Otelo, en los suburbios
Si ¨¦l/ella recibe una llamada de alguien que no conoces, ?intentas saber en el acto de qui¨¦n se trata? Cuando est¨¢is en grupo, ?te dedicas a observar sus movimientos? ?Te irrita que la gente sea excesivamente amable con ¨¦l/ella? ?Has pensado alguna vez que no eres lo suficientemente bueno/a con ¨¦l/ella?". Test como ¨¦ste, para medir si uno es -y en qu¨¦ grado- celoso, abundan en revistas y p¨¢ginas web, para entretenimiento de los lectores. Un pasatiempo intrascendente en torno a una emoci¨®n, inscrita en el DNA de los humanos, que puede provocar cat¨¢strofes cuando adquiere la categor¨ªa de obsesi¨®n patol¨®gica, alimentada por el alcoholismo, o por causas de estr¨¦s inespec¨ªficas. El amor se transforma entonces en odio y las fantas¨ªas delirantes nublan la mente. "Nueve a?os seguidos quisiera estarla matando", dice Otelo, en la escena II del IV acto de la inmortal obra hom¨®nima de Shakespeare, cuando se cree burlado por Desd¨¦mona. La realidad de las ciudades y los pueblos de Espa?a, donde todos los a?os mueren decenas de mujeres a manos de maridos o ex compa?eros con trastornos semejantes, es muy diferente a la del esplendoroso palacio del moro de Venecia y pocos de los protagonistas de estos dramas han o¨ªdo hablar de ¨¦l.
"Los j¨®venes sufren menos los celos normales, pero los delirantes siguen siendo un elemento clave en el maltrato dom¨¦stico", dice el experto Garc¨ªa Andrade
"Sorprendentemente, muchas mujeres siguen viviendo con sus agresores por razones econ¨®micas o afectivas", dice Enrique Echebur¨²a
El fen¨®meno no se limita a los pa¨ªses latinos, considerados de 'sangre caliente'. En Suecia, el 80,9% de los asesinatos son cometidos en el ¨¢mbito familiar
"Los celos delirantes son una patolog¨ªa terrible. Es cierto que como sentimiento normal su importancia ha disminuido; las generaciones j¨®venes lo padecen menos, pero como delirio, siguen siendo un elemento clave en el maltrato dom¨¦stico", opina Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Andrade, forense de larga y s¨®lida trayectoria. Andrade cree que la presi¨®n social ha aminorado en ese delicado y controvertido terreno de los cuernos, "pero los celos patol¨®gicos son otra cosa, porque se producen en sujetos paranoides con un Yo invasor. Son personas suspicaces, recelosas, desconfiadas, que tienden a controlar obsesivamente a su pareja". En el suceso de Almendralejo, Garc¨ªa Andrade percibe, no obstante, otros elementos. "S¨ª. Vista la edad del agresor y las circunstancias, creo que estamos ante un caso de demencia senil, un deterioro que viene dado con el declive de los a?os, porque se pierde adem¨¢s la seguridad en el vigor f¨ªsico, en el vigor sexual". Un fantasma que ronda siempre al celoso patol¨®gico. De hecho, el s¨ªndrome de Otelo es menos com¨²n entre los j¨®venes, seg¨²n este forense, y, desde luego, est¨¢ poco relacionado con la conducta real de la v¨ªctima. "Recuerdo el caso de una mujer enferma de c¨¢ncer de pecho y medio ciega por la diabetes que fue asesinada por el marido, convencido de que le enga?aba".
Como en todos los casos de violencia, la de g¨¦nero se sustenta en patrones culturales claros. Psic¨®logos y estudiosos del fen¨®meno coinciden en se?alar elementos comunes en el maltratador: una ¨ªnfima autoestima a menudo debido a un trauma infantil, un acusado machismo y una arraigada idea posesiva que le hace concebir a su pareja como una propiedad y, en tanto que suya, de escaso valor. Una mezcla explosiva que con alarmante frecuencia termina en asesinato. "Los celos son los ¨²nicos responsables del maltrato dom¨¦stico", opina Ernesto P¨¦rez, creador de la asociaci¨®n Lucha contra los Celos, en Tenerife, a la que vive dedicado en cuerpo y alma. "La sociedad cree que los celos son algo bonito ligado al comportamiento humano desde hace siglos, pero yo creo que son una enfermedad y que como tal hay que tratarla". P¨¦rez se convirti¨® a esta causa a ra¨ªz de un problema personal del que prefiere no hablar, pero se lamenta de los escasos avances que ha hecho en su cruzada particular. "Un d¨ªa me di cuenta del problema que representaban los celos y vi que no hab¨ªa nada en ese sector. Yo creo que hay que cambiar el enfoque. Antes, a los alcoh¨®licos se les llamaba sinverg¨¹enzas, y ahora son enfermos. Algo similar tiene que pasar con los celos, porque es una enfermedad psicol¨®gica, aunque a unos les d¨¦ m¨¢s fuerte que a otros".
Frustraciones
En la p¨¢gina web de la Asociaci¨®n Lucha contra los Celos, Ernesto P¨¦rez advierte de que este sentimiento -no los celos buenos, sino los malos, precisa- mata, y, para reforzar su tesis, recoge algunos cr¨ªmenes pasionales, la mayor¨ªa cometidos por mujeres. Las cifras oficiales trazan, sin embargo, un panorama muy diferente. La gran mayor¨ªa de los maltratadores (y asesinos) son hombres, entre otras cosas, porque, como subraya Garc¨ªa Andrade, "los hombres responden m¨¢s con la violencia f¨ªsica a las frustraciones", mientras las mujeres recurren m¨¢s a la violencia psicol¨®gica. Tambi¨¦n los fantasmas sexuales acechan con mucha m¨¢s intensidad a los hombres. "Las mujeres est¨¢n completamente seguras de su maternidad, y nosotros somos todos, como yo digo, padres adoptivos".
En los ¨²ltimos tres a?os, 169 mujeres han sido asesinadas por su pareja, en Espa?a. Y, seg¨²n datos de Jos¨¦ Sanmart¨ªn, del Centro Reina Sof¨ªa para el Estudio de la Violencia, el fen¨®meno no se limita a los pa¨ªses latinos, tradicionalmente considerados de sangre caliente. En Suecia, el 80,9% de los asesinatos son cometidos en el ¨¢mbito familiar.
Sentido de la propiedad
No se trata de un fen¨®meno nuevo, pero la alarma social que ha provocado la denuncia puntual de cada caso en los medios de comunicaci¨®n ha obligado al Gobierno a adoptar medidas severas de encarcelamiento de los agresores y de protecci¨®n a las v¨ªctimas. Medidas que no todos aprueban. Las asociaciones feministas las consideran insuficientes, y hay quien, como Ernesto P¨¦rez, las ve contraproducentes. "Aconsejarle a una mujer que vive con un maltratador que lo denuncie a la polic¨ªa es un error", dice P¨¦rez. "Porque este tipo, aunque vaya a la c¨¢rcel, saldr¨¢ de ella, y con mucha m¨¢s rabia y coraje contra su mujer, y, por tanto, aumentar¨¢ el riesgo de nuevos y m¨¢s graves ataques". La lista luctuosa de 2003 recoge algunos casos que dar¨ªan la raz¨®n a esta tesis. K. M., de 32 a?os y nacionalidad marroqu¨ª, asesin¨® de m¨²ltiples pu?aladas a su ex compa?era, a la que ten¨ªa prohibido acercarse por orden judicial. La v¨ªctima le hab¨ªa denunciado con anterioridad y hab¨ªa estado en una casa de acogida durante unos meses. Manuela Hermoso, de 38 a?os, fue estrangulada con una cuerda por su marido, M. G. C., del que llevaba divorciada seis meses. La v¨ªctima le hab¨ªa denunciado muchas veces por malos tratos, amenazas y acoso.
"En parte esto es as¨ª, pero no se pueden dejar de denunciar los malos tratos, porque estamos hablando de un delito", dice Victoria Noguerol, psic¨®loga cl¨ªnica, especializada en el tratamiento de este tipo de violencia. Noguerol trabaj¨® un a?o en el Departamento de Salud P¨²blica de San Francisco (Estados Unidos) donde, a finales de los a?os ochenta, se aplicaba ya un programa de recuperaci¨®n del maltratador por medio de terapias especiales. "En realidad, toda la familia se somet¨ªa a ese tratamiento, que, normalmente, era encargado por los jueces que controlaban la evoluci¨®n del violento", dice. Con frecuencia, el verdugo dom¨¦stico es "una persona con patrones personales muy fr¨¢giles que tiene una dependencia emocional muy fuerte. La propia transmisi¨®n cultural, de generaci¨®n en generaci¨®n, hace del hombre el due?o de la mujer; es el que tiene el poder, cuando a eso se suma una baja formaci¨®n cultural y fuertes dosis de machismo, la mezcla puede ser tremenda", a?ade.
Noguerol cree adem¨¢s que la sociedad no ha comprendido del todo cu¨¢l es el nudo del problema. "En esto, como en la violencia contra los hijos, he observado que la gente se confunde. He presenciado, en alg¨²n programa de debate, que, cuando alguien confiesa haber sufrido malos tratos en la infancia, el moderador le pregunta: 'pero ?con o sin raz¨®n?'. Eso es un desastre", a?ade. Y es que nunca hay raz¨®n para la brutalidad, para el castigo violento, que lesiona a menudo para siempre a esa persona en formaci¨®n, convirti¨¦ndola en un potencial agresor. De hecho, los llamados maltratadores tienen muchas cosas en com¨²n. La mayor¨ªa de los que acaban en comisar¨ªa, o en prisi¨®n, pertenece a la clase media baja y, con frecuencia, procede de una familia con problemas de violencia. Las razones han sido ya estudiadas. Un mayor nivel cultural significa autom¨¢ticamente tener m¨¢s desarrollados los inhibidores de la violencia, que juegan un papel crucial en estos casos. Por otra parte, el estr¨¦s que pueden producir las estrecheces econ¨®micas es un elemento agravante.
Programa piloto
"La mayor¨ªa de los internos que tenemos aqu¨ª son de clase media-baja", dice Luis, educador de la prisi¨®n de Ourense donde, junto con otros funcionarios (dos psic¨®logas), ha puesto en marcha un programa de recuperaci¨®n de violentos dom¨¦sticos. Se trata de la segunda experiencia piloto que se desarrolla en este centro, auspiciada por Instituciones Penitenciarias. En estos a?os, Luis ha llegado a la conclusi¨®n de que los celos patol¨®gicos, unidos a problemas de alcoholismo u otra drogadicci¨®n, se dan en casi todos los maltratadores habituales, que son, adem¨¢s, sujetos posesivos. El primer paso, en la terapia que desarrollan, es hacer que el agresor reconozca su delito, o, como dice Luis, "que se conciencie del da?o que ha hecho". A partir de ah¨ª se les ense?a t¨¦cnicas de autocontrol del pensamiento celoso que puede desencadenar las crisis. ?Resultados? La mayor¨ªa de los especialistas reconoce que son modestos. "Los celos patol¨®gicos, en concreto, son una de las cosas m¨¢s dif¨ªciles de tratar", dice Echebur¨²a, que particip¨® en un programa de asistencia en 17 prisiones. "S¨®lo uno de cada tres pacientes consigue mejorar su conducta".
Luis, desde Ourense se muestra cauto. "No puedo hablar de los resultados de esta terapia porque algunos de los detenidos siguen a¨²n en la c¨¢rcel. Muchos de los que tratamos, tienen condenas graves por asesinato". En todo caso, est¨¢ seguro de que ¨¦ste es el camino para hacer frente a un problema endiablado. "Aunque la esperanza", dice, "est¨¢ en la escuela. Si las nuevas generaciones reciben una educaci¨®n mejor, m¨¢s igualitaria, el problema desaparecer¨¢ con el tiempo".
El infierno dom¨¦stico
EL HOGAR es por razones complejas el espacio ideal donde se consuma la ceremonia del horror: los malos tratos, la violencia f¨ªsica y psicol¨®gica, e incluso el asesinato. "Hay dos razones esenciales para ello", dice Echebur¨²a. "Por un lado, es un territorio que hasta hace bien poco era inmune a la acci¨®n de la justicia, o de los servicios sociales. La mujer o los hijos eran seres indefensos sobre los que descargar las frustraciones. Por otro lado, es indiscutible que las relaciones de amor/odio est¨¢n muy pr¨®ximas, son relaciones de afinidad".
Este catedr¨¢tico no cree que los celos en el sentido calderoniano del honor tengan mucho que ver con los m¨®viles confusos que llevan a un hombre a apu?alar, estrangular o descargar la escopeta de caza contra su mujer. Los celos que entran en juego proceden "de una baja autoestima, de una personalidad incapaz de mantener una relaci¨®n equilibrada con su pareja". Alguien que compensa las frustraciones de la vida infligiendo dolor a las personas que, al menos te¨®ricamente, m¨¢s quiere.
V¨ªctima y verdugo bailan una danza infernal de dependencias que, a veces, s¨®lo se resuelve con la muerte. Las estad¨ªsticas hablan por s¨ª solas sobre la gravedad del problema: en Espa?a hay dos millones de mujeres maltratadas, de las que casi dos centenares obtuvieron el a?o pasado protecci¨®n policial, dada la gravedad de la amenaza que pesaba sobre sus vidas. Desde agosto de 2003, cuando entr¨® en vigor la orden de protecci¨®n a las v¨ªctimas, hasta el 31 de octubre del mismo a?o, se hab¨ªan solicitado 4.234 ¨®rdenes -148 de ellas para proteger a hombres-.
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