Einstein, la historia y los historiadores
LA CIENCIA la hacen los cient¨ªficos, pero sus ense?anzas y consecuencias afectan a todos al poner a nuestra disposici¨®n conocimientos que nos permiten contemplar e interpretar el mundo no con ojos empa?ados por mitos, pasiones o sentimientos de desamparo, sino con la mirada informada por datos contrastados y teor¨ªas con capacidad de predicci¨®n. Datos y teor¨ªas que muestran su poder en pr¨¢cticamente todos los ¨¢mbitos de la vida, con la consecuencia de que la ciencia traspasa ya las fronteras de lo puramente cient¨ªfico, penetrando en oc¨¦anos por los que todos navegamos.
Habida cuenta de semejante hecho, no es sorprendente que tanto ciencia como cient¨ªficos sean estudiados con cada vez m¨¢s frecuencia por historiadores "generales", economistas, soci¨®logos o periodistas. En lo que a los cient¨ªficos se refiere, un ejemplo destacado en este sentido es Albert Einstein. As¨ª, hace pocos a?os dos periodistas brit¨¢nicos, Roger Highfield y Paul Carter, publicaron un libro (Las vidas privadas de Albert Einstein) centrado en la vida sentimental del autor de las teor¨ªas especial y general de la relatividad; m¨¢s concretamente en las relaciones que mantuvo con diversas mujeres, as¨ª como en la crisis de su matrimonio (que finaliz¨® en divorcio) con la serbia Mileva Maric, momento en que realiz¨® manifestaciones que de ejemplares no tienen nada. Como cualquiera sabe, no es infrecuente que tales situaciones saquen lo peor de todos nosotros, y tampoco ignoramos cu¨¢nto placer produce en algunos encontrar grietas en edificios humanos que muchos consideraban monol¨ªticos y grandiosos: el placer de encontrar semejanzas con gigantes de la creaci¨®n intelectual o art¨ªstica, pero no en aquello que les hizo realmente grandes, ¨²nicamente en lo m¨¢s com¨²n de la condici¨®n humana. Es, ciertamente, un pobre consuelo, pero que al menos tiene la virtud de situar en planos menos apolog¨¦ticos y hagiogr¨¢ficos a esos creadores.
Sobre las biograf¨ªas de personajes clave de la historia, abordados desde el punto de vista humano, pol¨ªtico y cultural
Mucho m¨¢s interesantes y ejemplares son aquellos estudios que pretenden situar la vida y obra de Einstein en contextos hist¨®ricos o culturales generales, que van m¨¢s all¨¢ de lo puramente cient¨ªfico. Un reciente ejemplo en este sentido es el libro de Thomas Levenson, Einstein in Berlin (Bantam Books, 2003), en el que al mismo tiempo que se narra lo que aconteci¨® a Einstein durante los 18 a?os que vivi¨® en Berl¨ªn, se recuperan algunos episodios de la vida pol¨ªtica y cultural de aquel periodo de la capital prusiana. La idea es buena, aunque el resultado a?ada poco a lo ya dicho en obras que se han ocupado con anterioridad de esas dos historias por separado. Y es que insertar en la historia la biograf¨ªa de un gigante de la ciencia como fue Einstein requiere mayores habilidades hist¨®ricas de las que posee Levenson. Habilidades como las que atesora Fritz Stern, uno de los pocos historiadores "generales" que se han atrevido con semejante empresa. Lo ha hecho en un libro vertido recientemente al espa?ol, El mundo alem¨¢n de Albert Einstein, y su t¨¢ctica ha sido no la de centrarse ¨²nicamente en la vida y obra de Einstein, sino en su mundo, lo que significa que otros personajes comparten protagonismo con ¨¦l. Personajes tambi¨¦n extraordinarios, aunque menos conocidos que Einstein, como son: Paul Ehrlich, entre cuyos descubrimientos se encuentran el Salvars¨¢n, el agente quimioterap¨¦utico que combat¨ªa con bastante ¨¦xito la s¨ªfilis; Max Planck, el pionero de la f¨ªsica cu¨¢ntica; Fritz Haber, el qu¨ªmico famoso tanto por su contribuci¨®n a la "guerra qu¨ªmica" durante la Primera Guerra Mundial como por haber inventado el proceso de s¨ªntesis del amoniaco utilizando el nitr¨®geno atmosf¨¦rico, cuyas consecuencias tan beneficiosas fueron para la producci¨®n de abonos artificiales; Walter Rathenau, industrial y pol¨ªtico que muri¨® asesinado durante la Rep¨²blica de Weimar, y Chaim Weizmann, el qu¨ªmico y sionista padre del actual Estado de Israel.
Como buen historiador que es, Stern se ha esforzado por cumplir con tareas propias de su gremio, construyendo un fresco policromo en el que creatividad cient¨ªfica y biograf¨ªas personales se combinan y enriquecen. Ahora bien, no es posible comprender su labor ¨²nicamente en t¨¦rminos profesionales. Hay m¨¢s. Por una parte, la pasi¨®n y a?oranzas de un historiador por un mundo perdido que tambi¨¦n fue el suyo: Stern naci¨® en Alemania, su padre fue m¨¦dico de Weizmann, al que el joven Fritz lleg¨® a conocer. "Yo nunca olvidar¨¦", escribe, "las l¨¢grimas de mi padre cuando el tren sali¨® de Breslau, cuando abandon¨® su ciudad natal en septiembre de 1938. Nunca hab¨ªa visto el rostro de mi padre inundado de l¨¢grimas; se trataba de una singular explosi¨®n de sentimiento, de profunda pena por un pasado hecho trizas, y de preocupaci¨®n por un futuro incierto".
Por otra parte, es imposible pasar por alto el hecho de que de todos los personajes que he mencionado y que protagonizan lo mejor del libro de Stern ¨²nicamente uno, Planck, no era de origen jud¨ªo. La "cuesti¨®n" y mundo jud¨ªo es otro de los temas de esta obra: penetra y afecta a pr¨¢cticamente todos sus cap¨ªtulos. ?Pod¨ªa ser de otra manera cuando se trata de reconstruir el "mundo alem¨¢n" de un cient¨ªfico como Einstein, y cuando quien lleva a cabo esa tarea de reconstrucci¨®n es, asimismo, una persona de origen jud¨ªo, que tuvo por ello que abandonar Alemania, e instalarse en Estados Unidos? Y, m¨¢s importante todav¨ªa, ?podemos esperar objetividad de semejante hombre e historiador? Algunos dir¨¢n que no. Yo creo que s¨ª. Igual que podemos esperar que el historiador comprometido de una manera especial con, por poner un ejemplo, la causa de la libertad (un, digamos, Hobsbawm) no falsee sus an¨¢lisis de, continuemos imaginando un caso posible, la Revoluci¨®n Francesa, en la que ansias de libertad, ambiciones personales y terror se mezclaron en una combinaci¨®n explosiva y no siempre humanitaria. Rigor y emociones no tienen por qu¨¦ ser incompatibles. S¨®lo se necesita un poco de decencia. ?Es mucho pedir?
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