Del ¨²ltimo viaje de Carvalho
No es de extra?ar, dada su enorme capacidad de trabajo -equiparable solamente con su gran calidad- que V¨¢zquez Montalb¨¢n, fallecido tan inesperada como repentinamente hace un trimestre, nos haya dejado varios testamentos sucesivos que ahora vamos a ir conociendo sin parar.
Y si hace dos semanas Javier Valenzuela coment¨® de inmejorable manera en estas mismas p¨¢ginas su gran panfleto La aznaridad -que adem¨¢s era una lecci¨®n de ese g¨¦nero literario tan desacreditado como ilustre, el del "panfleto"- ahora nos llega otro disfrazado de novela partida por la mitad, el ¨²ltimo tomo de los previstos para clausurar su serie narrativa m¨¢s famosa, la que le proporcion¨® celebridad, traducciones, premios, pel¨ªculas, honores y lectores en el mundo entero, titulada desde el principio como Milenio, un proyectado viaje de su protagonista, el detective privado Pepe Carvalho por el mundo entero, que as¨ª clausurar¨ªa antes de morir sus aventuras, dispersas ya en m¨¢s de veinte vol¨²menes. Aunque su extensi¨®n (o el estado del manuscrito) haya decidido a su editor de siempre a dividirlo por la mitad, con lo que ahora s¨®lo conocemos esa primera parte, ya es suficiente para hablar del proyecto en su conjunto, aunque no sepamos todav¨ªa c¨®mo terminar¨¢.
MILENIO CARVALHO, 1
(Rumbo a Kabul)
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n
Planeta. Barcelona, 2004
424 p¨¢ginas. 20 euros
?Y por qu¨¦ nos resulta sufi
ciente esta primera mitad para hablar del Milenio como un todo? Pues porque Pepe Carvalho no es -como su mismo autor puso en sus propios labios en Antes de que el milenio nos separe (1997)- un personaje, sino un "recurso t¨¦cnico", el resultado de una reflexi¨®n para cargar de contenido una t¨¦cnica de comunicaci¨®n concreta, la de una narrativa a la altura de los tiempos, y as¨ª no es de extra?ar que Carvalho y su creador hayan ido pareci¨¦ndose cada vez m¨¢s. No hay que olvidar que el gran escritor que ha sido -que es- Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, el m¨¢s inteligente y brillante de todos, naci¨® de la poes¨ªa (Una educaci¨®n sentimental) y del periodismo (Informe sobre la informaci¨®n), dos polos que logr¨® reunir tal cual en un conjunto improbable logrado con su mestizaje cultural y el melting pot expresivo, barroco y conceptista de una prosa sabia e ir¨®nica, que se consumen en una misma hoguera con su necesidad de moral justiciera, a trav¨¦s del crisol de su memoria -la de un derrotado de la Guerra Civil- y su deseo de vencedor final irremediable y vengativo. Fue el primer senior de los nov¨ªsimos y el primer periodista que triunf¨® siendo de izquierdas (y lo fue siempre, frente a tanta y tanta deserci¨®n) gracias a su iron¨ªa y a su permanente autocr¨ªtica, que le ha mantenido vivo hasta un final que nos plantea la necesidad de aplazarlo sin parar merced a su permanente relectura, que sigue siendo algo que necesitamos como el comer. Su p¨¦rdida ha sido una cat¨¢strofe para todos los hombres libres que creen en la historia y en su progreso -el de la justicia- aunque su legado nos permitir¨¢ seguir vivos durante todo el tiempo que al menos sus lectores veremos y ver¨¢n.
As¨ª las cosas, Carvalho puede ser un personaje de novela, pero no del todo porque tambi¨¦n es un recurso, no es un polic¨ªa al uso, ni su serie es policiaca, ni el t¨¦rmino le gustaba a su autor. En cierta ocasi¨®n le critiqu¨¦ el ¨¦xito de esta serie planteada como t¨¦cnicamente perfecta, pero que me disgustaba frente a sus otras novelas m¨¢s serias aunque m¨¢s imperfectas que me gustaban m¨¢s (El pianista, Los alegres muchachos de Atzavara, Gal¨ªndez, El estrangulador) a los que se unir¨ªan despu¨¦s Autobiograf¨ªa del general Franco -precursora de Francomoribundia- y Erec y Enide. Me lo perdon¨® cuando en 1992, como presidente de un jurado europeo propuse -y obtuve- para su Gal¨ªndez el Premio Aristeion de la entonces CEE. Y recuerdo que lo consegu¨ª descubriendo a los jurados de otras lenguas que el autor era primero un poeta, antes que el autor de los Carvalhos que todos conoc¨ªan. El periodista se convirti¨® en un experto en el mundo de la comunicaci¨®n -donde gan¨® la batalla, en buena medida a trav¨¦s de Carvalho- y el poeta se mantuvo en sus trece para alimentar todo lo dem¨¢s.
As¨ª las cosas, en esta prime
ra mitad del ¨²ltimo Carvalho, no estamos ante una novela policiaca, sino ante un libro de viajes (o de recetas de cocina) que emprende el detective, en compa?¨ªa de su inseparable Bisc¨²ter -una pareja, como don Quijote y Sancho, Phileas Phogg y Picaporte o Bouvard y P¨¦cuchet (que ser¨¢n sus pasaportes para disimular)-, tras ser acusado en Barcelona de asesinato (aunque no matara a Kennedy tras haber nacido all¨ª como personaje en una novela autocalificada "de pol¨ªtica-ficci¨®n") y empezar una especie de huida rumbo al primer pa¨ªs atacado por el Imperio tras el 11-S en el a?o I de la Era de la "libertad duradera", que s¨®lo produce ruinas y antenas parab¨®licas. As¨ª perseguidos por una serie de misteriosos atentados, Carvalho y Bisc¨²ter atraviesan Italia, Grecia, diversos pa¨ªses isl¨¢micos, Israel, Egipto, L¨ªbano y Turqu¨ªa, encadenando vagas aventuras, di¨¢logos y divertidos an¨¢lisis, recorriendo paisajes, restaurantes, incontables recetas de cocina -del caviar a la berenjena-, secuestros y hasta un par de aventuras sexuales pasivas (como todas las de su personaje), recorriendo el mundo y sus otros recuerdos viajeros o vitales (el matrimonio de Carvalho, su hija cuarentona, la presencia telef¨®nica de Charo) para desembocar en la India, el Ganges, el Tri¨¢ngulo de la Droga y llegar a las puertas del mismo Bangkok donde se esfum¨® su propio creador. ?Despedir¨¢ all¨ª Carvalho a su inventor y contar¨¢ qui¨¦n mat¨® a qui¨¦n? La prosa de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n se acelera como nunca, discurre de aventura en aventura con toda rapidez, va del an¨¢lisis al juicio y de la descripci¨®n a la cr¨ªtica -y sobre todo a la autocr¨ªtica- manejando como nunca todos los esquemas de la cultura popular que ¨¦l mismo contribuy¨® a introducir entre nosotros, desde el cine hasta la m¨²sica moderna, del pop a las canciones de Jim Morrison, del brindis al agonizante Terenci Moix (que en teor¨ªa viv¨ªa "fumando sin pulmones", cuando Carvalho viajaba) a un palo al traidor e intelectualmente extinto Roger Garaudy, pues el autor es y sigue siendo de la generaci¨®n de los de entonces, de Sartre a Brassens, de Pr¨¦vert a Merleau-Ponty, o de Pavese a Calvino. Autocr¨ªtico, penetrante, sat¨ªrico, ¨¢cido y sentimental, ya est¨¢ -casi- todo dicho. Nos queda V¨¢zquez Montalb¨¢n para siempre y ya apenas nos hace falta nada m¨¢s. ?Nada? Que sigamos sus instrucciones, por favor, es la ¨²nica tabla de salvaci¨®n que nos queda. Gracias y adelante.
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