Carmen Alborch est¨¢ harta
Carmen Alborch est¨¢ harta. Y lo dice en todos sus m¨ªtines. Harta del Gobierno del PP y de que la mayor¨ªa absoluta haya intentado humillar a la izquierda en estos cuatro a?os. Harta de que se pretenda ignorar a los socialistas asesinados por ETA. Harta de que se predique la indiferencia y el silencio. Harta de que se vayan deteriorando los servicios p¨²blicos, la educaci¨®n y la sanidad, poco a poco. Est¨¢ tan harta que se ha arremangado y se ha puesto a trabajar, a su manera, con su propia campa?a y su propio equipo, para quitarle un esca?o a Eduardo Zaplana. Es tarea dif¨ªcil porque Zaplana sigue siendo un pol¨ªtico muy popular en Valencia, porque aparece continuamente en dos televisiones, Canal 9 y TVE, y porque es un gran mitinero, acostumbrado a mover a su gente pueblo a pueblo, capaz de sacar hasta la ¨²ltima gota de beneficio al Plan Hidrol¨®gico.
Pero Alborch parece decidida: "Estas no son unas elecciones m¨¢s". Valencia es un escenario pol¨ªtico fant¨¢stico. La demostraci¨®n de que la pol¨ªtica ya no es cosa de Madrid y que ahora es en las comunidades aut¨®nomas donde se desarrollan las mejores batallas y las mejores historias. Esto es pasi¨®n y no lo de Madrid, se enorgullecen ellos mismos.
Alborch, desde luego, le pone pasi¨®n. La candidata funciona algo a su aire, tiene un grupo de amigos que trabaja con ella, al margen de su partido, y que hasta ha puesto en marcha una p¨¢gina web (carmenalborch.net) en la que publican cr¨®nica diaria. Se re¨²ne con peque?os grupos de profesionales y escucha, les da ¨¢nimos y les asegura que "les va a dar la alegr¨ªa de ganar". "Muchas cosas se pueden cambiar con la enorme fuerza de las palabras", promete. Alborch es "m¨¢s valenciana que las Fallas", seg¨²n dicen algunos de sus amigos, y, desde luego, transmite una sensaci¨®n de vitalidad muy apreciable.
"Mi campa?a es mixta", reconoce divertida. "Hago cosas por mi cuenta, pero tambi¨¦n acudo a los m¨ªtines que me programa el partido". El PSPV estuvo a punto de suicidarse en batallas internas y todav¨ªa no est¨¢ del todo recuperado. Alborch se hab¨ªa mantenido al margen, pero ahora explica: "Por m¨ª, que no quede". Es cierto que se la nota harta del PP y de los efectos de la pol¨ªtica popular. "Durante cuatro a?os les he visto en los esca?os del Parlamento y me he quedado espantada", asegura.
En posible que no existan candidatos m¨¢s diferentes que ella y Eduardo Zaplana. Y no porque el ministro no sea vitalista, que lo es, sino porque tienen las im¨¢genes m¨¢s distintas que se pueda imaginar. Zaplana es un pol¨ªtico con una carrera espectacular en el PP, paso a paso, de concejal a ministro con vocaci¨®n de vicepresidente, pasando por la presidencia de la Generalitat. Tiene una habilidad incre¨ªble, es imperturbable.
Ayer en una rueda de prensa le preguntaron por las ¨²ltimas revelaciones de la prensa local: el caso Fabra, el caso Julio Iglesias (resulta que la Generalitat le pag¨® casi 1.000 millones de las antiguas pesetas al cantante, las dos terceras partes, ocultas y en para¨ªsos fiscales) y el caso "aviones" (el ministro, dice Levante, utiliza aviones privados que no se sabe quien paga). Y Zaplana hizo una gran demostraci¨®n de esa habilidad: "Algunas patolog¨ªas, como los celos o el rencor, afectan m¨¢s a quienes las sufren. A m¨ª no me produce rabia. Me da tristeza". Punto.
Canal 9 no recogi¨® la pregunta ni la respuesta. Zaplana estaba mucho m¨¢s interesado en hablar de Carod-Rovira. Y dijo, casi palabra a palabra, lo mismo que su colega ?ngel Acebes en Madrid, que estar¨¢ contento porque ETA no iba a atentar en Catalu?a sino en Madrid.
El dirigente de ERC celebr¨® el s¨¢bado un mitin en Valencia, el mismo d¨ªa que Rodr¨ªguez Zapatero dio el suyo, y Zaplana no desaprovech¨® la ocasi¨®n para unir los dos nombres. A nadie le llam¨® la atenci¨®n, porque lo hace a menudo. Lo que llam¨® la atenci¨®n fue que Carod reuniera en el palacio de Congresos a m¨¢s de 2.000 personas predicando la rep¨²blica plurinacional y que la polic¨ªa local no impidiera que a la puerta de un acto electoral hubiera un grupo de 200 personas que vociferaban insultos. Algunas eran, seg¨²n la polic¨ªa, miembros de Espa?a 2000, un grupo de extrema derecha que se ha hecho famoso en Valencia porque suele manifestarse en el barrio en que viven m¨¢s inmigrantes. Un d¨ªa habr¨¢ un problema.
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