Contra el fatalismo
Este escueto ensayo de factura minimalista es un manifiesto liberal dirigido a la vez contra el determinismo tecnol¨®gico y contra el relativismo posmoderno. Su autor es un joven polit¨®logo brit¨¢nico que se sit¨²a en la l¨ªnea de David Held y John Gray, defendiendo una democracia cosmopolita contra el globalismo neoliberal. Pero lejos del habitual panfleto antiglobalizaci¨®n, nuestro autor s¨®lo pretende ser fiel al liberalismo pluralista radical. Por eso, aunque como buen ensayo su libro eluda puristamente tanto las citas de autores como las notas eruditas, lo cierto es que no resulta dif¨ªcil rastrear los maestros que le inspiran, como por ejemplo Isaiah Berlin y Michael Oakeshott. Y m¨¢s en concreto Bernard Crick, su antecesor como catedr¨¢tico de Pol¨ªtica en Sheffield, a cuyo libro En defensa de la pol¨ªtica (Tusquets, 2001) pretende rendir expl¨ªcito homenaje.
POL?TICA Y DESTINO
Andrew Gamble
Traducci¨®n de Antonio Resines y Herminia Bevia
Siglo XXI . Madrid, 2003
153 p¨¢ginas. 10 euros
El objeto del libro es la defensa de la pol¨ªtica como instituci¨®n que permite sortear el cumplimiento inexorable del determinismo hist¨®rico. Actualmente, tanto los universalistas neoliberales que afirman el necesario cumplimiento de la raz¨®n hist¨®rica encarnada por el progreso tecnocr¨¢tico como los nihilistas posmodernos que rechazan cualquier racionalizaci¨®n de la historia -reducida al juego espectacular de ficciones relativas que s¨®lo cabe contemplar como espectador-, ambos bandos coinciden en proclamar al alim¨®n el fin o la muerte de la Historia y, con ella, el fin de las dem¨¢s instituciones que pretend¨ªan racionalizarla: el fin del Estado, el fin de la autoridad y el fin de lo p¨²blico. La Historia habr¨ªa muerto porque ya no hay alternativa a la democracia de mercado, quedando determinado el curso futuro del mundo por el desarrollo de las nuevas tecnolog¨ªas. El Estado habr¨ªa muerto porque se disuelve dentro de un orden global dominado por el capitalismo multilateral de hegemon¨ªa estadounidense. La autoridad (la tradici¨®n, el arte, la ciencia, el pensamiento) habr¨ªa muerto porque las instituciones se transforman tan deprisa que no da tiempo a fijar sus nuevos valores. Y el inter¨¦s p¨²blico habr¨ªa muerto porque la democracia degenera en el tr¨¢fico de intereses privados, donde s¨®lo prospera el corrupto cinismo clientelar. Pero si estas instituciones mueren s¨®lo queda el fatalismo: la resignaci¨®n conformista ante el curso inexorable de unos acontecimientos que nos desbordan sin que se haga nada por evitarlo.
Y para oponer resistencia a este fatalismo paralizante, Gamble propone resucitar el esp¨ªritu de "la pol¨ªtica como reino de lo posible, donde el azar y la contingencia, no la predeterminaci¨®n, deciden nuestra suerte". El destino no es algo fatal, determinado por fuerzas necesarias, previsibles pero imposibles de evitar, sino contingente, es decir, incierto pero susceptible de ser alterado. Y la pol¨ªtica es la capacidad de intervenir en el curso de los acontecimientos para cambiarlos favoreciendo sus efectos ben¨¦ficos y evitando sus efectos perversos. Por eso, incluso los neoliberales que decretan la muerte de la pol¨ªtica se ven obligados a contradecirse haciendo tambi¨¦n pol¨ªtica, al forzar los acontecimientos para que pueda cumplirse su voluntarismo imperial. Y al igual que ellos, tambi¨¦n los dem¨¢s podemos hacer pol¨ªtica pero reconoci¨¦ndolo como tal, a fin de evitar el cumplimiento de este injusto destino neoliberal.
![Banderas de los pa¨ªses miembros de Naciones Unidas.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q6AAWQX4SSTU6JJEY2B4GJOW4Y.jpg?auth=954347409b4f9cabec86b216052b9a7aea6ff33752c6ced6c5761a41ebdbd144&width=414)
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