Donde se pierde el hilo de Ariadna

Seg¨²n la mitolog¨ªa griega, Ariadna fue abandonada por Teseo en la isla de Naxos, hecho de interpretaci¨®n dudosa que dio pie -y t¨ªtulo- a una ¨®pera de Richard Strauss. Mientras Ariadna dorm¨ªa, Dionisio qued¨® subyugado por su belleza y compens¨® el despecho de Teseo. Esta misma belleza ha perdurado en la isla mayor de las C¨ªcladas, de 20.000 habitantes. Sin embargo, Naxos suele pasar mucho m¨¢s inadvertida que islas vecinas como Santorini o Mikonos, lo cual no es ¨®bice para que los m¨¢s inquietos descubran en ella pueblos inmaculados, playas extensas, iglesias bizantinas y rincones solitarios y salvajes.

La capital de la isla, Naxos u Hora, se api?a en torno a una colina donde los venecianos construyeron algunas mansiones y fortificaron la ciudad. Estas huellas venecianas se perciben con calma. Unas veces, en la estancia de una casa que, tras la apariencia discreta del portal, esconde piedras de un pasado noble; otras, en alg¨²n torre¨®n centenario que, desde el otear de sus muros, se encarama sobre el Egeo y el resto de la ciudad. El antiguo palacio ducal, las dos catedrales (ortodoxa y cat¨®lica) y la torre de Glezos, junto con las estrechas callejuelas y el peque?o museo (con piezas de arte cicl¨¢dico que parecen haber inspirado a Picasso), son algunos de los atractivos principales de la capital. La propia estampa de la ciudad, con edificios que se api?an, enfurru?ados, bajo la severa fortaleza, a?ade inter¨¦s a la visita. El puerto est¨¢ flanqueado por un paseo bullicioso con restaurantes regentados por matronas que repasan las cuentas a la velocidad de un ordenador cu¨¢ntico.

El islote de Palatia

Una vez en el puerto es ineludible la visita al templo de Apolo, en el peque?o islote de Palatia, al que se accede por un peque?o camino asfaltado que la conecta con la ciudad. Del templo se conserva poco, pero sorprende el maravilloso p¨®rtico situado delante del mar, con las casas de Naxos y los acantilados como tel¨®n de fondo. Ver la puesta de sol desde este punto es toda una experiencia. Y desde aqu¨ª se divisa la peque?a y blanca iglesia de San Juan Cris¨®stomo. Cerca de la capital se encuentran las ruinas de Iria, documentadas y excavadas por investigadores de la Universidad de M¨²nich. En este lugar naci¨® el arte j¨®nico, hecho verificado, no sin pol¨¦mica, en los ¨²ltimos a?os. Aqu¨ª no encontraremos grandes restos: alguna columna, alg¨²n capitel, el dibujo insinuado de los edificios... Pero el valor simb¨®lico de Iria resulta innegable.

Las estaciones del a?o marcan la fisonom¨ªa de la isla: en primavera los montes verdean, en verano dominan los tonos pajizos y ocres... Una excepci¨®n: los fondos de los valles, verdaderos oasis llenos de olivos y vi?edos que trepan por las faldas de los cerros. Aqu¨ª tambi¨¦n encontraremos huertos y algunos molinos, reminiscencias del pasado. El valle de Potami¨¢ alberga villorrios de un blanco impoluto, como Kato o Pano Potami¨¢. Al este, no hay que perderse pueblos como Chalki, Kerami y el empinado Apiranthos, donde la vida se desenvuelve entre muros encalados, hombres sentados a la sombra y calles escalonadas. M¨¢s al sur se localiza el agr¨ªcola y tradicional pueblo de Filoti, donde todav¨ªa se ven burros de transporte en calles donde las ancianas vigilan, con ojos tan negros como sus pa?uelos, el paso de los transe¨²ntes. Cerca de Filoti tomaremos una estrecha carretera que nos conducir¨¢ a las inmediaciones de la cueva de Zeus. En el punto en que parte el camino de tierra, hay una fuente con agua fresca, algo que, pese a la aridez de las monta?as circundantes, no es inhabitual en la isla.

El interior guarda monumentos de inter¨¦s, como las iglesias de Panaghia Protothrone y Panaghia Drosiane. Esta ¨²ltima se encuentra cerca del pueblo de Moni, rodeado de un pintoresco paisaje de olivos y bancales. De estilo bizantino y con t¨ªpicas c¨²pulas semiesf¨¦ricas, aloja algunos frescos del siglo VI y VII, en estado de conservaci¨®n precario. Con todo, sobrecoge recorrer las distintas capillas y descubrir los restos pict¨®ricos. De vuelta a la capital es recomendable una parada en las cercan¨ªas de Melanes para admirar su kour¨®s, una gran escultura inacabada que permaneci¨® en la antigua cantera donde fue ideada. La figura nunca fue transportada, y yace, erosionada, en medio de un f¨¦rtil valle donde llegan a prosperar algunos robles umbrosos.

Playas hacia el sur

Una visita a Naxos no puede obviar sus playas. La mayor¨ªa de los turistas se concentra en la atestada Aghios Georgios, cerca de la capital. A partir de aqu¨ª, hacia el sur, se suceden playas con aguas de incre¨ªbles tonos turquesa, donde en verano sopla el refrescante -cuando no fr¨ªo- meltemi. En algunos puntos, el litoral es salvaje y el visitante gozar¨¢ de largos arenales ocupados, a lo sumo, por una docena de ba?istas. Algunos recomendables: Mikri Vighla, la maravillosa Kastraki,

los agrestes alrededores del cabo Agali con sus sabinares y dunas, Aliko... Y hacia el norte, las playas de Abram y Apolonas. Para los m¨¢s intr¨¦pidos, el litoral situado al sur y al este de la isla est¨¢ surcado de acantilados y peque?as playas, muchas de ellas accesibles s¨®lo en todoterreno. Naxos es un lugar id¨®neo para huir o sanearse de la masificaci¨®n de algunas islas griegas; un lugar donde el viajero encontrar¨¢ tranquilidad, vida agr¨ªcola y parajes todav¨ªa solitarios.

- Llu¨ªs Calvo (1963) es autor de Aconitum (Edicions 62).