La lucha contin¨²a
La esperanza existe. Quienes ayer estuvieron en el acto de investidura como doctores honoris causa por la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a (UPC) de tres militantes antifranquistas pudieron comprobarlo. Ellos son Gregorio L¨®pez Raimundo, Agust¨ª de Semir y Maria Salvo, que fue -por ser la m¨¢s joven del grupo- la encargada ayer de leer el discurso de aceptaci¨®n. Aceptaron, record¨®, en nombre de los miles de personas que lucharon contra la dictadura, "ciudadanos y ciudadanas an¨®nimos, cuyos nombres no han quedado registrados en ninguna parte" pero que tuvieron "el coraje de seguir de pie" y "decir no".Maria Salvo (Sabadell, 1920), militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, condenada a 30 a?os de c¨¢rcel, de los que cumpli¨® 16; Gregorio L¨®pez Raimundo (Tauste, 1914), que llegar¨ªa a ser secretario general del PSUC, condenado a cuatro a?os de c¨¢rcel, cumplidos casi al completo; Agust¨ª de Semir (Barcelona, 1918), abogado de la resistencia, abogado de la dignidad, encarcelado en 1973. Ellos, y tantos otros como ellos y con ellos, evoc¨® Guillermo Lusa, profesor y padrino, salvaron "nuestra dignidad" y alimentaron "la esperanza". Conviene recordarlo, dijo, "en nuestros d¨ªas, cuando tantas voces interesadas incitan al enfrentamiento entre las distintas comunidades aut¨®nomas"; ahora es el momento "oportuno de reverdecer aquel esp¨ªritu fraternal, que si ayer nos uni¨® contra la dictadura hoy debe agruparnos contra la intolerancia y la insolidaridad".
Ellos, y otros como ellos y con ellos, evoc¨® Guillermo Lusa, profesor y padrino, salvaron "nuestra dignidad" y alimentaron "la esperanza"
Contra el silencio y el olvido del pasado, contra la manipulaci¨®n de la historia, clamaron ayer las voces en la UPC. Pero, sobre todo, a favor de la ilusi¨®n y del convencimiento de que "nuestro combate es el combate de siempre, el combate tambi¨¦n de hoy: el combate por un mundo mejor". La esperanza sigue viva.
El acto part¨ªa de un lema contundente: "De la Constituci¨®n del 31 a la del 78: la lucha antifranquista por la recuperaci¨®n democr¨¢tica". El Ministerio de Educaci¨®n hab¨ªa sugerido a las universidades, en un tono casi imperativo e imperial, celebrar los 25 a?os de la Constituci¨®n, y la de ayer fue la respuesta de la Polit¨¦cnica, cuyo rector no quiso dejar de decir que no hay textos sagrados. Sacralizarlos, apostill¨® Josep Ferrer Llop, s¨®lo sirve para "paralizarnos y hacernos retorceder". De modo que el 23 de febrero sirvi¨® para ubicar en la Rep¨²blica las ra¨ªces liberadoras de la Constituci¨®n actual.
El origen del homenaje era, de todas formas, el esp¨ªritu de justicia hist¨®rica hacia quienes fueron "derrotados, pero no vencidos". Cada uno de los tres elegidos simbolizaba, en una clara s¨ªntesis, a miles de compa?eros ca¨ªdos por el camino o supervivientes de la guerra incivil. Muchos de ellos tan octogenarios como los investidos, pero all¨ª presentes, emocionados, satisfechos, orgullosos del pasado y confiados en el futuro. Algunos, an¨®nimos; conocidos otros: Santiago Carrillo, Carlos Jim¨¦nez Villarejo, Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, Francisco Gonz¨¢lez Ledesma, Paco Frutos, Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz, Xavier Folch, Joan Boada, Marina Subirats, Jordi Borja y tantos otros. Si la polic¨ªa franquista hubiera entrado en la sala, habr¨ªa salido con una buena cosecha de rojos y afines.
L¨®pez Raimundo representaba, desde luego, a los comunistas, pero tambi¨¦n, seg¨²n dijo el padrino del acto en su discurso, a los libertarios y los socialistas, a los poumistas y a los republicanos, a los nacionalistas catalanes y a los gallegos y a los vascos. Y a los militantes de tantos partidos: del PSP de Enrique Tierno Galv¨¢n, los diversos "frentes" en los que estuvieron Julio Cer¨®n e Isidre Molas, Bandera Roja, la Liga Comunista, el Partido de los Trabajadores, los diversos partidos comunistas diversamente adjetivados pero igualmente perseguidos, los sindicatos.
Maria Salvo era el s¨ªmbolo de un colectivo doblemente oprimido, "un sector doblemente perdedor de la guerra: la mujer trabajadora, represaliada en paredones, cunetas y c¨¢rceles". Y no lo dijo Lusa, porque todos lo sab¨ªan, tambi¨¦n en las casas. Maria Salvo, que no ha perdido energ¨ªa ni sentido del humor, compar¨® la ley republicana sobre la mujer aprobada por la Generalitat en 1934 con las alusiones a la mujer del C¨®digo Civil franquista, impuesto m¨¢s tarde, en 1968. Dec¨ªa la primera: "La mujer tiene la misma capacidad civil que el hombre", y enmendaba la segunda (art¨ªculo 57): "El marido debe proteger a la mujer, y ¨¦sta obedecer al marido". Garantizaba la primera: "El matrimonio no es causa modificativa de la capacidad de obrar de la mujer"; correg¨ªa la segunda: "La mujer est¨¢ obligada a seguir al marido dondequiera que ¨¦ste fije su residencia".
Por eso, dijo, hab¨ªa que luchar "por una rep¨²blica que hab¨ªa hecho posible la primera ley" y contra una dictadura "que hab¨ªa implantado la segunda".
La dictadura fue feroz, record¨® Maria Salvo. Y pretendi¨® imponer la amnesia, hasta el punto de que en las propias familias se silenciaba la existencia de un familiar perseguido, encarcelado, torturado. Cuando el Parlament aprob¨® las ayudas a los represaliados (s¨®lo para mayores de 65 a?os), se calculaba que tendr¨ªan derecho a ellas unas 7.000 personas. Respondieron 32.000. Conviene, dijo, no olvidarlo, como conviene no olvidar que la democracia no se hubiera producido en este pa¨ªs s¨®lo por evoluci¨®n de un sector del franquismo, que fue necesario salir a la calle, y que algunos no pudieran hacerlo porque eran encerrados. "Baste recordar", dijo, "que para Catalu?a ten¨ªan previsto un Consejo General, a propuesta de Samaranch, que nada ten¨ªa que ver con la Generalitat". Las cosas fueron distintas porque en 1977, en Catalu?a, ganaron las elecciones los socialistas y los comunistas.
La democracia es cosa de la oposici¨®n, que hoy sigue viva en un combate "contra los que intentan sumergirnos en la barbarie de las guerras preventivas y el recorte de derechos humanos con la excusa del terrorismo". Frente a ellos queda la voluntad de un mundo mejor, en el que "haya rosas y pan para todos". Por eso, "la lucha contin¨²a". Y termin¨® con una arenga a los j¨®venes: "?Adelante!". Hubo aplausos entusiastas. A ellos y a la esperanza.
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