Zona de libertad vigilada
Patxi Elola es concejal socialista y jardinero en Zarautz. Es una de las m¨¢s de 3.000 personas que viven escoltadas en Euskadi y Navarra. Sue?a con que llegue el d¨ªa en que pueda salir solo a comprar el pan o a pasear con su hijo
Este hombre de la fotograf¨ªa no puede bajar solo a comprar el pan. Si un d¨ªa quiere hacerlo, tendr¨¢ que avisar a sus escoltas la noche anterior y, si quiere hacerlo dos d¨ªas seguidos, le dir¨¢n que no, que es peligroso repetir rutinas. Para sentir de vez en cuando la libertad que supone para ¨¦l comprar el pan, o bajar la basura, o jugar a solas con su hijo en una plazoleta, este hombre tiene que coger el coche e irse muchos kil¨®metros fuera de Euskadi. S¨®lo se siente libre cuando deja de ver en su retrovisor el veh¨ªculo de los escoltas, pero se trata de una sensaci¨®n fugaz. A la vuelta del viaje, los guardaespaldas est¨¢n esper¨¢ndolo, unas veces a la salida de un peaje; otras, en la explanada de una gasolinera. Los domingos por la noche, sin que nadie se d¨¦ cuenta, las carreteras que regresan al Pa¨ªs Vasco se llenan de hombres y mujeres que van perdiendo libertad conforme se van acercando a sus casas.
Concejales vizca¨ªnas denuncian que otras madres les hacen el vac¨ªo en el colegio
"El d¨ªa en que todo esto acabe", dice Patxi Elola con una sonrisa, "yo quiero estar vivo"
El hombre de la fotograf¨ªa se llama Patxi Elola y es concejal socialista en Zarautz (Guip¨²zcoa). Tiene 48 a?os y un hijo de siete. Es jardinero de profesi¨®n. Cada ma?ana, y antes de que llegue a los jardines que cuida, unos guardias civiles de paisano se encargan de comprobar que ning¨²n terrorista de ETA haya colocado una bomba entre los arbustos. Otros dos escoltas, a bordo de un coche camuflado, siguen a la furgoneta donde Patxi transporta el cortac¨¦sped. En el archivo de este peri¨®dico hay fotograf¨ªas de este hombre caminando sobre las brasas de su almac¨¦n, incendiado por los terroristas una madrugada de hace cuatro a?os junto con su furgoneta y todas sus herramientas. No hay fotograf¨ªas, en cambio, de cuando tuvo que sacar a su hijo en brazos de una plaza del pueblo porque los simpatizantes de ETA se acercaban peligrosamente. Ni de cuando estaba arreglando un jard¨ªn, le son¨® el m¨®vil y alguien desde Madrid le cont¨® que a su amigo el periodista Gorka Landaburu le acababa de reventar una bomba en las manos a s¨®lo 100 metros de donde ¨¦l se encontraba. Tampoco hay fotograf¨ªas de aquella ma?ana de hace ahora un a?o cuando le avisaron de que un asesino de ETA hab¨ªa herido de muerte a Joseba Pagazaurtundua, con quien tantas cosas del pasado ten¨ªa en com¨²n y con quien tantas otras pensaba compartir en el futuro.
Las vidas de los concejales amenazados por ETA se parecen todas a la de Patxi Elola en que tienen dos o tres momentos p¨²blicos -los que suelen coincidir con alguna jugarreta de los terroristas- y muchos otros que nadie ve y que no por ello est¨¢n exentos de heroicidad, una heroicidad cotidiana a la que ellos van quitando importancia con tal de sobrevivir. "El d¨ªa en que todo esto acabe", dice Patxi Elola, "yo quiero estar vivo".
La frase, pronunciada con una sonrisa en los labios, le sirve para explicar por qu¨¦ ¨¦l y tantos otros amenazados aceptan vivir en este sinvivir constante. "Muchas veces", explica, "cuando estoy por ah¨ª, en alg¨²n hotel de Madrid o de cualquier otro sitio, me levanto temprano y salgo dando un paseo a comprar el pan y los peri¨®dicos, aunque en el hotel no necesite pan. A la gente le puede parecer que estoy loco, pero para m¨ª eso se convierte en un gran placer. Y la raz¨®n es muy sencilla: aqu¨ª eso no lo puedo hacer". No lo puede hacer porque en la retina de todos los amenazados -quiz¨¢s en las ¨²nicas retinas donde ese tipo de recuerdos sigue vivo- est¨¢ la imagen del cuerpo del concejal Manuel Zamarre?o destrozado junto a una barra de pan, de Jos¨¦ Luis L¨®pez de Lacalle yaciendo junto a una bolsa de peri¨®dicos; de Joseba Pagazaurtundua tiroteado mientras tomaba caf¨¦ y le¨ªa las noticias.
Aqu¨ª, las rutinas matan. Y por eso los escoltas que guardan a Jos¨¦ Ram¨®n Chica, concejal socialista de Hernani (Guip¨²zcoa), lo sacan a veces de su casa a las seis de la ma?ana y le dan vueltas por ah¨ª con tal de despistar a su hipot¨¦tico asesino. Por eso Chica, que vive en casa de sus padres, tiene que irse fuera de Euskadi cada fin de semana; por eso y porque su novia es concejal socialista de otro pueblo, tambi¨¦n vive escoltada, y no hay noviazgo que resista pasear con cuatro pares de ojos pendientes de cada beso.
Hace un a?o, cuando mataron a Joseba Pagazaurtundua, Patxi Elola se encontr¨® en Andoain con Josu Jon Imaz, entonces portavoz del Gobierno vasco y hoy presidente del PNV. Imaz fue a darle un abrazo y Elola lo rechaz¨®. "?Para qu¨¦?", le pregunt¨®, "si ma?ana va a seguir todo igual. ?Por qu¨¦ no dej¨¢is a un lado el Plan Ibarretxe y os pon¨¦is a trabajar por nuestra seguridad?". Imaz le respondi¨®: "Te aseguro, Patxi, que vosotros sois nuestra prioridad". Algunas veces durante este a?o, el concejal socialista de Zarautz ha podido llegar a dudar de si debi¨® haber dado aquel abrazo a Imaz, pero hace s¨®lo unos d¨ªas se le disiparon las dudas. "Los concejales del PNV en Andoain", recuerda Elola, "votaron en contra de la concesi¨®n de una medalla a Joseba. Lo peor es que Imaz les apoy¨®. Y dec¨ªa que ¨¦ramos su prioridad... Ya s¨¦ que aquel abrazo era falso".
A modo de posdata hay que rese?ar que ninguno de los concejales amenazados citados aqu¨ª llam¨® a este peri¨®dico para contar su historia. Muy al contrario. Muchos de ellos sienten un pudor extremo, avivado por la certeza de que la situaci¨®n de riesgo en la que viven, lejos de provocar la solidaridad de sus vecinos, los a¨ªsla mucho m¨¢s. Las concejales vizca¨ªnas Bel¨¦n Quijada, Mar¨ªa de los ?ngeles Mu?oz y Loly de Juan denuncian que otras madres les hacen el vac¨ªo cuando esperan a sus hijos a la puerta del colegio. Hijos que tambi¨¦n sufren el acoso a su manera. El de Loly de Juan pidi¨® a los Reyes Magos una linterna: "Ve¨ªa c¨®mo mis escoltas revisaban cada ma?ana los bajos del coche para ver si hab¨ªa alguna bomba adosada. Y, claro, ¨¦l tambi¨¦n quer¨ªa tener una linterna y jugar a ese juego con ellos".
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