Norberto Bobbio
Poco puedo a?adir yo a lo que con mucha m¨¢s autoridad han dicho sobre la triste y esperada muerte, el pasado 9 de enero, de Norberto Bobbio, el gran intelectual y fil¨®sofo del Derecho y de la pol¨ªtica italiano, entre otros, Vattimo, Peces-Barba, Vallesp¨ªn o Estefan¨ªa desde este peri¨®dico, o desde otros lugares, Javier de Lucas, en un bell¨ªsimo y agudo art¨ªculo de hace unos d¨ªas. Yo tambi¨¦n conoc¨ª a Bobbio, gracias a la mediaci¨®n de Peces-Barba, incluso tuve el privilegio de hacer de cicerone y recorrer con ¨¦l y con su esposa Valeria las calles de Madrid, cuando visit¨® Espa?a por ¨²ltima vez, con ocasi¨®n de su doctorado honoris causa por la Universidad Carlos III. Fui traductor, junto al hoy Catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad de Ja¨¦n, el profesor Ansu¨¢tegui Roig, de su obra Elogio della mitezza e altri scritti morali (en castellano, Elogio de la templanza y otros escritos morales, Temas de Hoy, 1994) y conservo con orgullo una carta manuscrita de Bobbio felicit¨¢ndonos por el acierto y el rigor de la traducci¨®n. Pero sobre todo me considero un disc¨ªpulo suyo en el sentido m¨¢s humilde del t¨¦rmino, es decir, un estudioso de su obra desde mis inicios en la Filosof¨ªa del Derecho que ha condicionado sin duda mi forma de entender la disciplina, incluso mi dedicaci¨®n universitaria y quiz¨¢ bastantes cosas m¨¢s.
Entre las ense?anzas de Bobbio que valoro especialmente, junto a las recordadas estos d¨ªas de su laicismo bien entendido, de su permanente duda iluminadora preferible a la ventaja intelectual de la certeza, o de su pasi¨®n, al tiempo, por la libertad y por la igualdad, que es la mejor garant¨ªa para la paz y la democracia, se encuentra la de la lealtad; a las ideas y a las personas. No se trata de una lealtad ciega o tozuda, sino del valor de las convicciones fundadas, de la "pasi¨®n civil" de la que gustaba hablar a Bobbio, y del reconocimiento hacia los que nos han abierto puertas, o nos han allanado el camino con su confianza y su magisterio. Vivimos en un mundo voraz en el que, sin duda interesadamente, se confunde lealtad con sumisi¨®n, compromiso con dogmatismo, cuando no con sectarismo, y no digo yo que esto no suceda a veces; es m¨¢s, dir¨ªa sin miedo a equivocarme que no por casualidad los desleales de hoy o de ma?ana suelen coincidir con los fieles acr¨ªticos y aduladores sin pudor de ayer, agazapados entonces esperando sin duda tiempos mejores.
Tambi¨¦n, entre algunos intelectuales, suele confundirse el rigor cient¨ªfico con la lejan¨ªa respecto a los acontecimientos del tiempo que nos ha tocado vivir, en una falsa o equivocada pureza que Bobbio siempre combati¨®, siendo, como lo era, un convencido del m¨¦todo anal¨ªtico. Pero ten¨ªa claro que "el distanciamiento del estudioso que quiere afrontar un problema mir¨¢ndolo desde todas las perspectivas y expresar el propio juicio con detenimiento, no debe excluir la intervenci¨®n apasionada en los asuntos de la res p¨²blica, de los cuales depende que nuestra sociedad sea m¨¢s o menos libre, m¨¢s o menos justa, m¨¢s o menos pac¨ªfica" (Bobbio, dixit).
El viejo profesor nos ha dejado en una edad en la que lo natural es hacerlo. Enferm¨® muy poco tiempo despu¨¦s de la perdida de su mujer, su permanente compa?era, con la que estuvo felizmente casado m¨¢s de cincuenta a?os. No ten¨ªa respuestas para el misterio de la muerte; "nadie lo puede saber, excepto Dios" -dijo una vez parafraseando a S¨®crates-. Bobbio, so?ado Presidente de la Rep¨²blica para muchos italianos, los mejores como dir¨ªa El¨ªas D¨ªaz, se ha ido para siempre pero nos ha legado, no s¨®lo su ingente y valiosa obra, sino sobre todo su ejemplo, moral, pol¨ªtico, intelectual y en ¨²ltima instancia humano. Porque se ha ido "el hombre de la duda y del di¨¢logo", "un figlio del secolo XX"; ha muerto, como dir¨ªa Alfonso Ruiz Miguel, el "iluminista pesimista", el "realista insatisfecho", el "positivista inquieto", el "socialista liberal" o el "tolerante intransigente", intolerante con la intolerancia. En palabras de Bobbio, "de la observaci¨®n de que las creencias ¨²ltimas son irreductibles he sacado la lecci¨®n m¨¢s grande de mi vida. He aprendido a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de cada conciencia, a comprender antes de discutir y a discutir antes de condenar. Y puesto que estoy en vena de confesiones, hago todav¨ªa una, tal vez superflua: detesto a los fan¨¢ticos con toda mi alma".
Buen viaje maestro.
Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Uribes es profesor titular de Filosof¨ªa del Derecho y de Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universitat de Val¨¨ncia.
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