Estado de crisis permanente
Los andalucistas hacen p¨²blico el conflicto, nunca resuelto, que ha marcado la legislatura
En el Partido Andalucista (PA) la teor¨ªa de los ciclos hist¨®ricos se cumple con una exactitud asombrosa. Una vez m¨¢s, en plena campa?a electoral estalla la crisis interna, en realidad nunca resuelta, pese a la salida del partido del que fuera vicepresidente y cartel electoral en las elecciones de 2000, Pedro Pacheco. La llamada vieja guardia del presidente, Alejandro Rojas-Marcos, y la direcci¨®n nacional, que pilota el secretario general, Antonio Ortega -aliados circunstanciales en el 12? congreso para derribar a Pacheco- se han enfrentado en p¨²blico a cuenta de la alianza con los socialistas en la Junta.
Los primeros creen que el PA debi¨® aprovechar el conflicto del tripartito catal¨¢n para amenazar con abandonar el Gobierno de coalici¨®n si el PSOE no romp¨ªa en Catatalu?a con Esquerra Republicana. De hecho, su opini¨®n es que el acuerdo no vuelva a a reeditarse, aunque se den las circunstancias para ello, ya que, sostienen, otros cuatro a?os en un ejecutivo socialista terminar¨ªan por borrar del Parlamento al PA. Los segundos, aunque se han cuidado de hacer declaraciones explosivas con su rostro, atribuyen esta postura a una "rabieta" del fundador del partido (Rojas-Marcos) en su af¨¢n por destacar.
El pacto con Ortega le cost¨® a Rojas-Marcos pasar a ser presidente honor¨ªfico del partido
?Qu¨¦ ha pasado en el PA en los ¨²ltimos cuatro a?os para que ande a la gresca otra vez a 20 d¨ªas de las elecciones? El equilibrio que alcanz¨® el partido tras la reunificaci¨®n en 1996 con el PAP de Pacheco comenz¨® a quebrarse cuando Antonio Ortega, elegido entonces secretario general como una soluci¨®n de urgencia, pis¨® el acelerador y se propuso sustituir a Pacheco como candidato a la Junta. Para el ¨®rdago contaba con el soporte de Relaciones Institucionales, desde donde hab¨ªa conseguido en poco tiempo hacerse con un sector importante del partido. Rojas-Marcos, retirado ya de la carrera por la alcald¨ªa de Sevilla, apost¨® por Ortega, despu¨¦s de que Pacheco embistiera tambi¨¦n contra ¨¦l y le acusara de oscuros negocios.
El pacto le cost¨® a Rojas-Marcos que su puesto como presidente del PA fuera despojado de las atribuciones ejecutivas en favor de las honor¨ªficas, lo que supuso, entre otras cosas, su salida del comit¨¦ de enlace PSOE-PA de la Junta. Tambi¨¦n tuvo que ceder en la candidatura de las auton¨®micas de 2004 y que su tapado, Jos¨¦ N¨²?ez, concurriera a las municipales de 2003 en Sevilla para dar paso al secretario general.
El primer encontronazo entre la direcci¨®n y la agrupaci¨®n de Sevilla, bajo la influencia del fundador, se produjo a mitad de la legislatura, al decidir Ortega dar un salto de Relaciones Institucionales al otro departamento del PA, Turismo y Deportes, con m¨¢s medios econ¨®micos y, sobre todo, proyecci¨®n ante la sociedad. El inquilino de la consejer¨ªa, el rojasmarquista Jos¨¦ Hurtado, fue desalojado de un plumazo y el flamante consejero explic¨® las razones del cambio sin recurrir a la ret¨®rica: el nuevo l¨ªder del partido se colocaba en el sitio m¨¢s relevante y en el sector econ¨®mico m¨¢s importante de Andaluc¨ªa. As¨ª de sencillo. En el trueque, la consejer¨ªa pobre pas¨® a Juan Ortega, hasta entonces concejal de Sevilla. La d¨¦bil armon¨ªa de ambas familias inici¨® una lenta descomposici¨®n.
La vieja guardia, que para entonces hab¨ªa logrado resucitar la vicepresidencia en la persona de Miguel ?ngel Arredonda -eliminada en ¨²ltimo congreso para desalojar de ella a Pacheco- no ocult¨® su preocupaci¨®n por el escaso ¨¦xito de la operaci¨®n de lanzamiento de Ortega, quien se hab¨ªa metido en un tremendo embrollo, que le coloc¨® al filo de la reprobaci¨®n parlamentaria, por decir a una revista que "casi ser¨ªa preferible dos casos de corrupci¨®n al a?o que una administraci¨®n lenta". Las desavenencias se hicieron un secreto a voces.
Entretanto, los diputados andalucistas de la C¨¢mara hab¨ªan consumado un curioso intercambio de afinidades: el portavoz, Jos¨¦ Calvo, que lleg¨® de la mano Rojas-Marcos, se aline¨® a ultranza con Ortega; e Ildefonso Dell'Olmo, a quien defendi¨® a capa y espada el secretario general en el desgraciado caso Centeno, se atrincher¨® en el otro bando, siguiendo al malague?o Arredonda quien, ante el enfrentamiento, tom¨® partido por la vieja guardia.
La segunda crisis notoria se desencaden¨® con la renuncia de Antonio Ortega a su esca?o en el Parlamento. Su intenci¨®n era que lo ocupase la quinta de la lista, Reyes Le¨®n, afin a su sector, para que en las elecciones de 2004 se consolidase como n¨²mero dos de Sevilla. De este modo, el consejero, cabecera de la candidatura, copar¨ªa los dos ¨²nicos puestos con posibilidad de salida. Ante la oposici¨®n del comit¨¦ provincial, a quien corresponde la confecci¨®n de las listas, Ortega lo llev¨® a la ejecutiva, bajo su control, y lo aprob¨®. Finalmente perdi¨® el pulso al negarse a entregar el puesto la n¨²mero cuatro, Pilar Gonz¨¢lez, entonces jefa de gabinete de Turismo, quien tuvo que dimitir.
Candidatos provinciales
Despu¨¦s se sucedieron varias derrotas m¨¢s para Ortega. La candidatura alternativa del PA de C¨®rdoba, que dirig¨ªa una gestora, tumb¨® a su candidato, Bernardo Mu?oz, a quien hab¨ªa acudido a mostrar su apoyo, lo que, ya en v¨ªspera electoral se traduce en la imposici¨®n de Calvo como candidato de esta provincia, contra la opini¨®n de la organizaci¨®n local, que cede ante la amenaza de dimisi¨®n de Ortega el Consejo Andalucista. En M¨¢laga, Ildefonso Dell'Olmo logra el apoyo de su agrupaci¨®n para concurrir de cabeza de lista en detrimento de la apuesta de Ortega, Carlos Bautista, al que hab¨ªa nombrado delegado de Turismo.
Tras el descalabro electoral del PA de Sevilla en las municipales de 2003, el aparato nacional coge aire. Desde la direcci¨®n se dice que Rojas-Marcos ha ido por libre, que no ha querido asumir ninguna de las l¨ªneas maestras de la campa?a, y que la resistencia del PA sevillano a contestar a la ofensiva sobre la especulaci¨®n urban¨ªstica ha sido decisivo para que el partido no cuente con representaci¨®n en las capitales. El sector de Ortega sostiene que, una vez perdido el gobierno local, la organizaci¨®n de Sevilla no tiene peso y que su m¨¢ximo mentor s¨®lo trata de hacer ruido y alcanzar protagonismo.
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