minutos de ida y vuelta cada vez que hay que hablar con la nave.
Tambi¨¦n la ESA ha demostrado su maestr¨ªa con la Mars Express. Tras un viaje de casi siete meses, la nave ten¨ªa que encender sus cohetes en el momento preciso, durante 34 minutos y en el lugar exacto para frenar lo justo, de manera que la gravedad de Marte la atrapase. Si este billar c¨®smico se hace mal, la nave, en lugar de ponerse en ¨®rbita, pasa de largo o se destruye al entrar bruscamente. Los expertos de navegaci¨®n espacial de la ESA apuntaron su nave con una precisi¨®n equivalente a atinar a un blanco del tama?o de un albaricoque peque?o a una distancia de 1.600 kil¨®metros.
Marte no es, ni mucho menos, el ¨²nico objetivo de la exploraci¨®n espacial actual. Una nave acaba de tomar muestras de un cometa y las trae ya a la Tierra. Este mismo a?o llegar¨¢ a Saturno una misi¨®n estadounidense y europea, Cassini-Huiggens, que incluso enviar¨¢ una sonda de descenso sobre la luna Tit¨¢n. La nave Galileo ha terminado hace pocos meses la exploraci¨®n de J¨²piter y sus sat¨¦lites. De Venus se tiene bastante informaci¨®n gracias a las sondas que enviaron estadounidenses y sovi¨¦ticos. Las dos Voyager est¨¢n saliendo del sistema solar despu¨¦s de pasar por los dominios de los planetas exteriores. Alrededor del mismo Sol ha estado navegando la sonda Ulysses, y la G¨¦nesis est¨¢ tomando muestras de part¨ªculas que emite la estrella para traerlas a los laboratorios terrestres este mismo a?o. Y hacia la Luna se dirige lentamente la Smart
1.
Misiones autom¨¢ticas
Para ver m¨¢s lejos a¨²n, de momento no hay m¨¢s remedio que recurrir a los telescopios, en la Tierra y en el espacio, porque las distancias a las otras estrellas son tan enormes que no hay forma de acercarse a ellas por ahora, por mucho que a la imaginaci¨®n de la ciencia- ficci¨®n le sobren recursos de transporte. Todas esas misiones son autom¨¢ticas, sin personas a bordo. La ventaja de los robots como instrumentos cient¨ªficos frente a las actividades de los astronautas, por ahora, es radical. Con los robots, m¨¢s baratos, se puede arriesgar mucho y sus resultados cient¨ªficos son muy superiores, mientras que cualquier actividad de los astronautas tiene que ser a la fuerza conservadora para preservar sus vidas.
Donna Shirley hac¨ªa una comparaci¨®n muy expresiva en su libro Managing
martians: "Pathfinder cuesta aproximadamente lo mismo que la pel¨ªcula Waterworld. Y el precio total del robot es aproximadamente igual al salario de un a?o de una estrella del atletismo profesional". El presupuesto de Pathfinder fue de unos 150 millones de d¨®lares. La misi¨®n Spirit y Opportunity cuesta 830 millones de d¨®lares.
La europea Marss Express, que debe funcionar dos a?os en Marte como m¨ªnimo, ha costado 300 millones de euros. Esto significa que por el precio del fichaje de cuatro superestrellas del f¨²tbol como Zidane, 15 pa¨ªses europeos, incluida Espa?a, tienen un observatorio en Marte.
La exploraci¨®n del planeta rojo continuar¨¢, nuevas misiones est¨¢n planeadas para dentro de dos a?os, y para dentro de cuatro y de seis. Tal vez hacia 2010 se traigan a los laboratorios terrestres muestras de Marte, y poco a poco se podr¨ªa ir pensando en enviar en alg¨²n momento astronautas. Tal y como est¨¢n las cosas, cualquier misi¨®n tripulada ser¨ªa sin duda liderada por EE UU, pero por su complejidad y su alt¨ªsimo coste, nadie duda que tendr¨ªa que ser resultado del esfuerzo internacional.
El domingo pasado, nada m¨¢s llegar el Spirit al cr¨¢ter Gusev, Sean O'Keefe, director de la NASA, proclam¨®: "Estamos en Marte". Seguramente se refer¨ªa a la NASA, o a los estadounidenses. Pero a lo mejor se daba cuenta de que varios millones de personas repartidos por toda la Tierra sent¨ªan que de alguna manera todos est¨¢bamos en Marte.
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