Dinosaurios

Mucha es la l¨¢stima que siento de no vivir en Granada ni disponer de recursos para pasar all¨ª una temporada y asistir a ese seminario que organiza el Parque de las Ciencias y que presenta un t¨ªtulo tan prometedor: Dinosaurios: una pasi¨®n cient¨ªfica y literaria. De ese modo podr¨ªa empaparme de datos sobre la vida, car¨¢cter y h¨¢bitos de esas criaturas tan imponentes con sus dobles filas de dientes y sus lomos cubiertos de escamas, y sin duda adquirir¨ªa la capacidad, que s¨®lo disfrutan los especialistas aut¨¦nticamente dotados, de reconocerlos sin equivocarme siempre que me cruzase con alguno de ellos por la calle. Me consta que, puesto que son reptiles, disponen de recursos ilimitados para camuflarse, enga?arnos y hacerse pasar por lo que no son, pero a lo largo de mi vida yo creo haberme topado con m¨¢s de uno. En la facultad, sin ir m¨¢s lejos, tuve dos o tres profesores que sin duda eran dinosaurios: uno comenzaba a sospechar al descubrirles los bigotes bajo las alas de la nariz y esos jerseys a cuadros manchados de ceniza a los que parec¨ªa alegrar poco la luz del sol; en cuanto comenzaban a hablar, las sospechas alcanzaban r¨¢pidamente el rango de certezas. Los dinosaurios se reconocen sobre todo por su forma de expresarse, am¨¦n de la recurrencia de ciertos temas y coletillas que los delatan sin remedio; adem¨¢s, es costumbre inveterada en ellos escribir cartas al director en los peri¨®dicos, y encabezarlas con un expl¨ªcito "muy se?or m¨ªo" (observo que una de las conferencias programadas en el seminario de Granada se llama Qui¨¦nes eran los dinosaurios y su contexto natural, en la que supongo que se abordar¨¢n todos estos pormenores).

Pero en fin, no son s¨®lo dinosaurios lo que circula diariamente por las aceras o llena los restaurantes. El forro de la piel de cada cual oculta faunas misteriosas, animales secretos que salen a la luz en el momento m¨¢s inesperado, cuando la raz¨®n se deja en los bolsillos y aflora esa mitad espont¨¢nea y aut¨¦ntica de todo hijo de vecino. Como dir¨ªa el hombre lobo, todos somos una bestia en potencia. Y aqu¨ª me acuerdo de una ilustraci¨®n vetusta de los Caracteres de La Bruy¨¨re en que se mostraban rostros de hombres y mujeres y se los comparaba con las cabezotas an¨¢logas de toros, leones y culebras: todo individuo, ven¨ªa a decir aquel grabado, consiste en realidad en un animal escondido. Cualquier d¨ªa podemos despertarnos en la cama y descubrir que siempre hemos sido un escarabajo, como el pobre Gregor Samsa; o podr¨ªamos aspirar a ministros o a amantes de una modelo explosiva y darnos cuenta de que somos un asno, un cuadr¨²pedo gris¨¢ceo, peludo y blando, que parece carecer de huesos, como el buen Lucio, aquel protagonista de la novelita de Apuleyo. Yo, a veces, me figuro ser una lamprea, que se pega al cuero de los otros y se alimenta perezosamente de la sangre ajena. Espero que alg¨²n d¨ªa el Parque de las Ciencias dedique sus seminarios correspondientes a los moscardones, a las lobas y a los buitres, porque sin duda podr¨ªamos aprender muchas cosas. Mientras tanto, gracias a su informaci¨®n sobre dinosaurios nunca volveremos a sentir miedo al franquear los umbrales de las reales academias y los ateneos, algunos de sus h¨¢bitats m¨¢s comunes.