Buenos d¨ªas, Vieja Europa
Buenos d¨ªas, Vieja Europa. El 14-M los espa?oles no s¨®lo obligaron al Partido Popular y a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a abandonar el Gobierno sino que rechazaron, indirectamente, la idea de la Nueva Europa que estaban intentando imponernos desde hace dos a?os, con la ayuda del secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld. Con su voto, los ciudadanos dejaron claro que prefieren la Europa del debate, la negociaci¨®n y la flexibilidad, con todos sus defectos y errores, que son muchos, que la Nueva Europa que quer¨ªa crecer en torno al neoconservadurismo norteamericano, con la ayuda de la derecha espa?ola.
Aznar fue realmente el n¨²cleo de esa "nueva Europa" que tanto gusta a George W. Bush. Sin el presidente del Gobierno espa?ol, la reuni¨®n de las Azores hubiera significado, exclusivamente, la entrevista de dos antiguos aliados, Estados Unidos y Gran Breta?a, incapaz de provocar una crisis en la Uni¨®n Europea. Pero la presencia de Espa?a, y su iniciativa para poner en marcha la famosa "Carta de los ocho", supuso otra cosa, un intento, muy serio, de romper, no de modificar ni de ampliar, sino de romper, los ejes de la UE.
Aznar lo hizo, adem¨¢s, en un momento muy delicado, porque es cierto que estamos ante las puertas de una "nueva Europa", la que supone una organizaci¨®n con 27 pa¨ªses miembros. El problema fue que se empe?¨® en definir esa Europa por su posici¨®n en torno a la guerra de Irak y que dio pie a que Rumsfeld expresara su pensamiento con claridad: "Ustedes creen que Europa es Francia y Alemania y que est¨¢n en contra de la guerra. Pero yo creo que eso es la vieja Europa". La nueva, la que representaba Aznar, estaba de acuerdo con la guerra preventiva y con el n¨²cleo del pensamiento neoconservador de Cheney y Wolfowitz.
La posici¨®n de Aznar congel¨® muchas cosas en Europa. El propio presidente del Gobierno reconoci¨® el fr¨ªo helador que presid¨ªa las reuniones del Consejo Europeo. En su ¨²ltima, y espectacular, entrevista a Le Monde, dijo algo que entonces no llam¨® tanto la atenci¨®n como sus lecciones a la derecha francesa, pero que, quiz¨¢s, era m¨¢s revelador: "Hace ya mucho tiempo que los dirigentes europeos no discutimos [en los consejos de la UE] de los grandes temas. En los ¨²ltimos tiempos, no hablamos pr¨¢cticamente de nada".
Se abre ahora una nueva oportunidad. Ser¨ªa muy injusto que algunos se empecinen en decir que el voto del 14-M fue el voto del miedo, consecuencia de los atentados. La realidad es que tuvo mucho m¨¢s que ver con la guerra de Irak y que, salvo grave falta de honestidad intelectual, nadie puede afirmar que Bin Laden y Al Qaeda estuvieran relacionados con el r¨¦gimen de Sadam Husein. La existencia de una rama marroqu¨ª de Al Qaeda es bien conocida por los servicios de informaci¨®n de medio mundo y siempre se ha pensado que fue creada antes de la guerra.
As¨ª que el voto del 14-M no nos saca de Irak por miedo, sino que nos devuelve de golpe a esa Vieja Europa que Aznar y Rumsfeld tanto detestan. La que se opuso a la invasi¨®n "preventiva" y la que cree que hay que luchar contra el terrorismo internacional de otra manera. No se trata, pues, de cobard¨ªa sino de todo lo contrario: convicciones, valores compartidos y esperanza.
El nuevo Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero tiene ahora una dif¨ªcil tarea: recomponer las relaciones dentro de la UE, sin caer en un seguidismo de Francia o de Alemania, que pueda ser reprochado por un Partido Popular que, sin duda, ser¨¢ extremadamente combativo en este tema. La oportunidad no es s¨®lo para Espa?a sino tambi¨¦n para la propia Uni¨®n Europea y para Par¨ªs y Berl¨ªn. Tambi¨¦n ellos tienen que comprender la complicada posici¨®n de Zapatero y abrir nuevas posibilidades de negociaci¨®n y acuerdo para la firma de la Constituci¨®n europea.
La Vieja Europa est¨¢ otra vez al completo, y eso es una excelente noticia. Ha desaparecido un problema, la cu?a del neoconservadurismo norteamericano, pero no significa que hayan desaparecido todos los problemas ni que la ampliaci¨®n no exija mucha capacidad de innovaci¨®n. solg@elpais.es
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