Crisis encadenadas
Tony Blair sigue encadenando crisis tras crisis. Desde el 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda derrumb¨® las Torres Gemelas y el primer ministro brit¨¢nico centr¨® todas sus prioridades en ayudar a Estados Unidos, Blair ha perdido la iniciativa pol¨ªtica. El p¨²blico brit¨¢nico acept¨® la guerra de Afganist¨¢n como algo inevitable y en cierto modo justo. All¨ª se refugiaba el inspirador de los ataques del 11 de septiembre, a la sombra de un r¨¦gimen incomprensible para un occidental. Pero no la guerra de Irak. Su apoyo sin condiciones a George W. Bush ha marcado la segunda legislatura del laborismo y le ha situado a ¨¦l constantemente a la defensiva. Blair ha ido ganando todas las batallas, pero a una le sigue otra sin soluci¨®n de continuidad.
Primero, las manifestaciones en la calle contra la guerra. Luego las revueltas en el Parlamento. Despu¨¦s, los desastres de la posguerra. Enseguida el caso Kelly. La crisis de Irak s¨®lo se ha retirado brevemente del escenario pol¨ªtico para dar paso a otro tipo de revueltas, como la oposici¨®n a la reforma sanitaria o la reforma de las tasas universitarias. Ganado el caso Kelly, no tuvo m¨¢s remedio que abrir una investigaci¨®n sobre los errores de la inteligencia en Irak.
Repatriados por fin los primeros brit¨¢nicos de Guant¨¢mano, una desconocida traductora de chino mandar¨ªn ha reabierto la pol¨¦mica sobre legalidad de la guerra. Probablemente Blair ganar¨¢ tambi¨¦n esta batalla, pero se dir¨ªa que est¨¢ perdiendo la guerra.
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