La gloria de la ficci¨®n
Hay un fardo sobre las espaldas de Tim Burton: su peor pel¨ªcula, Batman, fue una mina de oro; y su obra maestra, Ed Wood, se limit¨® a cubrir gastos. De ah¨ª que este singular¨ªsimo cineasta busque desde hace a?os la manera de fundir en un mismo esfuerzo creador la rentable oquedad de la primera y la genial escasez de la segunda. No encuentra esa manera, y de ello nos beneficiamos.
El ¨²ltimo tramo de la obra de Tim Burton deja ver la peligrosidad que tiene en Hollywood y alrededores hacer cine marcado por tan radical y crispada contradicci¨®n. Si en Marte ataca hizo aposta una gozosa chapuza, en Sleepy Holow Burton se esmer¨® y quiso hilar fino manejando un presupuesto alto del que dedujo una pel¨ªcula de buen horror y buen humor, pero de esas que los due?os de las f¨¢bricas de cine odian a muerte, pues en ella la voluntad de estilo del cineasta aplasta a la voluntad de negocio del fabricante. Y esto mismo, pero agravado por la median¨ªa del resultado, es lo que ocurre en su rescate de El planeta de los simios, una aventura fallida que ha puesto a Burton ante una encrucijada y un dilema: la necesidad de apostar entre Batman y Ed
BIG FISH
Direcci¨®n: Tim Burton. Gui¨®n: Daniel Wallace, John August. Int¨¦rpretes: Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Helena Bonham Carter. G¨¦nero: Drama. Duraci¨®n: 125 minutos.
Wood, y as¨ª hacer quim¨¦rica su idea de fundirlas.
En Big Fish, Burton elige el camino de la segunda, es decir, se elige a s¨ª mismo; y deja claro que no es un artista en venta, pues su itinerario futuro, por vaivenes y recovecos que tenga, est¨¢ ya trazado en el subsuelo de su camino recorrido. Por eso, Big Fish tiene algo de antolog¨ªa, de muestrario de su creador, hasta el punto de que asoman en ella aires program¨¢ticos e incluso una apretada y desequilibrada -la pel¨ªcula es magn¨ªfica, pero tiene deficiencias de cons-trucci¨®n- s¨ªntesis de sus ideas y sus fantas¨ªas primordiales. Hay en este encuentro algo de reencuentro.
El gran Burton, lo que las esencias de su cine tienen de inimitable, est¨¢ por entero en las brillantes y audaces rupturas de trama, de tiempo y de tempo iniciales de Big Fish. Se suceden velozmente saltos y choques de gran desparpajo, que nos advierten de entrada que no nos hemos metido en una pel¨ªcula com¨²n, sino en una de esas rarezas que nos obligan a apretar los ojos para percibir por d¨®nde nos llevan. Big Fish tiene vida subterr¨¢nea y, bajo sus evidencias, Burton nos da las llaves de entrada a las zonas escondidas de su formidable inventiva, de su capacidad para enraizar la fantas¨ªa y el mito en el suelo com¨²n, la tierra que pisamos. Es Big Fish canto a un mit¨®mano, a un fabulador absoluto, un tipo que alimenta el tejido de la verdad con los hilos de una fantas¨ªa ilimitada. Albert Finney, plet¨®rico de humor, hace una tierna y apasionada construcci¨®n de ese personaje, que Ewan McGregor duplica en su juventud. A su alrededor discurren un desfile de retratos m¨¢gicos de la vida del siglo XX, y entramos en momentos cinematogr¨¢ficos eminentes, como el asalto a un banco por Steve Buscemi; la larga declaraci¨®n de amor de McGregor; la escena del desayuno de Finney en la cama; las m¨¢gicas apariciones de Helena Bonhan-Carter; la maravilla del ba?o de Finney y Jessica Lange. Y Burton enlaza estos instantes tendiendo entre ellos hilos de humor, surrealidad, misterio, circo, feria y poema en el bastidor de una trama que a veces est¨¢ s¨®lo hilvanada y tiene aspecto desali?ado. Pero es ¨¦ste un desali?o que parece un rasgo de estilo, de marca de la casa del cineasta estadounidense, un defecto menor que deja a salvo la gracia y la emoci¨®n que despide toda obra noble y libre, como este canto a la gloria de la ficci¨®n como veh¨ªculo de la verdad.
Babelia
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