?Es EE UU un imperio?
Hace tres d¨¦cadas, la izquierda radical usaba el t¨¦rmino "imperio estadounidense" como ep¨ªteto. Ahora, el mismo t¨¦rmino ha salido del armario: analistas de la izquierda y la derecha lo usan para explicar -si no guiar- la pol¨ªtica exterior estadounidense. En muchos aspectos, la met¨¢fora del imperio resulta seductora. El Ej¨¦rcito estadounidense tiene alcance global, con bases en todo el mundo, y sus comandantes regionales act¨²an a veces como proc¨®nsules. El ingl¨¦s es una lengua franca como el lat¨ªn. La econom¨ªa de Estados Unidos es la mayor del mundo y su cultura ejerce de im¨¢n. Pero es un error confundir primac¨ªa con imperio. Ciertamente, Estados Unidos no es un imperio al estilo de los imperios europeos que conocemos de los siglos XIX y XX, porque la caracter¨ªstica b¨¢sica del imperialismo era el poder pol¨ªtico. Aunque sin duda se dan relaciones desiguales entre Estados Unidos y los pa¨ªses m¨¢s d¨¦biles, el t¨¦rmino "imperial" no s¨®lo es inexacto, sino tambi¨¦n equ¨ªvoco, ya que no se da un control pol¨ªtico formal.
Ciertamente, Estados Unidos tiene ahora m¨¢s recursos de poder en comparaci¨®n con otros pa¨ªses de los que ten¨ªa Gran Breta?a en el punto culminante de su imperio. Pero Estados Unidos tiene menos poder -en el sentido de control sobre la conducta interna de otros pa¨ªses- que Gran Breta?a cuando controlaba la cuarta parte del planeta. Por ejemplo, los funcionarios brit¨¢nicos controlaban los colegios, los impuestos, las leyes y las elecciones en Kenia, por no mencionar sus relaciones exteriores. Estados Unidos no tiene ese control hoy en d¨ªa. En 2003, ni siquiera consigui¨® que M¨¦xico y Chile votaran a favor de una segunda resoluci¨®n sobre Irak en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Los partidarios del nuevo imperialismo me dir¨¢n que no sea tan literal. Al fin y al cabo, lo de "imperio" es meramente una met¨¢fora. Pero el problema de la met¨¢fora es que supone un grado irrealista de control estadounidense y que refuerza las grandes tentaciones de unilateralismo que predominan en el Congreso estadounidense y en partes del Gobierno de Bush.
En la era de la informaci¨®n global, el poder estrat¨¦gico no est¨¢ tan altamente concentrado. Por el contrario, se distribuye entre pa¨ªses siguiendo un patr¨®n que recuerda una compleja partida tridimensional de ajedrez. En el tablero superior encontramos un poder militar principalmente unipolar, pero en el tablero econ¨®mico, Estados Unidos no es una potencia hegem¨®nica ni un imperio, sino que debe negociar de igual a igual cuando, por ejemplo, Europa act¨²a de manera unificada. En el tablero inferior, compuesto por las relaciones transnacionales, el poder est¨¢ ca¨®ticamente disperso, y no tiene sentido usar t¨¦rminos tradicionales como unipolaridad, hegemon¨ªa o imperio estadounidense.
Por consiguiente, quienes recomiendan a Estados Unidos que asuma una pol¨ªtica exterior imperial basada en las tradicionales descripciones militares del poder estadounidense se equivocan lamentablemente. En una partida tridimensional, perder¨ªamos si nos centr¨¢ramos s¨®lo en un tablero y no nos fij¨¢semos en los dem¨¢s y en las conexiones verticales que existen entre ellos. Como prueba de ello, las conexiones que se dan en la guerra contra el terrorismo entre las acciones militares del tablero superior, donde Estados Unidos derroc¨® al tirano de Irak, pero simult¨¢neamente, en el tablero transnacional inferior, aument¨® la capacidad de Al Qaeda para reclutar nuevos ac¨®litos. Estas cuestiones representan el lado oscuro de la globalizaci¨®n. Son inherentemente multilaterales y es imprescindible cooperar para solucionarlas. De modo que describir a Estados Unidos como un imperio significa no captar la verdadera naturaleza de las dificultades a las que se enfrenta Estados Unidos en pol¨ªtica exterior.
Los que fomentan la idea de un imperio estadounidense tambi¨¦n malinterpretan la naturaleza oculta de la opini¨®n p¨²blica y las instituciones estadounidenses. ?Tolerar¨¢ la opini¨®n p¨²blica estadounidense un papel imperial? Neoconservadores como Max Boot sostienen que Estados Unidos deber¨ªa proporcionar a los pa¨ªses con problemas el tipo de administraci¨®n extranjera ilustrada que en otro tiempo proporcionaron los confiados ingleses con sus salacots. Pero, como se?ala el historiador brit¨¢nico Niall Ferguson, el Estados Unidos actual difiere de la Gran Breta?a del siglo XIX en su "marco temporal cr¨®nicamente corto". Estados Unidos estuvo brevemente tentado de ejercer un imperialismo real cuando se alz¨® como potencia mundial hace un siglo, pero el interludio de imperio formal no dur¨® mucho. Al contrario que para los brit¨¢nicos, el imperialismo nunca ha sido una experiencia c¨®moda para los estadounidenses, y s¨®lo una parte reducida de sus ocupaciones militares condujo directamente al establecimiento de democracias.
El imperio estadounidense no est¨¢ limitado por la econom¨ªa: Estados Unidos dedic¨® un porcentaje mucho m¨¢s elevado de su PIB a gasto militar durante la guerra fr¨ªa que el que dedica en la actualidad. Su extralimitaci¨®n imperial provendr¨¢ en cambio de tener que patrullar m¨¢s pa¨ªses perif¨¦ricos de los que la opini¨®n p¨²blica estadounidense est¨¢ dispuesta a aceptar. De hecho, las encuestas de opini¨®n en Estados Unidos muestran poca atracci¨®n popular por el imperio y un apoyo continuado al multilateralismo y al uso de Naciones Unidas. Michael Ignatieff, un canadiense partidario de la met¨¢fora imperial, la matiza refiri¨¦ndose al papel de Estados Unidos en el mundo como un "imperio light". De hecho, ser¨ªa mejor denominar infralimitaci¨®n imperial al problema de crear un imperio estadounidense. Ni el p¨²blico ni el Congreso estadounidense se han mostrado dispuestos a invertir seriamente en instrumentos de construcci¨®n de naci¨®n y gobierno, en comparaci¨®n con la fuerza militar. De hecho, todo el presupuesto del Departamento de Estado asciende s¨®lo al 1% del presupuesto federal. Estados Unidos gasta casi 17 veces m¨¢s en su ej¨¦rcito, y hay pocos indicios de que esto vaya a cambiar pronto. Por consiguiente, Estados Unidos deber¨ªa evitar la equ¨ªvoca met¨¢fora del imperio como gu¨ªa para su pol¨ªtica exterior. El imperio no va a ayudar al pa¨ªs a comprender y solucionar las dificultades a las que se enfrenta en la era de la informaci¨®n global del siglo XXI.
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