El nombre del padre
Cuando fui a inscribir a mi hijo declar¨¢ndome madre soltera en el Registro Civil, me dijeron que el art¨ªculo 191 del Reglamento me obliga a rellenar la casilla correspondiente a "padre" para identificar a mi hijo. Como por lo visto el Reglamento no es capaz de respetar -porque le parece contrario a las leyes de la naturaleza y a las de la justicia- mi voluntad de tener un hijo en soledad, se me exigi¨® vehementemente que me inventase un padre fantasma -o, si lo prefieren, de postizo- para que yo no fuese una vergonzante madre soltera y mi hijo no sufriese los horribles traumas propios de esa aberrante coyuntura al ense?ar su carn¨¦ de identidad cuando se lo pidiesen las cajeras del supermercado para validar su tarjeta de cr¨¦dito. ?Qu¨¦ dir¨ªan las pobres al no encontrar el nombre del padre! ?Oh, tiempos! ?Oh, costumbres!
Como yo tampoco quer¨ªa estigmatizar a mi peque?o, baraj¨¦ nombres que me gustasen desde siempre, para rellenar la casilla y desembarazar a mi hijo de su tara legal. Por ejemplo, para que me entiendan: "Nombre del padre: Elvis Presley". No obstante, despu¨¦s de mucho reflexionar, consider¨¦ que no todo el mundo cree que Elvis Presley sigue vivo, as¨ª que, consternada, me vi en la obligaci¨®n de estrujarme los sesos buscando otro nombre que calmase a los encargados. Desde luego, quedaban excluidos, por similares razones, Rodolfo Valentino, Carlos Gardel o Humphrey Bogart. Algunas debilidades onom¨¢sticas, como Brad Pitt o Benicio Del Toro, se me antojaban -no s¨¦, ufana que es una- que se me quedaban cortas, y, por otro lado -aunque confieso que estuve tentada durante un rato- quedaba absolutamente descartado Batman, a pesar de que en una de las entregas de la serie lo interpretase George Clooney.
Cansada ya de tanto meditar, resolv¨ª que no quer¨ªa que mi reto?o resultase ser hijo de ning¨²n famoso, porque luego eso pesa mucho en la psicolog¨ªa del individuo, y adem¨¢s no estaba totalmente segura de que fuera peor el remedio que la enfermedad; es decir, que las cajeras del supermercado, los bancarios, los funcionarios de Hacienda, y la propia polic¨ªa, por ejemplo, no se tomasen demasiado en serio a mi hijo, o que, muy por el contrario, se pusiesen todos a chillar, v¨ªctimas de la histeria cual enloquecidos superfans.
Y aqu¨ª me tienen, buscando todav¨ªa un nombre para su padre. ?No se les ocurre nada, ni el suyo propio? Pues no se devanen los sesos, que la cosa no tiene mayor importancia. Ya se sabe: hijo no hay m¨¢s que uno, pero al padre lo encontr¨¦ en el list¨ªn telef¨®nico. ?Y a dedo!
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