"Deber¨ªan presenciar el dolor de los que sufren"
Marta, voluntaria social en prisiones
Marta (nombre ficticio) es una mujer joven, vecina del ¨¢rea de Pac¨ªfico, casada y con una hija adolescente. "El sal¨®n de mi casa se ha llenado de humo tras las explosiones", dice. Luego, ha bajado a las v¨ªas del tren, frente a los bloques de la calle de T¨¦llez y ha estado al pie del ca?¨®n toda la ma?ana, de 8.00 a 11.00, dentro del Polideportivo Dao¨ªz y Velarde donde da ¨¢nimo, toma de las manos a los heridos, les pregunta su nombre y les brinda primeros auxilios. Muestra soltura porque, a diferencia de otras personas voluntarias, no ha roto a llorar en ning¨²n momento, ni ha dejado de sonre¨ªr. Cuando el ¨²ltimo herido, a las 10.55, ha salido del pabell¨®n, acude a una cafeter¨ªa de la cercana Avenida de la Ciudad de Barcelona. Los due?os le permiten pasar al ba?o para lavarse las manos: las lleva manchadas de sangre pese a que, ya entrada la ma?ana, pudo ponerse unos guantes que le facilitaron los sanitarios de Samur.
"Mi marido trabaja en Tedax [desactivaci¨®n de explosivos]", dice, "ahora debe estar por aqu¨ª cerquita trabajando", comenta con naturalidad. Y explica: "Yo colaboro con una asociaci¨®n no gubernamental que trabaja en las c¨¢rceles. He estado con presas de ETA, casi ni?as, que, por cierto, se vuelcan en cuidar a los ni?os gitanos, a los que miman cuanto pueden. Incluso", a?ade, "rega?an a las madres gitanas cuando los zarandean". Prosigue: "Es gente estupenda, pero, cuando se produce un atentado y se les pregunta qu¨¦ sienten por la muerte de personas, polic¨ªas, pol¨ªticos, a manos de terroristas, responden: 'No matan a personas, matan animales' y sin inmutarse siguen con los churumbeles en brazos". Marta hace una petici¨®n: "De verdad, creo que ser¨ªa necesario que estas cr¨ªas y cr¨ªos, que han sido educados en el odio, vean los efectos de atentados como ¨¦ste, para que puedan percibir exactamente el dolor que causan a personas normales y corrientes".
Una de ellas es Luc¨ªa Mart¨ªnez, de 20 a?os, estudiante de Historia del Arte y vecina de Marta. Aunque no se conocen, ambas viven a 500 metros en l¨ªnea recta de las v¨ªas de Atocha donde el tren salt¨® destrozado. Las explosiones le han sorprendido mientras dorm¨ªa. Sus padres ya estaban despiertos. Luc¨ªa ha seguido los acontecimientos por la tele. Con paciencia, ha esperado a que los heridos sean evacuados para acudir a la Oficina de Correos de un recodo de la calle de T¨¦llez adonde no pod¨ªa pasar. "Quiero votar por correo", dice. "Lo sucedido aqu¨ª no ha cambiado el voto que aqu¨ª tengo escrito", a?ade, con ojos h¨²medos y una sonrisa bella, digna.
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