?Hay alguien ah¨ª?
La pr¨®xima vez que mire el cielo nocturno y vea entre las estrellas ese puntito ligeramente anaranjado que es Marte, recuerde que all¨ª hay tres sat¨¦lites de la Tierra dando vueltas y observando el planeta vecino, parecidos a los Meteosat que observan el nuestro, m¨¢s una especie de avestruz con ruedas que mira el paisaje a ras del suelo con sus ojos electr¨®nicos. Son las naves en ¨®rbita marciana (dos estadounidenses y una europea), y el robot aut¨®mata Spirit, de la NASA, que lleg¨® a la superficie all¨ª el domingo pasado. Todos ellos est¨¢n enviando enormes cantidades de datos e im¨¢genes al lugar donde fueron fabricados, que est¨¢ ahora a 170 millones de kil¨®metros de distancia.
?Qu¨¦ hacen all¨ª esos artilugios? ?Por qu¨¦ se dedica tanto ingenio, tanto esfuerzo y bastante dinero a ver c¨®mo es otro planeta? ?Y por qu¨¦ precisamente Marte atrae una especial atenci¨®n? Lo ten¨ªa muy claro Donna Shirley, la madre-ingeniero de aquel popular robot Sojourner (del m¨®dulo Pathfinder) que dio unos cuantos paseos por el planeta en 1997: "?Que por qu¨¦ Marte? ?Todo el mundo adora Marte!".
Los investigadores m¨¢s optimistas sostienen que algunos organismos se podr¨ªan haber adaptado a vivir en las extremas condiciones de Marte, refugi¨¢ndose en el subsuelo
Puede que gran parte del hemisferio norte fuera un oc¨¦ano hace millones de a?os. Hay ca?ones similares a los que en la Tierra son lechos de antiguos r¨ªos
Los expertos de navegaci¨®n de la ESA apuntaron la 'Mars Express' con la misma precisi¨®n que atinar un albaricoque peque?o desde 1.600 kil¨®metros
Azotado por tormentas colosales de polvo, no es un para¨ªso; tampoco un infierno como Mercurio y Venus, o J¨²piter y Saturno, en los que no se puede pisar
La comunicaci¨®n por radio entre la Tierra y Marte tarda 20 minutos, que es lo que emplea la se?al en recorrer la ida y la vuelta a la velocidad de la luz
La ventaja de los robots como instrumentos cient¨ªficos frente a los astronautas es radical porque se puede arriesgar m¨¢s y los resultados son superiores
Tal vez hacia 2010 se traigan a los laboratorios terrestres muestras de Marte y, poco a poco, se podr¨¢ pensar en enviar en alg¨²n momento a astronautas
A lo mejor es verdad, como dice Shirley, y es la pasi¨®n del motor la que mueve a miles de ingenieros, cient¨ªficos y t¨¦cnicos, expertos en rob¨®tica, en inform¨¢tica, en comunicaciones interplanetarias, en navegaci¨®n espacial, junto a los investigadores que se dedican a descifrar c¨®mo son otros cuerpos del sistema solar. Mil personas, bajo la direcci¨®n del f¨ªsico Peter Thesinger, est¨¢n directamente implicadas en la misi¨®n del Spirit y su gemelo Opportunity, que debe llegar el pr¨®ximo d¨ªa 25.
Pero la cuesti¨®n es algo m¨¢s complicada que la pasi¨®n por hacer cosas nunca antes hechas, por explorar lugares desconocidos y por entender c¨®mo es el universo. La apuesta por la tecnolog¨ªa avanzada de los pa¨ªses desarrollados, el prestigio, el inter¨¦s econ¨®mico y estrat¨¦gico del sector industrial aeroespacial y, sobre todo durante la guerra fr¨ªa, el efecto pol¨ªtico de las haza?as espaciales desempe?an papeles esenciales detr¨¢s de las asombrosas fotograf¨ªas que los robots est¨¢n enviando.
Flota espacial
?Por qu¨¦ se usan dos tipos de naves tan diferentes? Si un extraterrestre con un nivel tecnol¨®gico similar al de la humanidad actual quisiera explorar un planeta para ¨¦l desconocido como el nuestro, ?c¨®mo obtendr¨ªa m¨¢s informaci¨®n: con sat¨¦lites en ¨®rbita que fotograf¨ªen toda la superficie, estudien la atm¨®sfera y el clima y analicen su composici¨®n y geolog¨ªa con una perspectiva global, o enviando unos robots al suelo con capacidad para ver en detalle un solo sitio? Desde luego, los artilugios en el suelo no le servir¨ªan para mucho sin las naves en ¨®rbita, mientras que ¨¦stas por s¨ª mismas ser¨ªan una fuente de datos inmensa.
Lo mismo est¨¢n haciendo los terr¨ªcolas al explorar Marte. Son las naves en ¨®rbita, diferentes pero complementarias, las que est¨¢n proporcionando la aut¨¦ntica informaci¨®n cient¨ªfica sobre Marte, su geolog¨ªa, su clima, su composici¨®n... Adem¨¢s, los robots en el suelo, sin duda prodigios de ingenier¨ªa, poco podr¨ªan hacer sin los sat¨¦lites de reconocimiento que permiten decidir d¨®nde deben descender o c¨®mo es el mundo desconocido m¨¢s all¨¢ del corto horizonte que ellos abarcan.
En lo que desde luego ganan la partida los robots, como Spirit o su antecesor Sojourner-Pathfinder, en 1997, es en espectacularidad y popularidad, algo no despreciable, ya que los programas espaciales los pagan los contribuyentes. La NASA ha informado de que el martes pasado, nada m¨¢s poner en Internet las primeras fotograf¨ªas en color y alta resoluci¨®n hechas por Spirit, los internautas hab¨ªan transferido desde sus ordenadores dedicados a la misi¨®n 15 terabytes de datos (equivalente a 20.000 CD).
Spirit y Opportunity son dos aut¨¦nticos robots de campo aut¨®matas. Del tama?o de un carricoche de golf, con 174 kilos cada uno, seis ruedas para desplazarse, como veh¨ªculos todoterreno que son, por el pedregoso Marte, y suficiente inteligencia artificial para desenvolverse por s¨ª mismos por un terreno accidentado, est¨¢n dise?ados para ser los ojos sobre el terreno de los cient¨ªficos que est¨¢n a 170 millones de kil¨®metros.
Con las fotos que vaya mandando el robot, los ge¨®logos decidir¨¢n su tarea: "Ac¨¦rcate a esa roca, fotograf¨ªala y analiza su composici¨®n". "Ahora vete a esa hondonada e inspecciona c¨®mo es y qu¨¦ sedimentos hay". El robot est¨¢ preparado para cumplir esas ¨®rdenes, sortear irregularidades del terreno y esquivar obst¨¢culos. Sin embargo, est¨¢ programado para detenerse cuando encuentre un problema insalvable y esperar instrucciones de casa. Si el peque?o Sojourner recorri¨® en sus tres meses de funcionamiento en Marte una distancia equivalente a la longitud de un campo de f¨²tbol, Spirit y Opportunity, mucho m¨¢s grandes y avanzados, deben multiplicar por diez ese alcance.
Teledirigir un veh¨ªculo en otro planeta es extremadamente complicado. En la Tierra se ensaya con ellos en desiertos y terrenos abruptos, tras dar los primeros pasos y perfeccionarse en la llamada sala de arena del laboratorio, donde se les fuerza a desenvolverse en las situaciones m¨¢s comprometidas. Pero en Marte las cosas se complican. No hay forma de ver en directo lo que est¨¢ haciendo el robot (las se?ales de comunicaciones tienen que ir y venir hasta Marte) y, desde luego, no cabe advertirle cu¨¢ndo est¨¢ a punto de cometer un error o est¨¢ en peligro: "?Para, cuidado con esa zanja!". Cuando llegase el mensaje, el robot estar¨ªa ya patas arriba, o ruedas arriba, desde un buen rato antes. Y por supuesto, no hay forma de acercarse a ponerlo derecho.
Los famosos canales
Los famosos canales en realidad no son sino un cap¨ªtulo m¨¢s de los sue?os y las fantas¨ªas que la humanidad ha cultivado desde hace siglos sobre Marte. Es el planeta m¨¢s parecido a la Tierra, aunque bastante diferente. Un desierto rojizo (por el polvo de ¨®xido de hierro de las rocas) de piedras y arena, extremadamente seco, azotado por tormentas colosales de polvo, con menos gravedad que la Tierra, m¨¢s peque?o, muy fr¨ªo... desde luego, no es un para¨ªso. Pero al menos no es un infierno como los dos planetas que est¨¢n m¨¢s cerca del Sol que el nuestro (Mercurio y Venus), ni algo tan misterioso como los gigantes gaseosos J¨²piter y Saturno, donde ni siquiera hay un suelo que pisar.
Parece l¨®gico que Marte fuera uno de los primeros objetivos de la era espacial. Apenas hab¨ªa pasado una d¨¦cada desde que la Uni¨®n Sovi¨¦tica diera la campanada mundial poniendo en ¨®rbita el primer sat¨¦lite artificial de la Tierra y, poco despu¨¦s, el primer astronauta en el espacio, cuando se apuntaba tambi¨¦n el primer intento de mandar una nave autom¨¢tica a Marte. Era 1960 y la sonda fall¨® nada m¨¢s salir. La verdad es que la URSS, y Rusia despu¨¦s, han tenido muy mala suerte en el planeta rojo. Varios intentos sovi¨¦ticos en los primeros a?os sesenta acabaron todos mal. Claro que s¨ª se apunt¨® aquella potencia espacial, en 1971, el primer veh¨ªculo que descendi¨® sobre la superficie de Marte y sobrevivi¨® para contarlo. Aguant¨® 20 segundos.
Tras casi 30 intentos, m¨¢s de la mitad fracasados, de llegar a Marte en cuatro d¨¦cadas, a finales del siglo XX la exploraci¨®n marciana adquiere un nuevo impulso, esta vez pr¨¢cticamente en solitario por parte de EE UU. En los a?os noventa, la NASA anunci¨® un plan a medio plazo de exploraci¨®n de Marte bien planificado, consistente en aprovechar todas las oportunidades de viaje (cada 26 meses, por la posici¨®n relativa de la Tierra y Marte que favorece los viajes con un consumo razonable de combustible y en unos seis meses de viaje). El plan es ir desarrollando misiones cada vez m¨¢s complejas.
La euforia explosiva que mostraron hace una semana los responsables de Spirit en el laboratorio JPL (California) -de la NASA, pero bajo la direcci¨®n del prestigioso Caltech- cuando tuvieron su robot en el suelo de Marte sano y salvo no respond¨ªa s¨®lo a la satisfacci¨®n del ¨¦xito. Tambi¨¦n debi¨® de ser un suspiro de alivio para quitarse el p¨¦simo sabor de boca de los dos estrepitosos fracasos que se ganaron (por errores bochornosos y dr¨¢sticas reducciones presupuestarias) en 1999, cuando perdieron una detr¨¢s de otra tres sondas en Marte.
Aunque un ojo inexperto pueda pensar que es sencillo enviar una nave a Marte, colocarla en ¨®rbita perfecta all¨ª o hacerla descender en el suelo y que empiece a enviar im¨¢genes, la tarea es tremendamente dif¨ªcil y de alto riesgo. Sirva como ejemplo de la precisi¨®n que exigen estas operaciones la decisi¨®n que tomaron en JPL poco antes de llegar el Spirit a su destino. Como los sat¨¦lites en ¨®rbita all¨ª han registrado una tormenta de polvo en el planeta, al otro lado del punto donde iba a descender el robot, modificaron una de las instrucciones del ordenador de a bordo antes del descenso para que en la complicada secuencia de ca¨ªda abriera uno de los paraca¨ªdas dos segundos antes de lo previsto. La raz¨®n es que la tormenta de polvo habr¨ªa calentado y adelgazado la tenue atm¨®sfera de Marte y el paraca¨ªdas tendr¨ªa que estar un poquito m¨¢s de tiempo desplegado para cumplir bien su funci¨®n de frenar el artilugio en la ca¨ªda, antes de abrirse los airbags para el impacto final.
Y todo esto hay que hacerlo con unas comunicaciones por radio cuya se?al tarda casi 10 minutos en recorrer los 170 millones de kil¨®metros de distancia a la velocidad de la luz; por tanto, son 20 minutos de ida y vuelta cada vez que hay que hablar con la nave.
Tambi¨¦n la ESA ha demostrado su maestr¨ªa con la Mars Express. Tras un viaje de casi siete meses, la nave ten¨ªa que encender sus cohetes en el momento preciso, durante 34 minutos y en el lugar exacto para frenar lo justo, de manera que la gravedad de Marte la atrapase. Si este billar c¨®smico se hace mal, la nave, en lugar de ponerse en ¨®rbita, pasa de largo o se destruye al entrar bruscamente. Los expertos de navegaci¨®n espacial de la ESA apuntaron su nave con una precisi¨®n equivalente a atinar a un blanco del tama?o de un albaricoque peque?o a una distancia de 1.600 kil¨®metros.
Misiones autom¨¢ticas
Para ver m¨¢s lejos a¨²n, de momento no hay m¨¢s remedio que recurrir a los telescopios, en la Tierra y en el espacio, porque las distancias a las otras estrellas son tan enormes que no hay forma de acercarse a ellas por ahora, por mucho que a la imaginaci¨®n de la ciencia- ficci¨®n le sobren recursos de transporte. Todas esas misiones son autom¨¢ticas, sin personas a bordo. La ventaja de los robots como instrumentos cient¨ªficos frente a las actividades de los astronautas, por ahora, es radical. Con los robots, m¨¢s baratos, se puede arriesgar mucho y sus resultados cient¨ªficos son muy superiores, mientras que cualquier actividad de los astronautas tiene que ser a la fuerza conservadora para preservar sus vidas.
La europea Marss Express, que debe funcionar dos a?os en Marte como m¨ªnimo, ha costado 300 millones de euros. Esto significa que por el precio del fichaje de cuatro superestrellas del f¨²tbol como Zidane, 15 pa¨ªses europeos, incluida Espa?a, tienen un observatorio en Marte.
La exploraci¨®n del planeta rojo continuar¨¢, nuevas misiones est¨¢n planeadas para dentro de dos a?os, y para dentro de cuatro y de seis. Tal vez hacia 2010 se traigan a los laboratorios terrestres muestras de Marte, y poco a poco se podr¨ªa ir pensando en enviar en alg¨²n momento astronautas. Tal y como est¨¢n las cosas, cualquier misi¨®n tripulada ser¨ªa sin duda liderada por EE UU, pero por su complejidad y su alt¨ªsimo coste, nadie duda que tendr¨ªa que ser resultado del esfuerzo internacional.
El domingo pasado, nada m¨¢s llegar el Spirit al cr¨¢ter Gusev, Sean O'Keefe, director de la NASA, proclam¨®: "Estamos en Marte". Seguramente se refer¨ªa a la NASA, o a los estadounidenses. Pero a lo mejor se daba cuenta de que varios millones de personas repartidos por toda la Tierra sent¨ªan que de alguna manera todos est¨¢bamos en Marte.
Tras los rastros del agua
EL COMETIDO PRINCIPAL de Spirit y Opportunity es buscar el rastro del agua en Marte. De nuevo gracias a la visi¨®n global y al notable detalle alcanzado por las naves en ¨®rbita, los cient¨ªficos creen que la superficie del planeta rojo, un mundo extremadamente seco en la actualidad, pudo tener grandes flujos de agua en el pasado. Incluso puede que gran parte del hemisferio norte fuera un oc¨¦ano hace millones de a?os. Los rasgos geol¨®gicos parecen elocuentes: ca?ones similares a los que en la Tierra son lechos de antiguos r¨ªos caudalosos, costas escarpadas, perfiles erosionados y lo que parecen ser fondos secos de antiguos lagos.
?Si hubo tanta agua l¨ªquida en Marte, d¨®nde fue a parar? Unos piensan que todav¨ªa est¨¢ ah¨ª, en el subsuelo, congelada. Otros creen que Marte no pudo retener el agua y se perdi¨® en el espacio. Algo queda congelada en el casquete polar sur y seguramente en el norte.
Los robots de la NASA Spirit, en el cr¨¢ter Gusev, que pudo ser un lago anta?o, y Opportunity, en una llanura que pudo estar anegada, en la Meridiani Planitia, tienen que reconocer sus zonas respectivas, analizar las rocas y los minerales all¨ª para intentar reconstruir el rastro del agua l¨ªquida en grandes cantidades, y aclarar la historia del planeta rojo. Descifrar las inc¨®gnitas del agua tendr¨ªa adem¨¢s repercusi¨®n en la posibilidad de que haya existido alguna forma de vida.
Pero si los cient¨ªficos no est¨¢n totalmente de acuerdo con la cuesti¨®n del agua en Marte -y no porque sea una rareza fuera de la Tierra, ya que se sabe que el universo est¨¢ lleno de agua, cuya se?al se ha detectado en cometas, en nubes interestelares y en estrellas-, mucho menos coinciden sobre el rastro de la vida. Las expectativas que levant¨® un meteorito encontrado en la Ant¨¢rtida y que la NASA anunci¨® en 1996 como depositario de indicios f¨®siles de alguna forma de vida microsc¨®pica no resistieron el an¨¢lisis m¨¢s exhaustivo, y el escepticismo inicial de muchos ha ido creciendo hasta una incredulidad bastante generalizada.
Aun as¨ª, la idea de encontrar alg¨²n indicio de que pudo existir alguna forma de vida en Marte mantiene la atenci¨®n de no pocos investigadores. Incluso los m¨¢s optimistas sostienen que algunos organismos pudieran haberse adaptado a vivir en las extremas condiciones del planeta rojo (una leve atm¨®sfera que apenas protege frente a la radiaci¨®n y temperaturas extremadamente bajas) refugi¨¢ndose en el subsuelo.
De haber algo vivo all¨ª ser¨ªan organismos muy simples; no organismos superiores, y mucho menos seres inteligentes. Casi 40 a?os de exploraci¨®n in situ y algunos m¨¢s de observaciones con telescopios desde la Tierra han descartado aquellos colosales canales artificiales que Percival Lowell se empe?¨® en ver a finales del siglo XIX.
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